Evasión

72 horas en Ginebra tras el latido del tiempo: diseñe y monte su propio reloj Tourbillon

  • La cuna mundial de la alta relojería se esconde en la ciudad suiza más elegante e internacional
  • Le presentamos un recorrido exclusivo pensado para satisfacer a los amantes de la precisión
El diseño floral del impresionante L’horloge fleurie, en el Jardin Anglais, cambia cada temporada.

Ginebra no es la capital de la relojería por azar, es el fruto de más de 400 años de una historia forjada por la necesidad y el ingenio. Todo comenzó en el siglo XVI cuando Calvino llevó al extremo su Reforma protestante prohibiendo, en su ciudad natal, el uso de joyas y la ostentación de la riqueza. Una medida estricta que impulsó a los joyeros locales a buscar una nueva forma de expresión y un nuevo medio para ganarse la vida. Lo hallaron en la relojería.

Fue así como la hoy sede de las Naciones Unidas se convirtió entonces en refugio para los artesanos hugonotes que huían de la persecución en Francia y que llevaron consigo sus habilidades en orfebrería y micromecánica. Estos talentos se fusionaron con la rigurosidad calvinista, dando origen a una cultura de la precisión y la excelencia que, aún hoy, define la industria relojera ginebrina. Con el paso del tiempo, no sólo fabricaban relojes de bolsillo, de péndulo e instrumentos científicos, sino que la innovación constante en el sector amplió horizontes y terminó por convertir a la ciudad en referente mundial de la alta relojería.

Sólo tiene que seguir esta propuesta de tres días para confirmar porque Ginebra marca el ritmo de la excelencia relojera.

Diseñe y monte su propio Tourbillon

Comience su recorrido con una inmersión profunda en la esencia misma de la alta relojería: la fase de la creación. Initium le ofrece la oportunidad de ensamblar su propio reloj de lujo y no cualquiera, sino un Tourbillon, una de las complicaciones más fascinantes y simbólicas de la horología; un mecanismo con una jaula giratoria que alberga el volante y el espiral.

Será una jornada completa de siete horas donde se une teoría con práctica acompañado por un maestro relojero. Además, a mediodía compartirá mesa con él mientras degustan las especialidades del distinguido restaurante del chef Philippe Chevrier.

Componentes del mecanismo de los relojes Tourbillon entre los que podrá elegir para montar el suyo propio.

Este taller es una experiencia exclusiva para desentrañar los secretos de esta icónica complicación creada en 1801 por Louis Breguet para contrarrestar los efectos de la gravedad en la medición del tiempo. Aprenderá a montar y desmontar con sus propias manos la delicada jaula del Tourbillon siendo protagonista de todo el proceso, desde seleccionar los componentes, al ensamblaje de la caja y el reloj, pasando por la instalación de la esfera y las agujas, hasta la prueba de resistencia al agua. El resultado será una pieza totalmente única que puede personalizar a su gusto y a la que incluso le puede añadir un grabado a su elección.

Del pasado al presente

La mañana del segundo día diríjase al barrio de Plainpalais para bucear en el pasado realizando una visita privada por el Museo Patek Philippe, auténtico santuario para los amantes del tiempo. Durante dos horas, le acompañarán a recorrer Un legado de genio, una ruta exclusiva por las instalaciones del museo, mientras le explican en detalle la importancia de la vasta colección que abarca más de 500 años de historia de la relojería.

No sólo contemplará antiquísimas piezas únicas, sino también llamativos y complejos relojes autómatas cuyas figuras en movimiento cobran vida más allá de dar la hora. Estos autómatas vivieron un gran auge en el S. XVIII y, aún hoy, la meticulosa ingeniería que hay detrás de sus movimientos programados sigue despertando admiración entre los coleccionistas. Muy interesante es también el repertorio de bancos de trabajo y herramientas de restauración, así como su extenso archivo documental.

Reloj artesanal expuesto en Wachtmakers United.

Tras la visita, regrese a la actualidad visitando algunas de las casas relojeras más distinguidas y exclusivas de Ginebra. La Rue du Rhône y sus alrededores son el epicentro de este despliegue de distinción comercial. Sienta la tentación de llevarse un reloj de las últimas colecciones de Rolex, admire las audaces creaciones de Audemars Piguet, descubra la elegancia atemporal de Vacheron Constantin en su propia boutique del Quai de l'Île, y ríndase a la maestría en las complicaciones de Jaeger-LeCoultre. Si le queda tiempo antes de cenar, incluya en su paseo las vitrinas de marcas como Hublot, Richard Mille, IWC y Franck Muller.

Confidencias con un maestro relojero

Su último día en Ginebra lo dedicará a una experiencia única gracias a Watchmakers United, una organización nacida en 2020 con el propósito de descubrir y apoyar a los relojeros locales independientes que crean piezas exclusivas y únicas.

Gracias a esta institución, podrá acceder al taller privado de uno de estos maestros relojeros para observar de cerca su trabajo. Un encuentro íntimo, pero informal, donde podrá hacer preguntas, escuchar anécdotas del oficio, y con suerte, quizás llevarse a casa de vuelta alguno de los secretos de una profesión que exige paciencia, dedicación y un amor inquebrantable por el detalle.

Encuentro con un maestro relojero.

Pero antes de regresar, le queda algo más que hacer para cerrar estas 72 horas persiguiendo el tic-tac de Ginebra. Acérquese a uno de los rincones más placenteros de esta urbe, el Jardin Anglais, para disfrutar del icónico Reloj de Flores. Creado en 1955, este gigantesco reloj es un símbolo de la precisión relojera ginebrina y de su armonía con la naturaleza. Más de 6.500 flores, cuyo diseño cambia estacionalmente, dibujan una colorida esfera dentro de la que se mueve el segundero más largo del mundo, con más de 2.5 metros.

Tras inmortalizar esta curiosa obra de arte botánico, sólo tendrá que dar unos pasos para despedirse de Ginebra ante sus estampa más famosa, el icónico Jet d'Eau, un brutal chorro de agua, que se eleva sobre el lago Leman para hacerle cosquillas al cielo suizo.

El Jet d'Eau expulsa unos 500 litros de agua por segundo sobre el lago Leman.
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