
Intel está inmersa en la transformación de su negocio, un cambio de estrategia complicado y costoso, que está suponiendo una crisis para la compañía. Últimamente, la de procesadores ha tomado medidas drásticas, como echar al 15% de la plantilla, cancelar el dividendo o reducir el gasto. Paralelamente, la firma está abierta a desinvertir en algunos activos o a buscar apoyo en el mercado de capitales. En este contexto, le han salido al menos dos pretendientes.
Uno de ellos es Qualcomm, una empresa de chips que compite directamente con Intel. La compañía ha ofrecido a la de Pat Gelsinger una fusión que, de confirmarse, sería una de las mayores adquisiciones de la historia, según Bloomberg. El otro interesado es Apollo Global Management. La gestora propone inyectar 5.000 millones de dólares en Intel para entrar en su capital, informa la misma fuente, ya que ambas ofertas se estarían negociando y no hay nada público.
En su último cierre la capitalización de Intel se sitúa en los 93.387 millones de dólares. Si hay un buen momento para entrar en la compañía de procesadores es este. La firma ha perdido 118.500 millones de valor en bolsa este curso o un 56,5%. De hecho, sus acciones han tocado recientemente mínimos de más de una década, desde 2013, lo que hace que algunos hayan visto una oportunidad.
El rendimiento de la de Santa Clara en bolsa la lleva al podio de las empresas que peor desempeño tienen en el S&P 500 en lo que va de curso. Con esa pérdida de más de la mitad de su capitalización, solo la farmacéutica Walgreens Boots supera a Intel como la peor de todo el índice, quedándose la de procesadores como la segunda peor.
El momento vulnerable de Intel contrasta con el del resto de empresas de semiconductores con las que se quiere equiparar, ya que muchas se han visto beneficiadas por el auge de la inteligencia artificial (IA). Sin ir más lejos, Qualcomm es una de ellas. Su rally en este ejercicio es del 16,8%, comparable con la subida del Nasdaq 100 en el mismo periodo, del 17,6%.
En esta crisis en la que se encuentra Intel, la propia compañía hizo un llamamiento. No solo está centrada en reducir el gasto para asegurar su liquidez, sino que anunció que podría desinvertir en algunos de sus activos o buscar apoyo en el mercado de capitales. Ha habido varios rumores al respecto y siempre se ha apuntado a Mobileye, una empresa que desarrolla tecnología de conducción autónoma, como una de las opciones para que la de Pat Gelsinger desinvirtiera y levantara fondos. Aunque su dueña confirmó la semana pasada que no vendería una participación mayoritaria en dicha firma, sí deja la puerta abierta a dar la bienvenida a nuevos socios.
Intel está obligada a buscar soluciones. La compañía está inmersa en la transformación de su negocio, un cambio de estrategia complicado y costoso, que le está costando su actual crisis. Históricamente, se ha dedicado a diseñar y a fabricar chips, un modelo de negocio único en la industria, ya que las competidoras se dedican a una u otra cosa. Nvidia es un ejemplo de firma que diseña y TSMC un ejemplo de empresa que funde o fabrica.
Pero la de Gelsinger se dio cuenta de que su modelo había dejado de funcionar, por lo que ha apostado por convertirse también en una fábrica. No solo para seguir fundiendo sus chips, sino para aceptar pedidos de terceros y competidores, como Nvidia. Eso requiere unos costes elevadísimos, ya que Intel está invirtiendo en capacidad productiva, en fábricas. Mientras, esa apuesta de abrirse a nuevos clientes no está generando suficientes ingresos. Y eso está lastrando las cuentas de la tecnológica.
Tanto es así que Intel ha tomado varias decisiones relevantes recientemente. Una de las más llamativas ha sido paralizar durante dos años la construcción de una megafábrica de 30.000 millones de euros en Alemania y otro proyecto en Polonia. Con ese movimiento, la estadounidense ha parado todas sus inversiones en Europa, salvo Irlanda.