
Es uno de los momentos más esperados del año en la vida política estadounidense. El discurso sobre el Estado de la Unión es visto en directo por más de 30 millones de personas, aunque el récord en lo que va de siglo lo tiene G.W. Bush en 2003 con 62 millones de personas pegadas al televisor. Trump se enfrentará por primera vez en la noche de este martes (a las 3.00 AM del miércoles, hora de la España peninsular) a su primer discurso de estas características, donde se prevé que proponga un plan de 1,7 billones de dólares en infraestructuras y ensalce el desempeño económico del país desde que llegó a la Casa Blanca. Pero Trump es imprevisible.
El republicano se encontrará en el escenario en el que peor se maneja: un acto protocolario con más dos siglos de tradición, donde salirse del guión establecido se puede pagar muy caro. Trump, que llegó a la Casa Blanca por su espontaneidad e improvisación, hablará ante los miembros de ambas cámaras sabiendo que no sólo se analizará cada frase - previamente escrita y revisada por los guionistas del Presidente - sino cada gesto, cada entonación, cada pausa.
Precisamente por ello, Trump debería evitar los temas más polémicos y sus derrotas - como la frustrada reforma sanitaria -, e intentar ser lo más "presidenciable" posible, como hizo hace unos días en el discurso pronunciado en el Foro de Davos. Lo normal es que se centre en el éxito económico del país, tanto en reducción del desempleo como en el espectacular rally alcista de los principales indicadores bursátiles en el último año.
Sin embargo, parece difícil que se aleje de la mención a la política migratoria, el próximo objetivo que tiene el magnate después de la aprobación de la reforma fiscal que tanto han celebrado las grandes corporaciones. En su última propuesta, afirma que permitirá la permanencia en el país de los 'dreamers' - aquellos jóvenes que entraron ilegalmente en EEUU siendo niños - a cambio de que el Congreso conceda 25.000 millones para el muro con México.
Por otra parte, es probable que Trump apele a un nuevo entendimiento entre demócratas y republicanos sobre el gasto federal, tras el reciente cierre del Gobierno durante tres días. La nueva fecha límite es el 8 de febrero, cuando podría volver a ocurrir lo mismo salvo que se alcance otro acuerdo bipartidista que vuelva a prorrogar los fondos.
En política exterior, Corea del Norte y el ISIS
En cuanto a política exterior, es todo un clásico que en el Estado de la Unión los distintos presidentes mencionen la calidad de la democracia estadounidense en comparación con otros regímenes. En este sentido, todo apunta a que podría hacer una defensa de la democracia norteamericana frente a la dictadura norcoreana y sus amenazas. La lucha contra Estado Islámico también aparecerá, en un guiño al ala más dura del Partido Republicano. Podría destacar sus relaciones con China - pese a las tiranteces económicas por los aranceles - y la Unión Europea, aunque es más dudoso que mencione la posible injerencia rusa en las elecciones que le llevaron al Despacho Oval y que suponen la gran amenaza para su Presidencia en el corto plazo.
En su último discurso sobre el Estado de la Unión, en enero de 2016, Obama quiso centrarse más en el futuro del país que en el año que había transcurrido desde el anterior. En plena campaña de primarias, alertó de aquellos que "prometen restaurar la gloria pasada si ponemos bajo control algún grupo o idea que amenazaba América", algo que pareció una alusión al "Hacer América grande de nuevo" que usó Trump como eslógan. Preguntaba Obama entonces a su desconocido sucesor cómo dar a todos una oportunidad y seguridad en la economía actual, cómo resolver el cambio climático, cómo liderar el mundo sin convertirse en su policía y cómo hacer que la política de EEUU "refleje lo mejor de nosotros y no lo peor". Dos años después de estas preguntas, uno después del relevo en la Casa Blanca, Trump está lejos de poder responder a estas cuestiones.
Un Kennedy y una congresista hispana a la réplica
Los demócratas han decidido representar una lucha del bien contra el mal en el debate. Si para ellos Trump representa todos los males (ayudar a las grandes empresas, aumentar desigualdades, rechazar la inmigración, bajar impuestos), le confrontarán con el apellido que simboliza todos los bienes: Kennedy.
Joseph Kennedy III, de 37 años, será uno de los encargados de subir al estrado a dar la réplica al presidente. Es nieto de Robert (Bobby) Kennedy, quien fuera hermano de John Fitzgerald Kennedy, Fiscal General bajo esa presidencia y candidato a las primarias demócratas hasta que fue asesinado.
El joven Kennedy es un congresista demócrata que se encuentra en su tercer mandato como representante de Massachusetts. "De la sanidad a la justicia económica o los derechos civiles, la agenda demócrata permanece en fuerte contraste con las promesas rotas del presidente Trump a las familias americanas", señalaba en Twitter cuando se dio a conocer su elección.
From health care to economic justice to civil rights, the Democratic agenda stands in powerful contrast to President Trump's broken promises to American families. Deeply honored to be chosen to deliver the response to the State of the Union next week. Stay tuned for updates!
— Rep. Joe Kennedy III (@RepJoeKennedy) 26 de enero de 2018
Los demócratas presentarán también a la activista hispana Elizabeth Guzman, la primera mujer hispana elegida por Virginia para la Cámara de Representantes. Su réplica será en español, y presumiblemente se centrará en el conflicto sobre los 'dreamers'.
Además de estas dos respuestas oficiales, pronunciará su réplica el senador Bernie Sanders, candidato a las primarias demócratas, así como la excongresista Donna F. Edwards.
Por otra parte, varios legisladores demócratas han anunciado su intención de boicotear el discurso, no asistiendo al evento. Es el caso de John Lewis (Georgia), Frederica Wilson (Florida) o Pramila Jayapal (Washington), o Maxine Waters (California) quien se ausentará y dará su réplica en una televisión dirigida a la audiencia afroamericana.