Con un simple movimiento hacia arriba, el agua atraviesa el aireador del grifo y se escapa por el desagüe rápidamente. Del mismo modo, si el movimiento es hacia abajo, el hilo se detiene ipso facto y el sumidero engulle el exceso de líquido. El acto, tan efímero como cotidiano, apenas parece influir en el día a día, acostumbrados a realizarlo de forma asidua. Sin embargo, el coste ambiental es impactante.
Pese a que el agua es considerado un bien escaso, en España se consume alrededor de 30.500 hm3 al año, según los expertos que intervinieron en el encuentro organizado por Madrid Foro Empresarial para analizar la situación del agua en España. En nuestro país, los sectores que más la consumen son la agricultura, la industria y las redes de suministro.
En concreto, el sector agrícola es responsable del 80% del agua consumida, sin embargo, debido a la obsolescencia y a la ineficacia de las infraestructuras, se puede llegar a malgastar más del 50% porque "seguimos con tuberías que datan desde hace décadas y con sistemas de riego del siglo pasado", explica Sergi Simón, coordinador de los programas de gestión de riesgos y sostenibilidad de EALDE Business School. Aun así, se desconocen las cifras exactas de las pérdidas. Las de los suministros urbanos, por su parte, son del 30% aproximadamente, en su mayoría por fugas.
Para subsanar este derroche, la solución "no es una, sino muchas, y la tecnología es solo uno de sus componentes", expone Simón. Y añade que una de ellas sería modernizar las infraestructuras, aunque con la Inteligencia Artificial y el big data "se pueden anticipar fugas antes de que ocurran, optimizar el uso del agua en la agricultura y priorizar inversiones donde el desperdicio es mayor".
La hoja de ruta es diferente si se trata del sector agrícola que de las redes urbanas porque la problemática es distinta, sin embargo, la predicción es una variable imprescindible en ambas. Especialmente en la agricultura, ya que "hay veces que se riega de más por si acaso", manifiesta el experto.
Por esta razón, Simón propone utilizar sensores en el suelo, imágenes satelitales y modelos de IA para favorecer el ahorro de agua porque "pueden indicar con exactitud cuánta cantidad necesita cada parcela y en qué momento". El coordinador de EALDE agrega que, aplicando riego de precisión, podría reducirse el consumo "al menos un 40-50% sin afectar a la producción" y pone de ejemplo Israel, que ha demostrado que con este modus operandi es posible disminuir el consumo más de la mitad.
Antonella Maggioni, CEO de Agrow Analytics, afirma contundente que "la clave es la tecnología". Gracias a "la implementación de nuestra tecnología se ha logrado reducir, en promedio, un 32% del consumo de agua en los campos agrícolas", por lo que la digitalización del riego no solo es viable, "sino sumamente efectiva para reducir la huella hídrica". Entre las actuaciones que han llevado a la empresa a obtener este resultado destaca una solución de IA que optimiza el uso del agua en el riego al integrar y analizar datos de clima, suelo, tipo de cultivo, riego y sensores en campo. Esta solución consiste en recabar datos que, después, utilizarán los agricultores para conocer la cantidad exacta de agua que necesitan los campos, cómo y cuándo aplicarla. De esta forma, se conseguirá una transición de un riego "basado en la experiencia a un sistema inteligente y eficiente que maximiza cada gota utilizada", declara la CEO.
En los suministros urbanos el desafío consiste en detectar las fugas y anticiparse "para evitar que un escape se convierta en una pérdida masiva", puntualiza Simón. En este caso, la predicción tiene un papel muy importante para saber "cuándo y dónde es más probable que una tubería falle, ayudando a priorizar inversiones y reparaciones". Aunque el experto aclara que esta tecnología debe ir acompañada de un mantenimiento adecuado para "reducir las pérdidas del 30% actual a menos del 10%". La inversión es imprescindible para llevar a cabo este tipo de innovación tecnológica.
En nuestro país, las barreras para el progreso van más allá de la inversión. Una de las grandes trabas para Maggioni, es "la resistencia al cambio", debido a que "el 41% de los agricultores tienen más de 60 años y han trabajado durante décadas con métodos tradicionales". Otro reto fundamental es "la disponibilidad de datos para que los modelos de IA funcionen de la mejor manera". Sin embargo, existen impedimentos como "la falta de sensores en el campo y el acceso limitado a información histórica climática y productiva detallada", enumera la directora.
Por su parte, el coordinador de EALDE, apunta a que "sigue faltando concienciación". Aunque insiste en que "los verdaderos obstáculos son la inercia y la falta de incentivos claros para que se dé el salto tecnológico". Sin embargo, lo que es seguro es que "el coste de no hacer nada es mayor". Por un lado, económico, ya que "al menos 6.000 millones de euros se desperdician cada año en agua en la agricultura" y "unos 2.000 millones para reparar pérdidas en zona urbana". Por otro lado, hay un coste político a nivel local a la hora de abrir zanjas porque "si la gente no ve el problema, asume que las obras son innecesarias". Por último, otro coste es "exigir inversiones a un sector tan tensionado como el agrícola", concluye Simón.