
La crisis del coronavirus abrió una puerta que nunca antes se había planteado. El mundo se encerró en sus casas con el objetivo de detener el avance de la pandemia y, durante meses, las calles quedaron desiertas. El resultado fue el esperado y se consiguió controlar la Covid-19. No obstante, y según explica la senior advisor de EY y exministra de Agricultura y Pesca, Isabel García Tejerina, "hoy sabemos que confinar a la población tiene severas consecuencias, y no solo económicas".
Una de las mayores amenazas globales, actualmente, es el cambio climático. Las elevadas temperaturas y las continuas olas de calor han puesto sobre la mesa la posibilidad de un confinamiento climático. Aunque este concepto aún no existe formalmente, ya hay países asiáticos que han cerrado las escuelas y han recomendado a los ciudadanos resguardarse en sus viviendas debido a las temperaturas extremas.
El problema radica en que las ciudades no están preparadas para enfrentarse a las consecuencias del cambio climático. Los primeros países en actuar y optar por el confinamiento climático han sido Filipinas, Bangladesh y Tailandia. Con temperaturas que rondan los 38ºC y una sensación térmica de más de 40ºC, los gobiernos de estas regiones no tuvieron otra alternativa. De hecho, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) ha señalado que Asia es la región más afectada por los efectos del cambio climático, con una subida de las temperaturas acelerada: "Asia se está calentando más rápido que la media mundial. La tendencia al calentamiento casi se ha duplicado desde el período 1961-1990", apuntan desde la OMM.
¿Es posible un confinamiento?
Sin embargo, aunque el término confinamiento climático todavía no esté muy extendido, más países han tomado medidas ante situaciones climáticas extremas. Por ejemplo, en Colombia, tras una sequía histórica, el Gobierno decretó un día no laborable para tratar de reducir el consumo de agua y electricidad. Algo similar hizo Irán en agosto del año pasado, ordenando dos días festivos debido a las altas temperaturas. En Manila, por otro lado, se instalaron duchas portátiles para los niños que no podían asistir a clases por las condiciones extremas.
Con estas medidas que están tomando algunos países, surge el dilema: ¿puede un Estado coartar las libertades de los ciudadanos en nombre del cambio climático? De momento, los países que han tomado medidas de este tipo solo han presentado recomendaciones. "El Estado debe velar por la protección de los ciudadanos, por su salud, por su integridad física. Pero, para ello, hay múltiples mecanismos y un reparto de competencias entre administraciones", comenta García Tejerina.
Sin embargo, cuando se habla de confinamiento climático, hay que tener en cuenta que "no todas las personas tienen la misma capacidad de resistencia ante el calor extremo. Entonces, ¿cómo delimitar quienes y en qué circunstancias confinar?", se pregunta la exministra de Agricultura. Y agrega que "deben agotarse todos los cauces previos donde si las administraciones puedan ejercer su responsabilidad antes de invadir derechos fundamentales". Un ejemplo que propone la experta es la creación de un Plan de Adaptación al Cambio Climático, por disponer de los mejores sistemas de alerta temprana, por educar a la población en las consecuencias y en la responsabilidad ante fenómenos climáticos extremos.
A raíz de estas noticias, el año pasado, la Unión Europea se vio sumida en un bulo. Por Internet empezó a circular la idea de que desde Bruselas se estaban planteando un confinamiento climático para los países con un determinado nivel de contaminación; sin embargo, la Comisión Europea desmintió esto, ya que en ninguna de las normativas para combatir el cambio climático se menciona la posibilidad de un encierro de la sociedad.