China adelanta a Europa en el desarrollo de nuevos medicamentos oncológicos. Tras años de hegemonía del Viejo Continente, el gigante asiático ha dado el sorpasso en el último año, según datos que proporciona la consultora Iqvia. En el ranking investigador, Estados Unidos es la primera potencia.
En los últimos 15 años, la actividad de Europa ha disminuido cinco puntos, pasando de registrar el 26% de la cartera oncológica al 21%. Mientras, China ha explotado todo su potencial, sobre todo en los últimos cinco años, y ha conseguido destronar por primera vez a Europa. El gigante asiático representa ahora el 23% del catálogo frente al 10% de hace un quinquenio y el 5% de hace diez años.

La situación, además, puede ir empeorando en los próximos años en el Viejo Continente. La Comisión Europea se encuentra inmersa en una estrategia farmacéutica que está llamada a cambiar los pilares regulatorios del sector. Una de las directrices que se barajan en el seno del Gobierno que lidera Ursula von der Leyen es reducir el tiempo de patente de los medicamentos dos años. El sector ya ha asegurado que si Europa consuma su amenaza, las inversiones se dirigirán hacia otros territorios.
Sin embargo, la reducción del tiempo de exclusividad tiene para la Unión Europea un componente de sostenibilidad económica. El Viejo Continente quiere controlar el gasto oncológico y la posibilidad de que llegue antes la competencia de genéricos y biosimilares facilitaría la tarea. De hecho, el propio informe de Iqvia reconoce que mientras en 2022 se gastaron 183.000 millones de euros en fármacos dirigidos a los tumores, dentro de cinco años la factura se incrementará un 91,7%, es decir, casi se duplicará.
El protagonismo de las pymes
Las empresas biofarmacéuticas emergentes, definidas como aquellas con menos de 500 millones de euros de facturación, están acaparando las miradas de la industria. Siete de cada diez medicamentos oncológicos actualmente en investigación están siendo desarrollados por este tipo de compañías. Este hecho supone un aumento del 51%, desde 2017. Mientras tanto, las grandes empresas farmacéuticas, es decir, aquellas que facturan más de 10.000 millones, están viendo cómo su cartera en investigación mengua. A día de hoy, son responsables del 21% del total de terapias contra el cáncer en desarrollo frente al 36% de hace un lustro.
Un ejemplo claro de este viraje del talento investigador se encuentra en el coronavirus. Hay que recordar que las dos vacunas más vendidas en el mundo fueron desarrolladas, al menos en sus primeros compases, por dos biofarmacéuticas: Moderna y BioNtech.
Este segundo caso, el de la compañía alemana, explica también cómo las grandes multinacionales peinan el mercado en busca de promesas terapéuticas. BioNtech fue comprada por Pfizer al igual que hay multitud de ejemplos en los últimos años de adquisiciones. GSK, Gilead, Sanofi, AstraZeneca o Novartis, por citar solo una pequeña muestra, se han reforzado adquiriendo empresas o productos en fases tempranas de investigación.
Uno de los grandes avances que se ha visto en el campo de la medicina en estos años es el uso del ARN mensajero. Fue esta tecnología la responsable de paliar las olas pandémicas del coronavirus y, ahora, también se está analizando su potencial en el cáncer. La investigación de esta tecnología se ha casi triplicado desde 2017. El año pasado, se encontraban en desarrollo 21 vacunas, una de ellas en fase III, mientras que hace cinco años únicamente se estaban investigando ocho. Merck y Moderna anunciaron recientemente resultados positivos de su suero que se encuentra en la fase II del ensayo.