Saludable

Alimentos enriquecidos: sí, cuando existen carencias

  • Los alimentos enriquecidos compensan estados carenciales, pero no es necesario incluirlos en la dieta de toda la población, y menos si se come de forma sana y equilibrada.

Los alimentos funcionales enriquecidos son aquellos que, además de aportar nutrientes, han demostrado de manera científica que benefician a una o varias funciones del organismo, de tal forma que proporcionan un mejor estado de salud y bienestar.

Estos alimentos, asimismo, ejercen un papel preventivo, ya que reducen los factores de riesgo que provocan la aparición de enfermedades. Entre los alimentos más importantes se encuentran los alimentos enriquecidos como leches y leches infantiles, yogures, zumos, cereales, pan, huevos o margarinas, a los que se les añaden, por ejemplo, omega-3, ácido oleico y fólico, calcio, fibra, vitaminas A y D, fósforo y cinc, baterías probióticas, fitosteroles, etc.

Una guía publicada por Fesnad (Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética), en colaboración con la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (Senc), el Instituto Omega 3 de Puleva Food y Cecu (Confederación de Consumidores y Usuarios), recuerda que aunque lo recomendable es seguir una dieta sana, variada y equilibrada como la mejor manera de prevenir enfermedades y asegurarse una buena salud, los nuevos hábitos de vida conducen a que muchas personas no se alimenten correctamente y, por tanto, no ingieran todos los nutrientes que necesitan o no lo hagan en las cantidades adecuadas. Como consecuencia de ello, surgen los alimentos funcionales, cuyo fin es compensar los desequilibrios alimentarios y garantizar las ingestas de nutrientes recomendadas por los especialistas en nutrición.

Pero, ¿quién debe consumirlos?

Según Fesnad, los alimentos funcionales pueden formar parte de la dieta de cualquier persona, pero, sobre todo, están indicados en aquellos grupos de población con necesidades nutricionales especiales (embarazadas y niños), estados carenciales, intolerancias a algunos alimentos, colectivos con riesgos de determinadas enfermedades, como las cardiovasculares, gastrointestinales, la osteoporosis o la diabetes, además de para personas mayores.

En cuanto a la pregunta de si los alimentos funcionales o enriquecidos son necesarios para la población sana, en DKV tienen claro que "necesarios no lo son". Para la aseguradora de salud, los alimentos enriquecidos pueden ayudar en determinadas situaciones, como se hizo en Estados Unidos o en Canadá en los años treinta del siglo pasado añadiendo vitamina D a la leche para evitar el raquitismo -al igual que ocurrió en Marruecos con la adicción de hierro y yodo en la sal-, o bien de manera individual o en casos específicos. "Por ejemplo, una persona que sigue una alimentación vegetariana o una persona con intolerancia a los lácteos y con osteoporosis puede beneficiarse de alimentos enriquecidos en calcio, pero siempre valorando cada caso individualmente", precisan en DKV.

¿Son necesarios?

En la aseguradora consideran que la industria alimentaria no debe crear una falsa necesidad por dichos alimentos. "Es importante diferenciar que pueden ayudarnos para tener un mejor estado de salud en determinadas situaciones, pero no es necesario incluirlos en la alimentación de toda la población para alcanzar un óptimo estado de salud, pues siguiendo una dieta sana y equilibrada se consiguen todos los nutrientes necesarios".

La Fundación Española de Corazón se pronuncia en la misma dirección cuando dice que "si una persona sana ya ingiere todos los nutrientes que necesita, no hace falta recurrir a esta categoría de alimentos, aunque en determinadas circunstancias pueden sernos de utilidad". La fundación concluye que "los alimentos funcionales deben consumirse dentro del contexto de una alimentación adecuada; no curan ni evitan enfermedades por sí mismos; y nunca deben consumirse como sustitutos de una dieta equilibrada".

En lo relativo a su etiquetado, presentación y publicidad, la UE determina que la información que se incorpora a los envases y a la publicidad no puede atribuirse propiedades preventivas, de tratamiento o curación de una patología. También exige que las alegaciones sanitarias de todos los alimentos funcionales estén científicamente probadas.

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