
La lavanda, como bien todos sabemos, es una planta mediterránea que ha sido cultivada durante siglos por sus múltiples usos, desde la aromaterapia hasta la medicina. Lo más destacado probablemente sean sus flores, de un color púrpura que les hace ser muy atractiva, tanto por su aspecto como por su fragancia tan particular.
Propiedades
Entre sus aspectos positivos, cabe destacar los siguientes:
- Es antiespasmódica y ligeramente analgésica y antineurálgica. Reduce y alivia los dolores de cabeza, musculares, artríticos y muchos otros achaques que cursan con dolor.
- Es antiinflamatoria, antiséptica y moderadamente diurética. Se emplea en casos de inflamación o infecciones de las vías urinarias para estimular la orina.
- Es cicatrizante. Tiene la capacidad de destruir microorganismos e inhibir su reproducción, ayudando a cicatrizar mejor.
- Es sedante. Provoca un efecto calmante reduciendo la tensión nerviosa, el insomnio, las palpitaciones y estados de ansiedad.
- Es digestiva, aperitiva y carminativa. Tiene propiedades coleréticas, estimula la producción de la bilis por el hígado y colagogas por facilitar la expulsión de bilis de la vesícula biliar, por lo que resulta ideal en digestiones pesadas por la falta de secreciones.
Paso a paso
El procedimiento de plantar lavanda es muy sencillo. Tan solo debes seguir estos pasos:
- Logra una planta de lavanda en buen estado y una maceta.
- Prepara el sustrato. Para ello, ten en cuenta que la lavanda no es excesivamente exigente en lo que a nutrientes del suelo se refiere.
- La noche anterior a la siembra de las semillas, riega el sustrato para humedecerlo.
- Siembra las semillas de lavanda por la mañana.
- Conserva el recipiente en alguna ubicación cálida, con una temperatura estable de 20ºC y riégala con cabeza.
- Cuando las semillas germinen, traslada el recipiente a un lugar donde reciban luz solar directa.
A tener en cuenta
Por lo general, la lavanda prefiere ambientes secos y es sensible al exceso de humedad. Eso sí, es conveniente asegurarse de que el suelo drene correctamente para la acumulación de agua, puesto que puede provocar el deterioro de sus raíces. Más allá de esto, prospera en climas cálidos y templados.
A pesar de que la lavanda no requiere fertilización frecuente, lo cierto es que un abono equilibrado aplicado una vez al año en primavera puede ayudar a mantener la planta saludable. Claro está, evitando los fertilizantes ricos en nitrógeno, debido a que pueden favorecer un crecimiento excesivo de hojas.