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Los empresas 'trumpistas' silencian lo ecológico

  • El postureo ambiental del 'greenwashing' avanza hacia el 'greenhusing', el 'susurro verde'
  • Texas ha prohíbido a sus entidades locales negociar con bancos que penalizan las emisiones sucias
Donald Trump, arropado en la ceremonia de investidura presidencial, por Marc Zuckerberg, Jeff Bezos, Sundar Pichai y Elon Musk, en la segunda línea.
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Un puñado de grandes corporaciones estadounidenses comienzan a evidenciar insensibilidades ambientales que podrían convertirse en tendencia. A grandes rasgos, el fenómeno replica la inercia de un péndulo. Tras décadas de creciente conciencia ecológica, el tejido empresarial lleva practicando en los últimos años el denominado 'greenwashing', es decir, el postureo en asuntos verdes. Pero la cosa no ha quedado ahí, ya que comienza a ganar presencia el 'greenhusing'. Este último anglicismo puede traducirse como 'susurro verde', algo parecido a la premeditada intención de muchas empresas de hablar lo justo -o nada- sobre sus compromisos y cumplimientos sobre el impacto de sus operaciones en el bienestar futuro del planeta.

Con ese silencio, las compañías no desvelan sus costuras ni debilidades en el cumplimiento de las normas ESG, (siglas en inglés de Environmental, Social and Governance). Groucho Marx podría describir la situación con una de sus frases más certeras: "Es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente".

Pero ahora el movimiento oscilatorio se aproxima al "non ecological" (no ecológico), como estrategia a considerar en los Estados Unidos y países de su órbita, al calor de la 'era Trump'. El inquilino de la Casa Blanca no esconde su aversión hacia los postulados relacionados con la reducción de emisiones, el reciclado y el desuso progresivo de plásticos y combustibles fósiles.

Ante el nuevo entorno geopolítico, un documento del World Economic Forum se pregunta si el referido 'greenhusing' es realmente un motivo de preocupación. Entre otras conclusiones, John Letzing, directivo de la organización no gubernamental, advierte de que "muchas empresas optan estos días por no decir nada sobre sus objetivos de emisiones", para anticipar un menoscabo de la transparencia en la ambición climática.

Las multinacionales estadounidenses aceptan sin rechistar que la sombra de Trump es muy alargada. Hace unas semanas, el presidente estadounidense decretó el fin de las pajitas de papel y cartón para proclamar larga vida al plástico. La ocurrencia fue celebrada por Elon Musk, el hombre más rico del mundo y también responsable del Departamento de Eficiencia Gubernamental de los EEUU.

Pero los aplausos hacia estas controvertidas manifestaciones no se limitan al dueño de Tesla, X, Starlink, Boring Company y XAI, entre otros colosos. También los primeros ejecutivos de Meta y Amazon, Mark Zuckerberg y Jeff Bezos, respectivamente, se acomodan en la órbita de Trump, mientras que otras referencias se muestran condescendientes con los mismos postulados. Si entre las prioridades de Joe Biden destacaba su empeño por reducir las emisiones entre el 61 y el 66% hasta 20235, desde la orilla de Trump se niega abiertamente el efecto invernadero, por lo que los fondos destinados a esa lucha parece un derroche llamado a erradicar. "No puede existir calentamiento global porque algunos sitios se calientan y otros se enfrían", espetó el magnate.

En la misma dirección, el mandatario argumentó que "el nivel de los océanos subirá un octavo de pulgada (0,32 centímetros) en los próximos 400 años, lo que hará que podamos disfrutar de más inmuebles frente al mar", compartió en la antigua Twitter.

'Perfora, chaval, perfora'

Ante esa bola de nieve de dimensiones impredecibles, ciertos estudios aventuran que la administración del líder republicano propiciará hasta 4.000 millones de toneladas de dióxido de carbono en el mismo plazo.

El eslogan "Perfora, chaval, perfora" de Trump durante su reciente campaña electoral también deja claro las intenciones del que más manda y más influye en favor del desarrollo de los sistemas de extracción de petróleo, gas y carbón. Los incentivos a la energía renovable o los vehículos eléctricos quedarán guardados en el cajón, al menos durante los cuatro próximos años de legislatura. La energía eólica también afrontará su particula travesía del desierto, una vez que el nuevo presidente ha puesto bajo revisión los alquileres de terrenos y los permisos para el uso de de aerogeneradores.

Parece claro que los discursos trumpistas permean entre las compañías más interesadas en hacerse la foto junto a Trump. De esa forma, los planes de Google de apostar por el uso de mini reactores nucleares en sus centros de datos. Los temores en cuanto al gasto energético que acarrea la Inteligencia Artificial han quedado fuera de la agenda de prioridades de las tecnológicas, por la sencilla razón de que ahora no es el momento más oportuno para estas disquisiciones.

A modo de ejemplo, el mismo experto del World Economic Forum señala que "las empresas que se manifiestan abiertamente en favor de iniciativas ecológicas y una mayor sostenibilidad pueden enfrentarse a reacciones negativas. Es el caso del estado de Texas, que recientemente prohibió a las entidades locales hacer negocios con ciertos bancos significados contra los combustibles fósiles y castigar ciertas inversiones poco ecológicas.

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