
Con la llegada de la Semana Santa, las torrijas se convierten en las protagonistas indiscutibles de los postres en muchos hogares españoles. Este dulce tradicional, que combina pan, leche, huevo, azúcar y, por supuesto, canela, no solo es un placer para el paladar, sino también una excusa perfecta para hablar de uno de sus ingredientes más saludables: la canela.
La canela, utilizada desde hace siglos tanto en la cocina como en la medicina tradicional, es mucho más que un condimento aromático. Varios estudios científicos respaldan sus efectos beneficiosos para la salud, especialmente por su poder antioxidante y antiinflamatorio. Esta especia contiene compuestos como los polifenoles, que ayudan a combatir el estrés oxidativo, un proceso relacionado con el envejecimiento celular y el desarrollo de enfermedades crónicas.
Según una revisión publicada en Journal of the American College of Nutrition, el consumo regular de canela puede ayudar a reducir marcadores inflamatorios en el cuerpo, lo cual la convierte en un aliado potencial para prevenir enfermedades inflamatorias como la artritis o incluso afecciones del corazón.
Y precisamente el corazón es uno de los grandes beneficiados del consumo moderado de esta especia. Según investigaciones publicadas por el National Center for Biotechnology Information (NCBI), la canela puede contribuir a reducir los niveles de colesterol LDL ("malo") y triglicéridos, mientras mantiene o incluso eleva el colesterol HDL ("bueno"). Además, se ha observado que puede ayudar a regular la presión arterial y mejorar la circulación, lo que resulta fundamental para mantener la salud cardiovascular.
Aunque no se trata de un remedio milagroso, añadir canela a la dieta —por ejemplo, en las tradicionales torrijas— puede ser una forma sabrosa y saludable de aprovechar sus propiedades. Eso sí, siempre en cantidades razonables, ya que un consumo excesivo, especialmente de la variedad Cassia (más común y más barata), puede tener efectos adversos por su contenido en cumarina.