
El país que supuestamente tiene las peores condiciones de trabajo de Europa, al menos si lo medimos en términos de porcentaje de asalariados con contratos temporales o a tiempo parcial, con un récord de pluriempleo, anota, sin embargo, una tasa de paro inferior al 4% y ostenta una de las mayores rentas per cápita de los Veintisiete. Un cúmulo de contradicciones con nombre propio, Países Bajos, que parece haber dado con la fórmula para convertir prácticamente todo aquello que se considera una lacra para un mercado laboral en una fórmula de éxito.
La holandesa es una de las economías europeas más dinámicas en términos de empleo de la Unión Europea, y tiene un elevado peso de los contratos considerados 'precarios' que, hoy en día, resulta muy superior al de España. Sin embargo, no se puede decir que el empleo sea más estable en nuestro país. La rotación laboral (la suma del porcentaje de ocupados que empezaron un empleo y la de los desempleados que abandonaron el suyo en los últimos tres meses) equivale al 10,8% del empleo, mientras que en Países Bajos se queda en el 5,9%. ¿Cómo es posible esto con empleos de peor calidad?
Existen varias explicaciones. Una de ellas nos lleva a pensar en qué es antes, si el huevo o la gallina. Es decir, cabe preguntarse si un mercado laboral precario y dual como el de España genera un sistema productivo precario y muy estacional o... viceversa. Pues el caso de Países Bajos revela que un mercado laboral precario y una economía próspera pueden coexistir e incluso ser compatibles (generar sinergias). Cuando el sistema productivo de un país es competitivo, sólido, eficiente, genera gran valor añadido y es intensivo en tecnología, aunque el mercado laboral presente una regulación que parece precaria, los salarios son muy elevados, la tasa de ocupación muy alta y el desempleo muy bajo... todo ello trabajando muy pocas horas. Un buen ejemplo son los siguientes datos que comparan el mercado laboral de Países Bajos con el de España.
A priori, una comparativa de temporalidad resulta rotundamente favorable a España, con una tasa del 15,2% de los asalariados frente al 25,7% de Países Bajos. Aunque en esta brecha ayuda un cambio en la elaboración de las EPA neerlandesa para acercarla mejor a los criterios de Eurostat, que en 2021 disparó en casi diez puntos su tasa de empleo temporal. A finales de ese mismo año, España aprobó una reforma laboral que penalizó la contratación eventual, lo que consolidó la diferencia entre ambos países.
Mucho más abultada es la diferencia en la tasa de trabajadores a tiempo parcial, que llega el 42,5% de los ocupados holandeses, frente al 14% de los españoles. Sin embargo, el porcentaje de estos ocupados que trabajan con jornadas reducidas porque no encuentran un trabajo a tiempo completo es del 2,2%, mientras en España se dispara al 46,6%. Esto apunta a que el empleo a tiempo parcial 'forzado' por la falta de oportunidades laborales es mucho más frecuente en España que en Países Bajos, lo cual puede explicar por qué tantos trabajadores españoles lo rechazan.
Desde luego, el contrato a tiempo parcial en España está muy lejos de ser la entrada al empleo de calidad para trabajadores más jóvenes o que compaginan trabajo y estudios. Esto puede decirse de Países Bajos, donde la tasa de paro juvenil también es muy inferior y la denominada formación dual está muy implantada. De hecho, prácticamente no hay ninis, al menos en comparación con nuestro país. En contrapartida, su tasa de pluriempleo alcanza el 10,5% de los ocupados, un porcentaje que multiplica por cuatro el 2,5% de España y es el segundo nivel más elevado de la zona euro y el segundo de la UE, después de Dinamarca.
La productividad marca las reglas del juego
La clave que distingue a Países Bajos y España está en la elevada producción por hora de los 'holandeses' y en la capacidad de la economía para llevar el empleo a todas las esquinas del país. En el caso de Países Bajos, esta 'precariedad' es una flexibilidad que permite mantener a prácticamente toda la población ocupada. Una productividad más alta suele traducirse a su vez en unos salarios más elevados (eso dice la teoría económica). Según los últimos datos publicados por la OCDE (correspondientes a 2024), los holandeses logran producir por cada hora de trabajo el equivalente a algo más de 82 dólares en paridad de poder adquisitivo, prácticamente el mismo nivel que los estadounidenses. Mientras tanto, los españoles producen unos 60 dólares por hora trabajada. Esto muestra que muchas veces la clave no es más, sino mejor.
Como explica la propia OCDE, el PIB por hora trabajada es una medida de la productividad laboral que evalúa cómo de eficiente es la combinación del factor trabajo (empleados) con los otros factores de producción (capital, tecnología y tierra) que se utilizan en el proceso. Para ello, se divide el PIB entre todas horas trabajadas en el país. La relación entre la producción o PIB y las horas de trabajo depende en gran medida de la maquinaria usada, la formación de los trabajadores, los insumos intermedios, los avances técnicos, organizativos, de eficiencia y las economías de escala. Todo esto es consecuencia más del sistema productivo que de la legislación del mercado laboral. Aunque sin duda la una influye en la otra y viceversa, el modelo productivo holandés funciona bien con su mercado laboral.
Este rendimiento excepcional se explica por factores estructurales: una economía pequeña, pero altamente desarrollada e integrada en las cadenas globales de valor, un entorno empresarial innovador con alta adopción tecnológica, y una fuerza laboral muy cualificada, según revelaba un informe del FMI en una de sus últimas evaluaciones de la economía holandesa. Además, el país cuenta con instituciones sólidas e infraestructura de primera clase (puertos, transporte, redes digitales) que fomentan la eficiencia. Históricamente, Países Bajos ha mantenido costes laborales unitarios relativamente bajos frente a la media de la eurozona, reflejo de su elevada productividad y contribuyendo a su competitividad. Sectores clave y contribución a la competitividad. La ventaja productiva neerlandesa se manifiesta en varios sectores especializados de su economía.
En agricultura de alta tecnología, los Países Bajos se han convertido en uno de los mayores exportadores (o reexportadores) mundiales de productos agroalimentarios gracias a innovaciones como invernaderos automatizados, genética avanzada y robótica. El sector de logística es otro pilar: el puerto de Róterdam es el más activo de Europa (y top 11 mundial en volumen), y junto con el aeropuerto de Schiphol posiciona al país como hub de comercio global, reduciendo costos y tiempos de transporte para las empresas. En la industria manufacturera, Países Bajos sobresale en nichos de alto valor añadido y tecnología punta (maquinaria, electrónica, química); por ejemplo, la empresa ASML, buque insignia nacional, domina más del 90% del mercado global de equipamiento litográfico para semiconductores, ilustrando la enorme productividad de su sector tecnológico.
Finalmente, los servicios financieros con centro en Ámsterdam (también el hub del transporte marítimo de Róterdam) aportan competitividad mediante un potente sector bancario y de gestión de activos internacionales, facilitando la financiación de la economía. En conjunto, estos sectores altamente productivos y especializados apuntalan la competitividad general de Países Bajos y explican su excepcional nivel medio de productividad. Pese a la temporalidad y el trabajo a tiempo parcial, los holandeses producen más y mejor que otros países con mercados laborales menos 'precarios' en términos legislativos y prácticos.
Con todo, y pese a la supuesta 'precariedad', la renta per cápita de Países Bajos es las más altas de todo el euro, solo por detrás del extraordinario caso de Irlanda. El PIB per cápita de los holandeses es de 63.030 euros, una renta que supera en 11.000 euros a la de los austriacos y en 13.000 euros a la de los alemanes... y que casi duplica a la de España. Esto demuestra o evidencia que trabajar pocas horas o el trabajo a tiempo parcial no son negativos per se para la economía, pese a que la lógica parece señalar lo contrario.
No hay despido libre
Los buenos datos de Países Bajos no solo desmontan ideas preconcebidas sobre la precariedad: también contradicen algunas recetas recurrentes sobre el dinamismo del mercado laboral, que instan a España a facilitar los despidos para agilizar la contratación, llegando incluso a coquetear con la idea del despido libre.
El hecho es que la regulación laboral holandesa no es de las más flexibles en materia de despido: exige la autorización administrativa previa o, la de un juez salvo en los casos de despido "sumario" (el equivalente al cese disciplinario español), jubilación o fin de un contrato temporal. Pero regula las dimisiones de una forma más clara que la española, garantizando incluso el derecho a prestación por desempleo.
Sin embargo, estas garantías no se aplican igual a los trabajadores de empresas de trabajo temporal, que tienen mucho más peso en Países Bajos que en España. Muchos son extranjeros que se sienten atraídos por elevado volumen de ofertas que genera la economía holandesa. Su tasa de vacantes es del 4,2% sobre el total de empleos, frente al 0,9% de España. Esto significa que hay casi más puestos por cubrir que parados.
El problema, como descubrieron muchos españoles que optaron por esa vía durante la crisis y en los años posteriores, es que las condiciones que encuentran son mucho peores que las de los nacionales holandeses. Y no solo laborales: los costes de alojamiento son tan elevados en un país con un tercio de su territorio bajo el nivel del mar que los asalariados se encuentran con que deben dinero a sus empleadores. En los últimos años, el Gobierno holandés ha endurecido la legislación para evitar abusos, aunque, la situación laboral de los extranjeros sigue siendo más compleja que la de los nacionales. Esta dualidad entre nacionales y 'temporeros' extranjeros es quizá la mayor mácula de un mercado laboral cargado de paradojas.