Salud Bienestar

Lucas Casanova, terapeuta transpersonal: "La historia pasada no la podemos cambiar"

 

El término transpersonal, como bien todos sabemos, se usa en el ámbito de la filosofía y la psicología para describir una serie de experiencias y visiones del mundo que se extienden más allá del nivel personal, es decir, a todo lo espiritual. Es más, este tipo de terapia representa una especie de viaje hacia el ser profundo que somos cada uno de nosotros.

Su objetivo es desarrollar todo nuestro potencial a través del desarrollo de la autoconciencia, comprendiendo y reforzando el nivel de identidad personal de cada uno y llevarlo hasta el reconocimiento de la identidad profunda y esencial. Sí, a pesar de que pueda sonar raro.

Sobre todo ello hemos hablado desde 'elEconomista.es' con el gran Lucas Casanova, terapeuta transpersonal y budista especializado en trauma. Curiosamente, escribe a diario en sus redes sociales sobre budismo, neurociencia, yoga y contemplación.

- PREGUNTA: ¿Qué papel juega la espiritualidad dentro de la terapia transpersonal y cómo se relaciona con el tratamiento del trauma?

RESPUESTA: Si definimos espiritualidad desde un punto de vista más científico y pensando en que tiene que ver con estar conectado con algo más grande, con estar conectados entre nosotros, ayuda a tratar el trauma o a integrarlo en este hecho de volver a conectarse en general, el trauma lo que hace es desconectarnos de nosotros mismos y desconectarnos del resto.

Una mirada espiritual basada en ciencia, por supuesto, habla mucho de cómo somos en redes de conexión y cuando trabajamos todos en conjunto, cómo nos sentimos más seguros individualmente y como especie.

- P: Desde tu perspectiva, ¿cómo afecta el trauma a nivel neurológico y cómo se refleja en el comportamiento y las emociones de una persona?

R: El trauma afecta no solamente la forma en la que pensamos, sino la forma en la que vivimos el cuerpo. Afecta la forma en la que respiramos, cómo nos movemos y eso influye luego también en las decisiones que tomamos. Lo que sucede con muchos modelos terapéuticos que van de arriba hacia abajo es que a veces intentamos pensar para luego ver qué sentimos.

Y lo que pasa en la práctica es que entendemos todo, pero el cuerpo no reacciona del mismo modo. Con estas orientaciones más somáticas o de integración del cuerpo, la respiración, el movimiento, etcétera, ayudan al cuerpo a experimentar en el presente una sensación de seguridad que no tuvieron en el pasado. Y eso es lo que genera a veces el cambio, el clic.

La historia pasada no la podemos cambiar y el trauma no es lo que nos pasó, sino lo que pudimos hacer con lo que nos pasó. Pero si en el presente vivimos una experiencia de seguridad, le estamos enseñando a nuestra mente a que aquel pasado allí quedó y que hoy en el presente, podemos vivir una vida mucho más plena.

- P: ¿Existen diferencias notables en la respuesta al trauma dependiendo de si se trata de un trauma emocional, físico o incluso espiritual?

R: Yo creo que no. Nuestro cerebro procesa en la misma área el dolor físico y el dolor emocional. Cuando nosotros hablamos de sufrimiento, en la perspectiva budista es la opinión que tenemos sobre lo que nos pasó.

Y eso está demostrado a través de un montón de diferentes estudios que se han hecho que cuando uno piensa en aquellas cosas dolorosas, el cuerpo reacciona. Nosotros no sentimos la ansiedad en la mente, sino que tenemos una respuesta de nuestro cuerpo frente a la ansiedad. Cuando nosotros conocemos esa respuesta, rompemos el mecanismo que existe entre lo que pensamos y cómo nos sentimos en el cuerpo.

Creo que el trauma tiene mucho que ver con la resiliencia de nuestro sistema nervioso y nosotros podemos enseñarle a nuestro sistema nervioso a procesar mejor diferentes eventos. Y esto no tiene nada que ver con lo físico, lo mental o lo emocional, sino que abarca todas las esferas.

- P ¿Qué tipo de técnicas de integración cuerpo-mente usas para ayudar a los pacientes a procesar el trauma (por ejemplo, mindfulness, respiración, visualización)?

R: Ayudamos en el trabajo primero de integración cuerpo-mente. Las personas que han sufrido traumas o abuso físico, emocional o sexual tienen mucha resistencia a sentir el cuerpo y entonces se disocian para poder funcionar en la vida diaria de integración cuerpo-mente.

El poder trabajar con la aceptación del pasado. Y esto no tiene que ver con no no querer justicia por lo que sucedió, sino el evitar ese pensamiento circular que nos hace sentir que somos poco valiosos o que no servimos.

También hay un montón de técnicas que se utilizan desde el punto de vista respiratorio y demás que ayudan. Y luego también técnicas como el EMDR, que es terapia de movimiento ocular para el reprocesamiento de emociones y muchas cosas que la neurociencia y la mirada budista laica espiritual coinciden.

Es como si la neurociencia fuese la teoría que hay detrás del budismo y el budismo fuese la versión fenomenológica de lo que sucede en la neurociencia.

- P: ¿Cómo manejas el momento en que un paciente revive o revivifica su trauma durante una sesión? ¿Qué estrategias empleas para asegurar su seguridad emocional?

R: Cuando se trabaja el trauma se habla mucho de lo que se llama la ventana de tolerancia, que es cuánto puede estar tu sistema nervioso regulado en medio de una cierta amplitud emocional, hacia arriba y hacia abajo. En la consulta, es casi el momento ideal de la activación o de salir de la ventana de tolerancia, porque uno puede enseñarle al consultante en vivo a bajar esa regulación o aumentarla.

En general, cuando se habla de informar de un trauma, se dice que hay que tratar de no activar a las personas y eso está bien si uno no tiene técnicas para atraer a la persona la integración a la regulación. Lo interesante es cuando alguien se activa en un entorno seguro. No es lo mismo que cuando uno es pequeño, se cae por la calle y llora porque se ha lastimado y no tiene a nadie para pedir consuelo y siente que ese dolor es enorme y no sabe qué hacer con él.

Una cosa muy distinta es caerse y que esté un cuidador, o un padre o una madre cerca y enseguida te tome en brazos, te ayude a regular tu respiración y ese mismo dolor, porque la caída puede ser exactamente igual, se experimenta de una forma distinta. Las activaciones en contextos informados en trauma, con herramientas, son oportunidades muy provechosas de transitar esos mismos disparadores y transformar los e integrarlos y enseñarle al sistema nervioso lo que sucede cuando finalmente sabemos qué hacer con eso que nos pasó y que no supimos antes.

- P: En tu experiencia, ¿cuál es el mayor desafío para los pacientes al trabajar con su trauma desde un enfoque transpersonal?

R: El mayor desafío es que no hay un sitio donde esconderse. En general, cuando trabajamos desde la palabra y simplemente hablando de lo que nos pasó, tenemos un discurso más o menos armado o no existe en el territorio de la palabra, no hablamos de eso.

Cuando trabajamos en una mirada más allá de la personalidad y además trabajamos con recursos de integración somática, no existe un sitio donde dejar de ser. Y entonces aparece la armadura y empezamos a ver esa armadura. Y hay personas que se sienten muy incómodas en el proceso de deshacer o de quitarse la armadura.

Hay que aprender a hacer esto con alguien que esté realmente informado y que conozca técnicas y que respete los procesos internos y los tiempos que cada consultante te necesita. Porque si bien es cierto que uno quiere avanzar, tampoco se pueden remover todo ese tipo de cosas sin orden ni concierto. Hay que ayudar a las personas a ganar agencia, a poder descubrir que uno tiene el poder, pero para eso hay que ir transmitiendo herramientas poco a poco y ayudando a la persona a sentirse segura en sí misma.

Pero el primer desafío y el más grande es como sucedió durante la COVID. No había sitio donde esconderse. Uno tenía que encontrarse con sus propios pensamientos. Todas las prácticas que son realmente espirituales tienen ese enfoque donde no hay sitio donde yo pueda disfrazar quién soy en realidad. Y eso es la mirada transpersonal.

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