
Añadir el novedoso medicamento baxdrostat a la atención estándar podría ayudar a controlar la hipertensión arterial y retrasar la progresión de la enfermedad renal en personas con enfermedad renal crónica e hipertensión arterial no controlada, según una investigación preliminar de la Universidad de Utah Health en Salt Lake City (Estados Unidos) presentada en las Sesiones Científicas sobre Hipertensión 2025 de la Asociación Americana del Corazón.
La enfermedad renal crónica y la hipertensión arterial están estrechamente relacionadas y, si no se tratan adecuadamente, pueden provocar consecuencias graves como infarto, accidente cerebrovascular, insuficiencia cardíaca y progresión a insuficiencia renal. La aldosterona, una hormona producida por las glándulas suprarrenales, puede influir tanto en la hipertensión arterial como en la enfermedad renal crónica. La aldosterona provoca retención de sodio, lo que aumenta la retención de líquidos y la presión arterial. Con el tiempo, un exceso de esta hormona puede provocar el endurecimiento y engrosamiento de los vasos sanguíneos, lo que puede contribuir al daño cardíaco y causar cicatrización en los riñones, contribuyendo así tanto a la hipertensión arterial como a la enfermedad renal crónica.
"Estos hallazgos son alentadores para las personas que viven con enfermedad renal crónica e hipertensión arterial, dos afecciones que a menudo van de la mano y crean un círculo vicioso", apostilla el doctor Jamie P. Dwyer, autor principal del estudio y profesor de medicina en la división de nefrología e hipertensión de Universidad de Utah Health en Salt Lake City. "La hipertensión arterial puede empeorar la función renal, y el deterioro de la función renal puede elevar aún más la presión arterial, y estas consecuencias pueden cambiar la vida de los pacientes".
En profundidad
El estudio se diseñó para determinar si añadir baxdrostat a la atención médica habitual es seguro y podría ayudar a reducir la presión arterial en personas con enfermedad renal crónica (tan grave que podría desarrollar insuficiencia renal o requerir un trasplante a lo largo de su vida) e hipertensión arterial no controlada. Su presión arterial se ha mantenido alta a pesar de tomar un inhibidor de la enzima convertidora de angiotensina (ECA) o un antagonista del receptor de angiotensina (ARA II), dos medicamentos que actúan sobre un grupo de hormonas que actúan conjuntamente para regular la presión arterial.
Al inicio del estudio, los participantes presentaban una presión arterial sistólica (valor máximo) promedio de 151 mmHg, a pesar del tratamiento y la evidencia de enfermedad renal en las pruebas de laboratorio. Al medir la albúmina en orina, el nivel promedio de creatinina en los participantes fue de 714 mg/g; niveles de 30 o superiores pueden indicar enfermedad renal crónica. Al medir la tasa de filtración glomerular estimada (TFGe, un indicador clave de la función renal) con una muestra de sangre, el nivel promedio fue de 44 ml/min/1,73. Los niveles persistentemente inferiores a 60 sugieren enfermedad renal crónica.
De los 195 participantes iniciales del estudio, 192 fueron asignados aleatoriamente para comenzar el tratamiento con baxdrostat en dosis baja (0,5 mg-1 mg) o alta (2 mg-4 mg) o placebo, además del tratamiento habitual. Tres personas finalizaron el estudio prematuramente debido a eventos adversos, por decisión propia de abandonarlo o por otras razones.
Después de 26 semanas, los resultados mostraron que la presión arterial sistólica promedio había caído 8,1 mm Hg más en los participantes que recibieron cualquiera de las dosis de baxdrostat que en los que recibieron el placebo, una reducción de alrededor del 5%. Además, se observaron niveles elevados de potasio en sangre, un efecto secundario conocido de los medicamentos que bloquean el sistema renina-angiotensina-aldosterona, en el 41% de los participantes que recibieron baxdrostat y en el 5% de los que recibieron placebo. La mayoría de los casos fueron de leves a moderados.
Reducción de los niveles de albúmina
En un análisis exploratorio, los investigadores analizaron la cantidad de albúmina excretada en la orina, un tipo de proteína que, cuando se encuentra en grandes cantidades en la orina, predice enfermedades cardiovasculares y renales. Descubrieron que el nivel de albúmina en orina era un 55% menor en quienes tomaban baxdrostat que en quienes tomaban placebo, una reducción comparable a la observada con medicamentos que retrasan la progresión de la enfermedad renal.
La reducción de la albúmina en orina nos da la esperanza de que el baxdrostat también pueda ayudar a retrasar el daño renal. Este potencial se está probando actualmente en dos grandes ensayos de fase 3 para determinar si el baxdrostat retrasa la progresión de la enfermedad renal, agrega Dwyer.