
Es evidente que el sabor es la característica más codiciada a la hora de seleccionar cualquier alimento. Pero si hay un producto cuyo sabor está en especialmente en entredicho, ese sin duda es el tomate. Al margen de las zonas rurales, esta cualidad ha ido desapareciendo en los tomates de las urbes y de las grandes superficies de forma paulatina, por culpa de la búsqueda de mayores rentabilidades y disponibilidades a lo largo de todo el año. Por ello, compatibilizar buenos rendimientos con buenos sabores ha sido objeto de estudio por parte de la comunidad científica.
Un equipo de científicos de diversos centros de China parece haber dado en el clavo de esta cuestión. Según un estudio publicado en la revista Nature, estos investigadores han descubierto cómo producir tomates en masa mucho más dulces sin menoscabar la productividad gracias a la modificación genética.
¿Cómo lo consiguieron? Jinzhe Zhang, genetista vegetal de la Academia China de Ciencias Agrícolas en Pekín y coautor del estudio, comenta en un artículo publicado en la misma revista que los tomates del supermercado "saben a agua" o que, directamente, "no tienen sabor". Por ello, tanto él como sus colegas compararon los genomas de una de las especies de tomate más cultivadas (Solanum lycopersicum) con sus contrapartes silvestres, mucho más dulces.
Rotten tomatoes no more: growing sweeter tomatoes is possible by editing just two of the fruit's genes https://t.co/ooIzpwLypq
— nature (@Nature) November 14, 2024
Al hacerlo, descubrieron diferencias significativas en dos genes concretos (el gen Sl CPK2 7 y su parálogo Sl CDPK26), los cuales codifican una proteína que degrada las enzimas responsables de la producción de azúcar. Según explican los autores, estos genes actúan como frenos de azúcar.
Aplicando técnicas de edición genética CRISPR, los investigadores desactivaron estos dos genes y, tal y como vaticinaban, las plantas de tomate dieron frutos mucho más dulces. Concretamente, hasta un 30% más dulces respecto al tomate del súper. Los tomates modificados no presentaban diferencias en cuanto al tamaño o al peso. En cambio, sí que contenían menos semillas y presentaban una tonalidad más clara.
Por tanto, este hallazgo podría mejorar de forma masiva masivamente el sabor de los futuros tomates sin requerir mayores esfuerzos económicos, naturales o materiales. Pero además posee un valor doble; los genes que otorgan dulzor al tomate también se encuentran presentes en otros vegetales, lo cual podría significar que esta misma técnica se podría extender a otros productos.