El yuan cotiza en sus niveles más altos en dos años, y los inversores extranjeros de repente están mostrando interés de nuevo en tomar posiciones respecto a la moneda china.

Economista jefe de Natixis y economista senior del Instituto Bruegel
El yuan cotiza en sus niveles más altos en dos años, y los inversores extranjeros de repente están mostrando interés de nuevo en tomar posiciones respecto a la moneda china.
Mientras Brasil, Rusia, India y México sufren una rápida propagación del Covid-19, una tercera ola de la pandemia llega al mundo emergente. Como resultado, el optimismo empresarial ha disminuido en marzo y abril en la región. Es más, a medida que las economías emergentes avanzan hacia restricciones más estrictas, la falta de movilidad va a pesar sobre las perspectivas económicas. De hecho, el FMI espera que estos países entren en una recesión de -1 por ciento en 2020, peor que en la crisis financiera de 2008.
Se ha escrito mucho sobre el coronavirus de Wuhan que causa la enfermedad respiratoria Covid-19, pero todavía se sabe poco sobre su impacto en la economía mundial y, en particular, en la cadena de valor. Sin embargo, una cosa está clara: la conmoción es mayor que la causada por el síndrome respiratorio agudo severo (SARS), por la sencilla razón de que China es mucho más importante para la economía mundial de lo que era entonces.
Desde que el Banco Popular de China (PBOC) permitió que el yuan superara el temido nivel de 7 unidades con respecto al dólar el pasado mes, ríos de tinta han fluido citando un nuevo asunto de disputa entre Estados Unidos y China, a saber, el uso de monedas para ganar competitividad o, más simplemente, una "guerra de divisas".
El superávit por cuenta corriente de China vuelve a ser el centro de atención, en medio del afán de Estados Unidos de reducir su déficit comercial bilateral con el país asiático. Sin embargo, la realidad es que esa variable ha descendido en el gigante asiático significativamente desde su cota máxima durante la crisis financiera mundial de 2007-2008.
Después de varios meses de relativa calma, la guerra comercial entre Estados Unidos y China ha pasado a ocupar un lugar central tras el inesperado anuncio de Donald Trump de aumentar los aranceles del 10 por ciento al 25 por ciento este viernes, si no se llegaba a un acuerdo antes de esa fecha. El temor a la incertidumbre se extendió rápidamente entre los inversores, haciendo que los mercados mundiales se desplomaran en los últimos días.
Si bien no hay un claro ganador de las tensiones comerciales entre EEUU y China, la forma en que se están desarrollando las negociaciones entre Washington y Pekín no augura nada bueno para la Unión Europea. Si China finalmente aumentara sus importaciones de EEUU, necesitaría sustituir las importaciones de otras partes del mundo, dejando oportunidades perdidas a los aliados de los EEUU, especialmente a la Unión Europea. Además, si China ofrece la concesión que Washington ha solicitado en términos de prohibición de aranceles de importación para algunos sectores previamente seleccionados, sería otra mala noticia para esos sectores en Europa, excepto para las partes de la cadena de valor que se producen en el país y se exportan a China. Como tal, deberíamos esperar un desvío comercial fuera de Europa y en favor de los Estados Unidos.
A parte de la tan discutida guerra comercial, la difícil situación financiera de los promotores inmobiliarios es probablemente el rinoceronte gris (un gran problema que puede minusvalorarse pero que, en el medio-largo plazo, amenaza con crear graves perjuicios) más obvio de la economía china. Si bien es cierto que los riesgos han estado latentes durante bastante tiempo, los inversores parecen haberlos pasado por alto.