
Apple tiene descontado que los móviles que nacen en los años impares resultan más complicados de vender que aquellos que se alumbran en los pares. Históricamente, el fabricante renueva el diseño de sus 'smartphones' cada dos años, consciente de que los caprichos entran por los ojos, pasan por el corazón y llegan a la cartera. Y todo eso se pone cuesta arriba cuando los argumentos se ocultan tras la carcasa, a la vista de la letra pequeña del manual de uso. En estas circunstancias, la compañía estadounidense lo apuesta todo por la belleza interior.
Esto último es lo que sucede con la familia del 'iPhone 11', que gana en las distancias cortas, alejada de los focos de la presentación del pasado martes por la noche. Esa tipografía de incómodo acceso viene a dar la razón a los catecismos del marketing que animan a crear necesidades que no existen. Un buen ejemplo es el invento de los 'slofies', los autorretratos en cámara lenta ('slow+selfies') que acaban de inventarse los magos de Cupertino. Aparentemente, esta prestación no parece un convincente motivo para renovar un 'smartphone' que los usuarios suelen jubilar cada tres años, por término medio. El efecto sorpresa de la frivolidad técnica de los 'slofies' estará garantizado y podría ser objeto de copia para sus rivales.
El esfuerzo del fabricante por mejorar el rendimiento de sus equipos invita a considerar la compra
También invita a considerar la compra del 'iPhone 11' (809 euros), 'iPhone Pro' (1.159 euros) o 'iPhone Pro Max' (1.259 euros) el esfuerzo del fabricante por mejorar el rendimiento de sus equipos. Cada vez se piden más cosas al móvil y este tiene que responder con agilidad y eficiencia. El mérito corresponde al procesador 'A 13 bionic'. Se trata de un ingenio compuesto por 8.500 millones de transistores y capaz de realizar un billón de operaciones por segundo. El 'microchip' dispone de ocho núcleos con arquitectura de siete nanómetros. Entre todos ellos se reparten las tareas, de las que unas resultan rutinarias y otras requieren altísima intensidad.
A grandes rasgos, este diseño del microprocesador permite mejorar la eficiencia energética del móvil al optimizar el trabajo en función de las circunstancias de uso. La inteligencia artificial, la ingeniería neuronal, la fotografía computacional, el 'machine learning', el virtuosismo en audio y vídeo, la seguridad encriptada o la doble y triple cámara son ingredientes que aderezan la nueva propuesta de Apple.
Otro buen ejemplo es la 'Deep Fusión', una función en la que hay que fijarse con lupa para apreciar su dimensión. Gracias a esta novedad, el 'software' de la cámara del 'iPhone' escruta pixel por pixel -entre 24 millones posibles-, para elegir el de mayor calidad. En concreto, el fabricante permite que las tres cámaras traseras de los móviles realicen hasta nueve disparos del objeto expuesto a la fotografía justo antes de presionar el botón de disparo. A su vez, todas estas instantáneas se complementan con otras cuatro capturas simultáneas. Entre todas ellas, el equipo analiza los resultados para fusionar las micropartes de imágenes que mejor aspecto ofrecen para componer un puzzle sobre la marcha y así eliminar las posibles deficiencias de cada píxel.
Apple ha renunciado a la conectividad 5G para no poner en riesgo la experiencia del cliente
Todo lo anterior son mejoras sustanciales que enriquecen el producto final, como también lo son los servicios hermanados con el 'hardware', como Apple TV (rival de Netflix) o Arcade (librería de videojuegos 'online').
Como era de esperar, Apple ha renunciado a la conectividad 5G. Ya lo hizo en circunstancias similares con el 4G. La compañía considera que cualquier fallo de la bisoña red podría interpretarse como una anomalía achacable al dispositivo. Ante ese riesgo, y para garantizar la mejor experiencia de cliente, Apple prefiere esperar un año para subirse al nuevo carro tecnológico con plena seguridad.