Economista

Los últimos acontecimientos electorales y las predicciones demoscópicas, nos hacen augurar que en muy poco tiempo veremos un cambio de timón en el gobierno de España. Dicho cambio no puede ser puramente estético o un simple lavado de caras. Se requieren profundas reformas, que hemos pospuesto durante demasiado tiempo por la dificultad de llevarlas a cabo, pero nuestro país ya no puede esperar más. Es de urgente necesidad poner freno y resolver algunos de los muchos problemas que sufre nuestra nación:

A diferencia de lo que hacemos a la hora de analizar nuestros propios gastos personales, con nuestro propio dinero; los gobernantes, las administraciones públicas (o al menos buena parte de ellas) y por influencia suya, muchas veces nosotros, juzgamos si el gasto público ha sido bueno o malo, por la cuantía de este, no por sus resultados. Si se ha gastado mucho, se ha hecho bien, si se ha gastado poco, mal. Si el objetivo de dicho gasto se cumple es irrelevante.

Se suele decir que el sentido común es el menos común de los sentidos. Y a la vista de lo que estamos viendo estos últimos meses está claro que es cierto. Puesto que en un momento de grave crisis económica como el que está viviendo nuestro país, con millones de familias sin poder llenar la nevera o encender la calefacción, que bajar los impuestos para aliviarlas un poco, se vea como un despropósito, es algo incomprensible.

Análisis

De un tiempo a esta parte en determinados círculos, se ha empezado a escuchar, entre susurros, el término "estanflación". Entendemos la estanflación como la coincidencia en un mismo periodo, de inflación y bien estancamiento económico o bien recesión. Es algo raro de ver, puesto que las medidas de política monetaria que crean inflación (políticas expansivas), también generan crecimiento económico y las que reducen el crecimiento (políticas monetarias restrictivas), disminuyen también la inflación.

Durante estos últimos meses, vivimos con preocupación la subida continuada y generalizada de los precios. Dicha inflación ya se sitúa en el 10,2% anual (dato del IPC a junio del 2022). Pero hay otro fenómeno que está pasando inadvertido, para alegría de sus beneficiarios, que también está erosionando sin lugar a dudas, la renta disponible de las familias españolas. Una subida de impuestos en cubierta; el no deflactar los impuestos.

Dice el refranero español, que no hay mal que cien años dure. Pero al parecer, sí treinta y nueve, sino que se lo digan al pueblo andaluz. Hace ya tres años y medio, que la comunidad con más paro de España, democráticamente eligió poner fin a casi cuatro décadas ininterrumpidas de gobiernos socialistas, que la tenían atrasada y empobrecida. Hoy se respira otro aire por el sur, más optimista y alegre. De todo se sale.

España en pie de guerra; huelga de transportistas, los agricultores en las calles, la inflación disparada, la hostelería arruinada, los autónomos asfixiados, las víctimas del terrorismo humilladas, el empleo estancado, la deuda desatada, el mundo rural abandonado, la delincuencia e inseguridad como norma… Con este contexto, todo hace presagiar que los días de este Gobierno en el poder muy pronto verán su fin.

Con los datos del IPC definitivo anual de febrero ya en la mano, podemos confirmar sin ninguna duda, que uno de nuestros más duros enemigos, ha vuelto. No, no hablamos de Rusia ni nada por el estilo, sino de un fenómeno puramente monetario, la inflación. Un viejo enemigo, muy celebre en épocas pasadas.