El pollo, como bien sabemos, es uno de los alimentos más consumidos en todos los hogares. De hecho, en nuestro país se ingieren aproximadamente 13 kilos de pollo anualmente. Por si fuera poco, se cree que es una de las opciones saludables y más versátiles en la cocina.
Eso sí, lo que está claro es que no todos los pollos son iguales. En más de una ocasión, casi con total seguridad, habremos visto en el supermercado, o a través de imágenes en las redes sociales, sobre todo en 'X', una versión de color blanco y otra amarilla. ¿Por qué?
En profundidad
Pues bien, lo que cambia entre un tipo de pollo y otro es su alimentación. Es decir, si el pollo es blanco ha sido alimentado principalmente con trigo. Y, si es amarillo, ha comido maíz. En algunos países, incluso, la industria alimentaria incorpora pigmentos naturales a la dietas de las aves para intensificar ese color.
Respondiendo, claro está, a preferencias culturales. Otra de las teorías que más peso ha cogido en los últimos meses con respecto a esta temática es que los animales están hormonados o que contienen antibióticos, algo que los expertos niegan por todos los medios.
Más detalles
Ante este panorama, cabe destacar que tanto la carne de pollo amarilla como la blanca derivan de las mismas estirpes avícolas y son sometidos a procesos de cría similares, por lo que la calidad y el valor nutritivo se mantienen constantes más allá del aspecto externo del producto final.
Aunque ambos tipos de pollo ofrecen proteínas y nutrientes esenciales, sus características varían y pueden influir en todas las preferencias de los consumidores. Por un lago, el pollo amarillo tiene un sabor más intenso y una textura más firme que el pollo blanco. A su vez, el pollo blanco se vincula con un sabor más suave y una textura más tierna. Ahora bien, son igual de nutritivos y saludables.