Desde País Vasco a los Alpes, pasando por Francia y Holanda; el turismo del queso, atrae cada año a cientos y cientos de turistas que no solo ansían disfrutar de uno de los mejores bocados que da la naturaleza, sino que desean hacerlo respirando, impregnándose, más bien, de su propio ecosistema, que además suele tener un aire profundamente bucólico y revitalizante.