Evasión

Colombia bella: alójate en un antiguo convento del siglo XVII, el salvaje arenal de Arrecifes y un día de safari

  • La banda sonora del país de la belleza sorprende por su ecléctica melodía
Palmas de cera en el Valle de Cocora.

Colombia sorprende una y otra vez. No sólo por esa diversa partitura de ritmos que le acompaña en su viaje y que va mucho más allá de la omnipresente cumbia, sino también porque enseguida se destierra cualquier atisbo de ese manido miedo infundido por un convulso pasado con el que, sin querer, se aterriza en el país. Ese recelo desaparece enseguida en cuanto se deje envolver por la sincera hospitalidad de sus gentes que, lejos de ser una máscara fingida para el turismo, forma parte de la esencia más pura de su carácter.

Disfrute de esa armoniosa generosidad del pueblo colombiano mientras vuelve a sorprenderse, de nuevo, descubriendo la polaridad de sus paisajes al recorrer parte del país siguiendo esta ruta que, a modo de concierto, promete no dejarle indiferente.

Movimiento I: Preludio Caribeño

Los primeros días de esta sinfonía comienzan con el ritmo seductor y festivo de la champeta que flota en las coloridas calles de Cartagena de Indias, el corazón del Caribe colombiano. Allí se topará, una y otra vez, con las sonrisas zalameras de las palanqueras que invitan a fotografiarse junto a ellas mientras abren sus faldas y sostienen en sus cabezas cestos de fruta. Estas mujeres afrocolombianas, originarias del cercano San Basilio de Palenque, primer pueblo de América en liberarse de la esclavitud, forman parte del paisaje cartagenero y son testimonio vivo de la resiliencia.

Alójese dentro de la antigua ciudad amurallada, en el icónico Sofitel Legend Santa Clara, un antiguo convento del siglo XVII que combina la herencia colonial con el lujo francés. Así podrá recorrer sin prisa sus calles, admirar las piezas del museo del Oro, entrar a la catedral, buscar el rastro de Botero en la plaza de Santo Domingo y seguir por la animada plaza de Santa Teresa hasta llegar al monumento Torre del Reloj.

Puestos callejeros de fruta en el centro de Cartagena de Indias.

No se vaya sin subir al castillo de San Felipe de Barajas para bucear en la historia de la ciudad. Pero tampoco se vaya sin perderse por el animado barrio de Getsemaní plagado de street art, banderines de colores y una alegría contagiosa. Despídase por todo lo alto cenando en Alma, el restaurante donde el chef cartagenero Heberto Eljach se convierte en director de orquesta culinario de un suculento repertorio de deliciosos platos con la esencia de la cocina colombiana tradicional a los que pone su toque vanguardista.

Villas del hotel Isla del Encanto, en Baru, iluminadas al atardecer.

Este preludio no estaría completo sin unos días de sosiego en la cercana Baru, una península con ínfulas de isla que rivaliza con el vecino archipiélago de Islas del Rosario. Disfrute de un compás de lujo descansando en una de las villas del exclusivo hotel Isla del Encanto donde el tiempo se ralentiza al ritmo de la brisa marina e iguanas y pelícanos pasan a saludarle mientras usted duda entre bañarse el jacuzzi, refrescarse en la piscina o perderse en el azul turquesa del Caribe en busca de un pentagrama de peces de colores. Por la noche, asómbrese con el plancton bioluminiscente que brilla como un mar de luciérnagas con su movimiento.

Movimiento II: Eco Ancestral de la Selva en Tayrona

Sin irse aún de la costa caribeña, el viaje da un giro de dos días hacia una melodía más profunda y ancestral, la que sale de las flautas y tambores hechos a base de huesos, troncos y pieles de animales por los indígenas Kogui que habitan en el Parque Natural Tayrona.

Aquí, a los pies de Sierra Nevada, selva y playa bailan muy juntas siguiendo el ritmo de vallenato marcado por estos rústicos instrumentos al entrelazarse con el rumor del mar, el murmullo de la selva y las inquietantes notas discordantes de los monos aulladores. Un cóctel auditivo de lo más evocador en el que, a veces, se cuela fugaz un coro de aves exóticas que sobrevuela la afamada playa de Cabo San Juan para perderse hacia el salvaje arenal de Arrecifes.

Vistas de la playa Cabo San Juan en el Parque Nacional Natural Tayrona.

El mejor momento para percibirlo es cuando el día se despereza, cuando la magia de esa calma cuajada de sugerentes sonidos proporciona un momento de introspección y conexión en el que será capaz de escuchar, incluso, el ritmo de su propia respiración en sintonía con la naturaleza. Sólo por ese instante, y por el de asomarse de noche a ver un manto de estrellas, ya habrá merecido la pena la caminata del día anterior para llegar a su alojamiento. Y es que al corazón de Tayrona, el de los manglares y las lagunas, se llega caminando por la selva y no todo el mundo pernocta dentro de este santuario natural de la biodiversidad.

El mono capuchino es uno de las muchas especies animales que habitan el Parque.

Movimiento III: Ritmos populares en el Eje Cafetero

Otro giro en la partitura hará que escuche un nostálgico bambuco a ritmo de guitarra, bandola y tiple, mientras bebe un canelazo contemplando el ondulante paisaje verde del Eje Cafetero, en el centro del país. Y es que, en el lienzo de esta región, se pintan algunos de los escenarios más bellos de Colombia, tanto es así que estos paisajes, entre los que se encuentran los cinco volcanes del Parque Nacional Natural Los Nevados o la Reserva de Barbas Bremen, han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Pero hay dos escenarios que se llevan el protagonismo por encima del resto. Uno es el impresionante Valle de Cocora, una sucesión de colinas esmeraldas jalonadas por gigantescas palmas de cera, el árbol nacional, que, con sus penachos de hasta 80 metros de altura, parecen tratar de hacer cosquillas a otro gigante, el cóndor andino, dueño y señor de estos cielos del Quindío.

Caficultor mostrando el proceso tradicional de despulpado del café.

El otro escenario son las haciendas cafeteras donde los campesinos escuchan música popular de despecho mientras recolectan los granos maduros de café. Visite por ejemplo la Finca El Ocaso para sumergirse en los cafetales, aprender sobre cada paso del proceso y catar distintas variedades de la mano de un barista. Saque un hueco, antes de avanzar en este concierto, para bañarse bajo una cascada en las termas naturales de Santa Rosa del Cabal y hacer una ruta por Salento, Circasia, Finlandia y Pijao, algunos de los pueblos más bellos y coloridos del Eje.

Movimiento IV: Joropo salvaje de los Llanos Orientales

El gran final de esta sinfonía colombiana le llevará a uno de los lugares más remotos y fascinantes del país: la sabana inundable de la Orinoquía acariciando ya casi Venezuela. Son pocos quienes se aventuran a explorar el horizonte indómito de los Llanos Orientales, a pesar de los paisajes y momentazos que regala. Llegar a esta tierra salvaje pasa por volar a Yopal, coger un bus hasta Paz de Ariporo para pernoctar allí y seguir al día siguiente en 4x4 hasta el Ecolodge Juan Solito, en Hato La Aurora, una gran hacienda ganadera protegida como Reserva Natural.

La travesía merece la pena porque el clímax de esta pieza musical es pasar tres días de auténtico safari en este lugar donde son pioneros del ecoturismo y responsables, en gran medida, de que, hoy en día, sea posible avistar alguno de los cerca de 40 jaguares que habitan en estas tierras. Ver al felino más grande de América no es sencillo, pero puede probar suerte embarcándose en uno de los safaris dedicados a este menester. Lo que sí se cansará de avistar serán vacas, manadas de capibaras (el roedor más grande del mundo), babillas (caimanes de anteojos), venados, tortugas, serpientes, todo tipo de aves como la preciosa ibis escarlata y, con suerte, algún armadillo.

Avistamiento de dos jaguares en Reserva La Aurora. Foto de Marco Cevallos.

Vivirá una auténtica inmersión en la cultura y la naturaleza de esta región al compartir horas y horas de safari con los llaneros, auténticos vaqueros que galopan descalzos navaja ceñida a la cintura y sombrero bien calado. Son ellos quienes conducirán el todoterreno para encontrar algún oso hormiguero, ya sea el gigantesco palmero o el pequeño oso melero; quienes navegarán por el río Ariporo pescando pirañas y mirarán de frente al peligroso cocodrilo del Orinoco; también quienes se meterán en el lodo en busca de la gran anaconda. También serán ellos quienes, por la noche, le invitarán a cenar una sabrosa carne a la llanera y tocarán un joropo con el arpa. Qué mejor melodía para cerrar esta sinfonía que tiene como protagonista algunos de los escenarios más diversos y bellos de Colombia.

Llanero navegando por el río Ariporo durante un safari para avistar fauna.
WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBluesky