
El Instituto de Biomecánica (IBV) es uno de los grandes referentes en investigación aplicada y transferencia tecnológica en el que se dan la mano la Universidad, la Generalitat y las empresas. Vinculado a la salud, hoy analiza cómo mejorar la relación entre personas y entornos en sectores como movilidad, deporte o TIC, según explica su director gerente Javier Sánchez Lacuesta.
Desde sus orígenes, IBV ha estado muy vinculado al sector de la salud.
El centro arranca en 1976 en el Departamento de Ingeniería Mecánica y Materiales de la Politécnica cuando Pedro Vera inicia una de las primeras experiencias en actividades de investigación aplicada. Aquellas primeras investigaciones recogían el reflejo de una ciencia emergente en esos momentos, la biomecánica, que tiene como fundamento la conexión entre la ingeniería y la medicina, que permite estudiar las estructuras corporales, cómo nos movemos o cómo reparar un hueso fracturado. Una de las primeras investigaciones precisamente tuvo que ver con prótesis vertebrales y eso marcó desde el principio nuestro trabajo, inicialmente muy relacionado con campos como la cirugía ortopédica y la traumatología, además de la rehabilitación.
En estos años el centro ha extendido su actividad de I+D a muchos otros sectores, ¿cómo ha sido esa evolución?
Por el tipo de estudios enseguida empezamos a analizar los movimientos del cuerpo al correr y en la marcha, era justo un momento en que empezaban a consolidarse eventos deportivos como las carreras populares. Como anécdota siempre digo que en esa época teníamos una única zapatilla con la que practicábamos todos los deportes. Fue así como surgieron las primeras colaboraciones con empresas de calzado de la Comunitat Valenciana, que buscaban mejorar su producto para correr en el asfalto. Empezamos a trabajar en buscar una fórmula que resultase efectiva para correr y saludable para el pie, analizando cómo tiene la zapatilla que amortiguar, cómo tiene que sujetar o cómo tiene que ser la fricción. También tuvimos una evolución natural hacia la ergonomía y la salud laboral. A día de hoy las lesiones musculo-esqueléticas todavía son la primera causa de bajas laborales. Esas fueron las tres primeras áreas del IBV: la médica, la deportiva y la ocupacional.
¿Siguen siendo las actividades en que concentra su I+D actualmente?
Nuestra estrategia tiene a la persona en el centro y nuestro trabajo consiste en conocer el máximo posible de las personas y de sus interacción con el entorno. La biomecánica hoy va mucho más allá de movimientos o torsiones, trabaja el confort térmico, los aspectos cognitivos de la interacción de las personas y sus entornos, o como innovar para ofrecer experiencias de usuario satisfactorias. Hoy hemos estructurado nuestro trabajo en dos verticales: una que llamamos salud, donde ayudamos a resolver retos que suponen mejoras en la salud, rehabilitación o incluso prevención. La segunda tiene que ver con los productos y entornos, buscamos mejoras que aporten beneficios a la vida cotidiana de las personas. Podría llamarse bienestar, pero no es sólo bienestar: es también comodidad, rendimiento, satisfacción. En esta segunda vertical, trabajamos muchos sectores como automoción, calzado, indumentaria, deporte, mueble, el entorno laboral. Históricamente también hemos trabajado en ámbitos como la puericultura y el envejecimiento, la accesibilidad, o el turismo y el ocio.
Uno de los hechos diferenciales del IBV es que desde el principio está vinculado a la Universidad, ¿qué papel sigue teniendo la Politécnica y qué le aporta?
Es cierto que el IBV tiene esa singularidad respecto a otros institutos tecnológicos desde sus orígenes y eso es muy bonito. En 1994 a partir de la experiencia en investigación y en transferencia de tecnología se produce un concierto entre la Universidad Politécnica, la Generalitat Valenciana y las empresas que ya trabajaban con el centro, que es lo que da origen a la asociación que sustenta el IBV actual. Una de las peculiaridades es que nuestro presidente es el propio rector de la UPV. Como vicepresidentes figuran una empresa (actualmente la industria auxiliar de automoción Forvia Faurecia) y la Generalitat. En el consejo hay mayoría de empresas, pero también participan la administración y entidades sociales, como el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (Cermi). La experiencia de colaborar con empresas y organizaciones llevó a crear esta estructura mixta, que al final representa a la propia sociedad civil. A la universidad esto le aporta el contacto directo con áreas tecnológicas y campos de aplicación muy potentes y ricos como el de la salud. Nuestra presencia en el campus produce sinergias y también tiene una ventaja para el IBV, que es la capacidad de atraer talento. La mayor parte de nuestra plantilla son ingenieros e ingenieras de la UPV, que aquí trabajan en equipos multidisciplinares con sociólogos, psicólogos, informáticos o matemáticos.
¿Con cuántas empresas trabaja el centro, hay entre ellas firmas internacionales?
Son más de 700 clientes al año con los que trabajamos. Como las áreas de especialización del IBV son muy punteras a nivel internacional también lo hacemos con empresas líderes mundiales en sectores como la indumentaria, especialmente la deportiva, y en el sector TIC, además de en automoción y ferroviario, entre otros. Nuestra prioridad es que el tejido empresarial valenciano progrese y nos hemos dado cuenta de que trabajar con líderes internacionales ayuda a eso. Porque el aprendizaje que hoy estás haciendo en transferencia de altísimo nivel con una multinacional, en dos o tres años también tendrá que llegar a empresas más pequeñas.
La pandemia puso el foco en la innovación en la salud, ¿se ha mantenido el esfuerzo tras la crisis?
Los Institutos Tecnológicos fuimos de las pocas excepciones que no interrumpimos la actividad. En nuestro caso participamos en proyectos de importancia como la colaboración con la Politécnica y Aidimme para diseñar un respirador cuando no existían o las múltiples colaboraciones para mascarillas. Por ejemplo, en el caso de las infantiles en medidas de antropometría, una de nuestras áreas estratégicas de I+D, estaban desactualizadas y jugamos un papel muy importante. También con las pantallas de protección o con recomendaciones para los riesgos ergonómicos o psicosociales del teletrabajo. Desde la Generalitat, a través del Ivace, se nos dijo que hiciéramos lo que fuese necesario sin preocuparnos porque asumirían ese gasto y así fue. Seguimos trabajando en proyectos muy interesantes para reforzar el sector de la salud, por ejemplo en el proyecto Impuls, sobre envejecimiento y fragilidad, en que se relaciona las necesidades de las personas a medida que envejecemos para anticiparse con las tecnologías más adecuadas. Los poderes públicos y los partidos políticos son conscientes de que no se puede desinflar la inversión de I+D porque permite salir antes de las crisis y salir mejor.
IBV es el coordinador de 'Redit Mobility', uno de los proyectos estrella que aúna a los centros tecnológicos de Redit en torno a la nueva movilidad. ¿Qué resultados está dando?
Los once institutos tecnológicos trabajamos en automoción y en movilidad desde hace más de 20 años. Nos estamos imaginando todo un entorno inteligente conectado y digitalizado al servicio de nuestro bienestar, más allá del propio vehículo eléctrico y autónomo. Redit Mobility es una fortaleza tremenda que no se da en ningún otro lugar de España. Este año ha habido un proyecto de envergadura apoyado por el Ivace, el Inteligent Mobility Lab (iMolab). Para responder al reto de qué van a necesitar las empresas y las ciudades para este nuevo concepto de movilidad hacia falta un laboratorio distribuido más ambicioso de los que tenía cada centro, y hemos creado también un laboratorio virtual, que permite realizar innovación con un coste y un riesgo muy inferior. Es un concepto que nos inspiramos en Toyota.
¿Tienen previsto ampliar la infraestructura del instituto?
Nuestro edificio tiene 6.500 metros cuadrados y se queda pequeño, ya hemos planificado la solución que es sumar una nueva planta para lo que tenemos el apoyo de la UPV y del Ivace. El objetivo es que la obra se inicie pronto, en 2024, para que pueda estar operativo en 2025.