
No es ningún secreto que las grandes compañías tecnológicas (al igual que en otros sectores) han tenido que esforzarse más que otras para llegar hasta donde están. Siempre hay otros factores a tener en cuenta, pero lo que las hace diferenciarse del resto es el perfeccionismo y la necesidad de encontrar lo mejor posible lo que las hace llegar hasta lo más alto.
Si tuviésemos que pensar en alguna de estas empresas que son de este tipo, seguramente el nombre de Apple nos vendría a la mente, ya que sus productos siempre son pioneros, rompedores y diferenciales a los demás.
Lo cierto es que para conseguir esto, Apple tiene cientos de trabajadores que trabajan de sol a sol diseñando lo que podría ser convertirse en el próximo gran producto de la compañía, pero el problema es que de cada cien que presentan internamente, como mucho uno pasa a la siguiente fase.
El escrutinio a la hora de elegir que diseños y modelos siguen hacia delante es muy duro, y en el artículo de hoy, te vamos a contar una anécdota de lo que hizo Steve Jobs, fundador y exCEO de la compañía, con uno de los primeros prototipos del iPod, el reproductor MP3 de la compañía.
Steve Jobs, una pecera y el primero prototipo de iPod
A Steve Jobs siempre se le ha visto como una persona amigable, contenta y pocas personas son capaces de imaginárselo enfadado o gritando a sus empleados, pero eso no significa que no sea capaz.
Para llevar a Apple a donde está hoy en día, necesitaba los mejores productos, y conseguirlos lleva mucho sudor y sangre, y como no más de un grito. Esto pasó con el primer prototipo del iPod, que cuando se lo presentaron lo observó cuidadosamente, fijándose en el tamaño, forma y también su peso.
Tras un breve análisis, Jobs llegó a la conclusión de que el aparato era demasiado grande, la idea que tenía el fundador de Apple era de un dispositivo lo más compacto y ligero posible, y este no cumplía con sus expectativas.
Los ingenieros insistieron que no podían hacer más, argumentando que si lo hacían más pequeño, algunas funciones del iPod no podrían ejecutarse. Jobs se los quedó mirando, y sin decir una palabra se levantó de su silla, cogió el prototipo y lo tiró dentro de una pecera que había en esa sala.
Ante la mirada incrédula de los ingenieros, el iPod se comenzó a hundir a la vez que pequeñas burbujas subía a la superficie a lo que Jobs señaló "Estas son burbujas de aire, lo que significa que hay espacio dentro. Hazlo más pequeño".
Ante esta aplastante lógica, los ingenieros no tuvieron otra excusa y tuvieron que ponerse manos a la obra. Esta curiosa historia se ha convertido en uno de los episodios más míticos dentro de Apple, y demuestra el perfeccionismo y los estándares que estas compañías tienen para llegar y mantenerse en lo alto tantos años.