
Los débiles datos de ventas minoristas en el primer segmento del año en EEUU hacían temer lo peor: el miedo ante los aranceles y las erráticas políticas económicas de Donald Trump estaban haciendo mella en los consumidores. Con los índices de confianza desplomándose a cada lectura, el relato cobraba tracción: la incertidumbre estaba apagando al gran motor de la primera economía del mundo, un gasto en consumo personal que supera los dos tercios del producto interior bruto (PIB). Las sucesivas revisiones a la baja en la partida de consumo privado correspondiente a la lectura de PIB del primer trimestre hacían el resto. Sin embargo, algo ha cambiado y los nuevos datos están dando la razón a aquellos que avisaban que el 'latigazo' de comienzos de año lo dio el mal tiempo y no el inquilino de la Casa Blanca.
El dato de ventas minoristas de junio publicado este jueves por el Departamento de Comercio ha sido especialmente revelador. El sólido aumento del 0,6% intermensual del gasto minorista total invirtió la mayor parte de la caída del 0,9% de mayo y tuvo una base amplia, coinciden los analistas. Tal vez lo más sorprendente, señalan los de Capital Economics en una nota para clientes, sea que las ventas de vehículos de motor y piezas de recambio aumentaron un 1,2% intermensual, a pesar de que los datos más oportunos de ventas de unidades de los fabricantes de automóviles mostraron un descenso similar. Sin contar los automóviles, las ventas aumentaron un 0,5% intermensual. El gasto en restaurantes y bares, la única categoría del sector servicios incluida en el informe minorista, avanzó un 0,6%.
"El gasto minorista en materiales de construcción y servicios alimentarios repuntó, lo que refuerza nuestra opinión de que los descensos de mayo se debieron sobre todo a las lluvias impropias de la estación en el este del país, y no a un retroceso del gasto discrecional de los consumidores. La única señal potencialmente preocupante fue la caída de las ventas al por menor de muebles y electrónica, tras descensos ligeramente mayores en mayo, lo que sugiere que los aranceles están empezando a pesar en el gasto en esas áreas", añaden desde la casa de análisis.
Las cifras de ventas minoristas reflejan principalmente las compras de bienes, que representan en torno al 42% del gasto total de los consumidores. Dado que las cifras de ventas minoristas no están ajustadas a la inflación, una disminución podría reflejar un menor gasto o simplemente precios más bajos. De igual manera, un aumento podría indicar precios más altos en lugar de un mayor volumen de ventas.
Cogiendo la calculadora, estos analistas apuntan hacia las ventas del grupo de control, que alimentan la lectura de PIB que elabora de la Oficina de Análisis Económico (BEA) y que subieron un 0,5% intermensual en junio, mientras que los datos de mayo se revisaron para mostrar un aumento ligeramente inferior. La medida excluye servicios de alimentación, concesionarios de automóviles, tiendas de materiales de construcción y gasolineras.
Junto con la caída del 1,7% intermensual de las ventas de vehículos de motor de los fabricantes -que la BEA utilizará para estimar el consumo de vehículos- y su estimación de un aumento del 0,27% intermensual del deflactor general del PCE (gasto en consumo personal) del mes pasado, estos economistas calculan que el consumo real aumentó un 0,25% intermensual en junio. Esto respalda sus previsiones de crecimiento del consumo y del PIB para el segundo trimestre del 1,6% y del 2,5%, respectivamente. No son las fuertes cifras del final de 2024, pero demuestran resistencia ante tanta inquietud.
Más allá del incipiente efecto en los muebles y la electrónica, todas estas cifras "deberían disipar cualquier temor a que el gasto general de los consumidores esté flaqueando en respuesta a los aranceles", remachan los analistas de Capital Economics. Los estadounidenses se han mostrado mayoritariamente pesimistas sobre la economía y sus finanzas este año, ya que los aranceles amenazan con agravar la crisis del coste de vida que ya lleva años, aunque la confianza ha repuntado ligeramente recientemente.
Heather Long (Navy Federal Credit Union): "Los consumidores están dispuestos a comprar si creen que pueden conseguir un buen precio"
El mejor ambiente ha coincidido con una cierta reducción de los aranceles de Donald Trump con la tregua declarada en abril, pero en la última semana, ha intensificado sus amenazas contra socios comerciales clave y bienes que entrarán en vigor el próximo mes. Al mismo tiempo, la inflación ha dejado sensaciones para todos los gustos. Los precios de productos más expuestos a los aranceles, como juguetes y electrodomésticos, aumentaron notablemente según los últimos datos de inflación, lo que sugiere que los costes de importación se están trasladando a los consumidores. Por otro lado, se impone la visión de que los aranceles aún no han dado un verdadero golpe inflacionario y que éste, en todo caso, llegará a partir del verano. Particularmente llamativa fue la inflación mayorista de junio (índice de precios al producto) que sorprendió este miércoles claramente a la baja.
Aunque todo es susceptible de empeorar, como casi siempre en la economía, este escenario hace que merezca la pena rescatar las repetidas palabras del economista jefe de UBS, Paul Donovan, instando a "no apostar nunca en corto contra el hedonismo del consumidor estadounidense". "Los datos recordaron una vez más a los inversores la conveniencia de no subestimar nunca el hedonismo del consumidor estadounidense. Las ventas minoristas de septiembre fueron fuertes (los datos incluyen el efecto de la inflación). Los consumidores suelen mostrarse incrédulos ante los datos, pero el valor de las ventas minoristas estadounidenses ha subido más de un 25% desde principios de 2021, mientras que la inflación de los bienes ha subido algo más del 17% en el mismo periodo. Eso sugiere un aumento del nivel de vida, al menos cuando se mide por las posesiones materiales", escribía el pasado otoño.
"Aún existe mucha inquietud sobre los aranceles y las probables subidas de precios, pero los consumidores están dispuestos a comprar si creen que pueden conseguir un buen precio", afirma Heather Long, economista jefe de Navy Federal Credit Union, en una nota. "La palabra clave para la economía es resiliencia".
La fuerza de este informe de ventas minoristas arroja algo más de duda a la hoja de ruta de la Reserva Federal. Si los datos de inflación de junio (por debajo de lo esperado en líneas generales) han abierto el dato a un posible primer recorte de los tipos de interés en septiembre (la Fed no los baja desde diciembre) y dado alas a aquellos que cargan (empezando por Trump) contra el presidente del banco central, Jerome Powell, síntomas de fortaleza como el del consumidor vuelven a dar más peso a la pausa. Como cada semana insiste más de un analista de Wall Street, el grueso de la Fed no se decantará por recortes de tipos en lo que queda de año a no ser que el mercado laboral sucumba. Algo que todavía no se ha visto.
De hecho, en junio el empleo volvió a sorprender por su aguante y los datos accesorios van en esa línea. Este jueves se ha conocido precisamente que las solicitudes iniciales de prestaciones por desempleo (el famoso paro semanal de EEUU) han caído por quinta semana consecutiva, alcanzando su nivel más bajo desde mediados de abril. Las peticiones de subsidio de desempleo bajaron un poco más, de 228.000 a 221.000 solicitudes. Esto indica que las empresas están reteniendo a sus trabajadores en gran medida. Y como dice Donovan: "La seguridad en el empleo y el aumento de los ingresos reales son poderosas fuerzas de apoyo a la actividad económica a través del gasto de los consumidores".
"Los datos estadounidenses de este jueves son en general más firmes en cuanto a la actividad y el empleo. En general, respaldan la opinión de que la Reserva Federal no necesita con urgencia una nueva bajada de los tipos de interés", sentencian desde ING.