
Álex Ascaso acaba de ser elegido presidente de la Asociación de Vinos de la Tierra de Aragón, que nació hace más 20 años para dar visibilidad al trabajo de las pequeñas bodegas situadas en los territorios tradicionalmente vitivinícolas de Aragón. Tras la labor desarrollado en estos años, el objetivo es seguir avanzando en promoción y hacer llegar al consumidor estos vinos para muchos desconocidos, pero que no por la ausencia de fama tienen menos calidad. Ascaso, de Bodegas Edra, habla con elEconomista de los planes y líneas de acción y de la importancia de estas producciones para fijar población y mantener vivo el medio rural.
Llega a la presidencia de la Asociación de Vinos de la Tierra de Aragón, ¿qué objetivos se ha marcado?
La asociación ha sido clave para lograr objetivos comunes en exportación, organización de eventos, presentaciones públicas y en la profesionalización del protocolo organizativo. Estamos dando continuidad a un trabajo que ya se venía haciendo muy bien y al liderazgo de personas como Víctor Martínez, de Bodegas Lagar de Amprius, y Paula Yago, de Bodegas Tempore. La unión nos permite avanzar con más fuerza. Entre los retos, está darnos a conocer a nivel público.
¿Por qué los vinos de la tierra son menos conocidos que los de denominación de origen?
En el ámbito profesional -restauradores, sommeliers, escritores y expertos del vino- son muy respetados porque saben lo cuesta elaborarlos fuera de una denominación de origen. Sin embargo, el gran público los desconoce. Esa falta de información genera desconfianza o miedo a probarlos. Es un problema de comunicación. No tienen menos calidad; simplemente no cuentan con el paraguas promocional que da una denominación de origen. Somos todas pequeñas bodegas, donde prima la calidad y la identidad del terreno. Es vital explicar bien lo que hacemos
¿Cuáles son las principales diferencias entre un vino de denominación de origen y uno de la tierra?
Como digo, no hay diferencia en calidad. La distinción está en el marco normativo; es más estar en una zona concreta. Las denominaciones de origen operan dentro de zonas más reguladas, con normas estrictas, mientras que los vinos de la tierra tienen más amplitud territorial. Eso no significa menos calidad, sino más flexibilidad. El buen vino no lo hace un reglamento, lo hace la uva.
¿Qué requisitos debe cumplir un vino para ser Vino de la Tierra?
Primero, debe elaborarse dentro de los términos municipales incluidos en esa mención. Luego, debe cumplir ciertos parámetros físico-químicos definidos por el registro vinícola de Aragón. Pero no es complicado. La calidad natural de la uva en nuestra zona facilita mucho cumplirlos porque es óptima.
Actualmente, once bodegas forman parte de la asociación, ¿se animan más empresas bodegueras a ser Vino de la Tierra?
Cada vez más bodegas pequeñas se están sumando. Estas menciones permiten colaboración, compartir recursos, ayudarse mutuamente y tener marchamo de calidad y acceder a canales de promoción y comercialización que, de forma individual, serían inviables y, si no se vende, se acaba la ilusión.

¿Dónde se están vendiendo actualmente estos vinos?
El mercado es muy diverso. Algunas bodegas apuestan por la exportación, otras por el embotellado y otras por la alta restauración. En nuestro caso, en Bodegas Edra, apostamos por la alta restauración, que es muy exigente y los vinos deben demostrar su valía sin contar con una DO. Los vinos de la tierra están presentes en países como China, Japón, Australia, EEUU., varios países de la UE, y por supuesto, en España.
¿Cómo afecta al vino de la tierra la caída general de ventas y los cambios en los hábitos de consumo?
Nos afecta menos que a las grandes bodegas por el volumen, pero sí notamos las tendencias y hay que evolucionar adaptándonos porque no se cambia de un año para otro. Por ejemplo, el auge del vino blanco nos ha llevado a introducir nuevas variedades. Pero este es un proceso muy lento. Entre que plantas una cepa y sacas una botella pueden pasar tres o cuatro años.
Y también se adaptan por el cambio climático.
Es un reto porque afecta a la maduración, con cosechas adelantadas y temperaturas extremas que obligan a adaptarse por lo que estamos recuperando también variedades autóctonas en la medida de lo posible que se perdieron por razones sociales y de mercado pero que tienen potencial enológico. Es el caso, por ejemplo, de la Olivana. El mercado es cada vez más abierto a conocer cosas nuevas y son variedades de uva con una gran capacidad de adaptación porque siempre han estado ahí.
¿Qué papel juegan las bodegas Vinos de la Tierra en el desarrollo rural?
Es incuantificable. La viña no se puede cambiar de sitio, necesita de personas, caminos, cuidados… Pocas cosas contribuyen tanto a fijar población y mantener el medio rural. Ya las primeras poblaciones, de lo primero que hacían era plantar viñas. Es un motor de asentamiento poblacional. El vino añade un valor económico enorme a territorios que, de otro modo, tendrían un valor agronómico menor. Desde una pequeña ladera puede salir uno de los mejores vinos del mundo. De hecho, suelen salir de pequeñas parcelas.
¿Hay previstas nuevas acciones promocionales para dar a conocer los vinos de la tierra?
Es nuestra intención. Participamos agrupadamente en ferias nacionales como Alimentaria (Barcelona), Fenavin (Ciudad Real), y ferias internacionales en Alemania, lo que reduce costes y multiplica la visibilidad. También organizamos eventos locales, como la feria de Montañana en Zaragoza, con catas y actividades para contactar con distribuidores y acercar el vino al consumidor final, que debe confiar en nuestros vinos porque, por no ser famosos, no dejan de ser buenos.