El 26 de octubre de 2017, Donald Trump declaró como emergencia sanitaria la conocida como 'crisis de los opiáceos', el abuso de sustancias con base de opio que más de 92 millones de estadounidenses consumen, de los que más de dos millones son adictos. De hecho, su coste económico supera el medio billón de dólares anuales, y las sobredosis por opiáceos mataron en 2016 a más personas que los accidentes de tráfico o las armas, con casi 50.000 muertos al año. Sin embargo, los expertos empiezan a alertar de que la crisis puede dar el salto a otras sustancias: las benzodiazepinas.
En un artículo en el New England Journal of Medicine, los investigadores Anna Lembke, Jennifer Papac y Keith Humpfreys han advertido de que el número de muertes por sobredosis vinculadas a las benzodiazepinas se han multiplicado casi por nueve entre 1999 y 2015, pasando de 1.135 a casi 8.791. De este periodo, sólo en el año 2012 se redujo ligeramente el número de víctimas mortales por este concepto, y el crecimiento se ha acelerado desde entonces.
Las benzodiazepinas son fármacos psicotrópicos, que tienen efectos sedantes, ansiolíticos y como relajantes musculares, por lo que se recetan para una variedad de enfermedades que puede ir desde la ansiedad o el insomnio a espasmos musculares. Algunos de sus compuestos más populares son el lorazepam o el diazepam, con marcas como Valium o Xanax.
Entre 1996 y 2013, el número de adultos a los que se les recetó un fármaco de estas características se incrementó en un 67%, y la cantidad recetada se más que triplicó, pasando de 1,1 kilos de medicamento por cada 100.000 adultos a 3,6 kilos. El gasto de Medicaid en estos medicamentos se incrementó en 40 millones de dólares entre 1991 y 2009, pese a la caída de precios por el mayor consumo.
Además, el peligro de estos fármacos se acompaña a menudo de los opiáceos. De hecho, tres de cada cuatro muertes por benzodiazepinas incluye también el consumo de sustancias basadas en el opio, y al 17% de los recetados con benzodiazepinas se les prescribe también algún tipo de opiáceo. "Los pacientes que usan opioides son más dados a consumir dos o más fármacos ilegales o sin prescripción, a tomar benzodiazepinas no recetadas y a consumir drogas por vía intravenosa", señalaba hace unos meses el informe de la Comisión Presidencial para combatir la adicción a las drogas y la crisis de opiáceos.
Por otra parte, se encuentra el mercado ilegal que, como en el caso de los opioides, se fabrican en laboratorios clandestinos de todo el mundo y su acceso es más fácil que nunca gracias a Internet. El hecho de que estos productos ilegales sean más potentes que los regulados incita a que los consumidores habituales, que cada vez necesitan más dosis para que surta el mismo efecto en su organismo, puedan acudir a estas dosis potencialmente mortales. De hecho, los estudios médicos certifican que el uso diario de benzodiazepinas por periodos superiores a un mes crea tolerancia a la sustancia en el organismo y puede crear adicción, empeorando los síntomas que en teoría debe aminorar, como el insomnio o la ansiedad.
Los investigadores reclaman una mayor concienciación y educación social contra el abuso o uso inadecuado de estas sustancias. Sugieren que se implementen medidas de control previo a la hora de que los galenos receten estos fármacos - como ya ocurre en el caso de muchos opiáceos -, comprobando que el paciente no esté consumiendo ya otras sustancias similares, y la realización de tests de orina para asegurarse de que se está consumiendo de forma adecuada. Y precisamente advierten del riesgo de que las medidas para combatir la crisis de los opiáceos lleven a los pacientes a pasar a estos psicotrópicos con consecuencias similares.