
La industria de semiconductores se ha convertido en un sector estratégico y escenario de nuevas tensiones entre Oriente y Occidente. Lo ha hecho tanto para las economías, en un inicio, más prominentes en su producción, como China o Taiwán, pero también para los proveedores de maquinaria para su fabricación como la UE. Un combo al que sin duda han contribuido los cortes de la cadena de suministro de la pandemia. Las restricciones sobre la mesa en cada punto del globo sientan las bases para que aumente la tensión ante el riesgo de que Pekín pueda utilizar tal tecnología para usos militares.
En el arranque de agosto, entraba en vigor en el gigante asiático el veto a las exportaciones de dos minerales críticos para la producción de microchips, el galio y el germanio. Y como principal productor de tierras raras, Pekín copa el 80% de la producción de galio y el 60% del germanio, según los datos de la Alianza de Materias Primas Críticas, y se utilizan en la fabricación de chips avanzados, baterías de vehículos eléctricos, radares o satélites.
A la vez, China ha sido objeto de restricciones a las exportaciones de materiales clave para la producción de microchips. Ha sido así por parte de Japón. También las conocidas medidas de Estados Unidos y las que entrarán en vigor en septiembre de Países Bajos, que acoge al fabricante de elementos esenciales en la fabricación de microchips ASML.
Concretamente, las restricciones holandesas atañen a la venta de maquinaria avanzada a China para la fabricación de microchips. El fabricante ASML necesitará licencias por parte del Gobierno para poder exportar su maquinaria de impresión de semiconductores, ya que es uno de los pocos proveedores mundiales de esta tecnología. Una decisión similar a la que tomó Japón en un intento por limitar el acceso del gigante asiático a la tecnología necesaria para fabricar microchips.
Detrás de tal decisión está el empuje de Estados Unidos para que la UE también imponga medidas a Pekín que limiten su acceso a componentes de fabricación de chips. Pero también la estrategia puesta en marcha por el Ejecutivo comunitario que llama a mitigar riesgos con China. Tanto es así que Bruselas presentó, en junio, una propuesta para controlar las inversiones de las empresas europeas en el país en sectores clave. Como parte de su Estrategia de Seguridad Económica, lo que Bruselas busca es supervisar la posible trasferencia de tecnología a otros países como Rusia y su posible doble uso, civil y militar.
Por su parte, la Administración Biden ha puesto sobre la mesa restricciones al acceso de China a semiconductores avanzados producidos en Estados Unidos, también los de inteligencia artificial. Medidas que afectan a firmas tecnológicas como Nvidia, Intel o Qualcomm.
Alemania y Países Bajos, importadores de tierras raras
Por lo pronto, parece que Pekín ha optado por hacerse autosuficiente e impulsar la construcción de plantas de producción de microchips de generaciones anteriores. La respuesta del Gobierno chino a las restricciones impuestas por Occidente ha pasado por dotar a su industria de semiconductores de millones en inversión para potenciar la fabricación de microchips, pese a que se trate de aquellos que no han sido aún vetados por Occidente. Estos son, precisamente, los semiconductores de los que el sector del automóvil necesitó y no tuvo suministro desde el gigante asiático durante la pandemia.
Por lo pronto, las principales firmas europeas en fabricación de microchips no han manifestado, en su publicación de resultados, preocupaciones sobre el posible impacto de las limitaciones de galio y germanio. Cabe considerar que Alemania y Países Bajos se encuentran en el top tres mundial entre los principales importadores de galio.
En una perspectiva más amplia, cabe considerar que la UE ha dado ya el visto bueno a su Ley de Microchips, que busca dotar de autonomía estratégica en el sector de los semiconductores al bloque comunitario. Un plan dotado de 43.000 millones de euros, algo inferior a los 52.000 millones de dólares (unos 47.500 millones de euros) que ha puesto Estados Unidos a disposición de su industria de semiconductores y que sientan las bases para una carrera tecnológica y arrojan sombras de cierto proteccionismo.