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La región de España que se ha convertido en la 'Texas del pistacho': es un paraíso para este cultivo

  • Castilla-La Mancha concentra el 75% de toda la producción de pistacho de España
  • Su producción se ha multiplicado por diez en lo última década
  • Desde el Gobierno autonómico existe un plan estratégico para fomentar el cultivo
 

El boom del pistacho está transformando los campos de España. Sin embargo, esta transformación no se está produciendo de forma uniforme. Hay una región que se ha convertido en el gran motor de este cambio agrario. En el centro 'desértico' de la Península Ibérica, donde antes dominaban los cultivos de cereal y viñedo, una nueva fiebre agrícola se ha desatado: la del pistacho. Castilla-La Mancha, una región históricamente asociada a los cultivos de cereal o la almendra, se ha convertido en una especie de Texas del pistacho español. Si el Estado americano es responsable del 50% de la producción de petróleo en EEUU, Castilla-La Mancha es todavía más importante para el pistacho en España. Tal como ocurrió con el petróleo en el sur de Estados Unidos, el pistacho ha irrumpido con fuerza como un 'oro verde' (frente al oro negro del petróleo) que promete rentabilidad, modernización agrícola y nuevos horizontes para el campo manchego.

De una forma llana y sencilla se puede decir que, geográficamente, esta región es el epicentro del pistacho español. Sus tierras calizas, lluvias escasas y contrastes térmicos marcan el hábitat ideal: allí se cultivaban cerca de 60.000 hectáreas de pistacho (75% del total), con especial protagonismo de las provincias de Ciudad Real, Toledo y Albacete, provincia que queda representada en la foto de este artículo.

La apuesta manchega comenzó hace décadas gracias a centros pioneros como 'El Chaparrillo' en Ciudad Real (que investiga este cultivo desde los 80), y hoy la región no solo lidera en superficie, sino que atrae gran parte de las inversiones en nuevas fincas y agroindustrias asociadas. En términos de rentabilidad, las condiciones de Castilla-La Mancha (frío invernal suficiente para romper la dormancia (estado de reducción temporal del crecimiento y la actividad metabólica en plantas) y veranos secos que evitan hongos permiten producciones muy competitivas, especialmente en secanos frescos o con riegos de apoyo. No es casualidad que se la considere 'la Texas española del pistacho'. No obstante también hay quien la califica como la 'California del pistacho', en este caso porque California es el segundo mayor productor de pistacho del mundo, solo por detrás de Irán, el mayor productor del mundo.

Otras regiones, no obstante, empiezan a despuntar. Andalucía ha visto un crecimiento explosivo: en apenas 5 años multiplicó por tres su superficie dedicada, superando las 4.000 hectáreas y sigue en alza. Provincias como Granada, Sevilla, Cádiz o Córdoba albergan ya plantaciones comerciales, aprovechando zonas con inviernos fríos (interior andaluz y altas altitudes). Extremadura, por su parte, lleva camino similar: con más de 2.500 ha en 2023 concentradas en Badajoz, el pistacho extremeño se beneficia del clima continental de las Vegas del Guadiana y la conversión de tierras de cereal en regadío. Incluso en regiones más al norte como Aragón y Castilla y León está prendiendo el interés, especialmente en áreas cerealistas de secano, donde el pistacho promete mayores ingresos por hectárea. Eso sí, en zonas marginales habrá que vigilar las horas frío (el pistacho requiere entre 800-1000 horas/frío anuales para una buena floración, algo que restringe su cultivo principalmente a la mitad norte/interior de la Península).

Desde elEconomista.es se ha podido confirmar que en zonas donde las temperaturas son bajas durante la primavera y el verano, el pistacho se queda muy lejos del potencial alcanzado en otras zonas más cálidas y secas. Algunas pequeñas plantaciones en la sierra norte de Madrid no han terminado de fructificar debido a unas condiciones climáticas que son adversas, normalmente cuando la altura supera los 1.000 metros, como es el caso de estas plantaciones.

Pero la fiebre del pistacho no solo ha contagiado a pequeños y medianos agricultores diversificando sus explotaciones; también se han subido al tren grandes inversores y fondos agrarios. En los últimos años, empresas y grupos de inversión han adquirido fincas extensivas para transformarlas en campos de cultivo de pistacho escala industrial, eligiendo a Castilla-La Mancha como centro de esta actividad.

Estos proyectos de gran escala buscan aprovechar economías de escala y tecnificación: usan plantaciones intensivas en regadío (hasta 300-500 árboles por hectárea) que, aunque requieren mayor inversión inicial, maximizan la productividad y reducen el tiempo de retorno. El resultado es un sector cada vez más profesionalizado, donde conviven desde cooperativas locales hasta socimis agrícolas y gestoras de inversión diversificando portafolios con el pistacho. Según expertos, la entrada de fondos aporta capital e innovación tecnológica, contribuyendo a optimizar técnicas de cultivo (riego por goteo, recolección mecanizada, nuevos varietales) y a integrar toda la cadena de valor del pistacho en España.

Se multiplica por diez en una década

En la última década, la superficie dedicada al pistacho se ha multiplicado por diez en Castilla-La Mancha, hasta superar las 60.000 hectáreas, según datos del Ministerio de Agricultura. La región concentra cerca del 80% de la producción nacional, y se ha posicionado como el epicentro del cultivo en España, gracias a sus condiciones climáticas —inviernos fríos y veranos calurosos y secos— y a la buena adaptación del árbol a suelos pobres y escasa disponibilidad de agua.

La comparación con Texas no es casual. Al igual que ocurrió en EEUU (y en Texas en particular) con el fracking, los agricultores castellano-manchegos han apostado por una inversión intensiva en tierras y tecnología para sacar el máximo rendimiento al pistacho. Las nuevas plantaciones recurren a sistemas de riego por goteo, sensores de humedad y análisis de suelo. Y los viveros locales apenas dan abasto para atender la explosiva demanda de planta injertada, tanto de variedades hembras como del imprescindible polinizador macho.

La rentabilidad del cultivo ha sido el gran catalizador de esta expansión. Una plantción de pistacho puede tardar entre 6 y 10 años en entrar en plena producción, pero a partir de ahí puede ofrecer unos ingresos por hectárea que oscilan entre los 6.000 y los 8.000 euros anuales en campañas favorables. Comparado con los 300 o 400 euros que rinden muchos cultivos tradicionales, la diferencia es abismal. Esto ha disparado el interés de cooperativas, fondos de inversión agraria y agricultores jóvenes que ven en el pistacho una vía hacia la sostenibilidad económica.

Un cultivo que requiere poca agua

El pistacho, además, se adapta a la creciente preocupación por la sostenibilidad. Frente al cultivo intensivo de almendra o la presión hídrica de otros cultivos, el pistachero requiere mucha menos agua y resiste mejor las sequías. Esto lo convierte en una apuesta atractiva ante el cambio climático y los retos de la agricultura del siglo XXI en zonas semiáridas como el centro peninsular.

Ciudades como Tomelloso, Villarrobledo o Alcázar de San Juan se han convertido en polos del pistacho, no solo en cultivo sino también en transformación y comercialización. En ellas se han instalado nuevas industrias de secado, clasificación y envasado, que generan empleo estable y valor añadido en origen, evitando la dependencia de intermediarios o grandes distribuidores. Algunas incluso han empezado a desarrollar marcas propias para competir en el mercado gourmet.

El Gobierno de Castilla-La Mancha ha apoyado esta expansión con ayudas a la incorporación de jóvenes agricultores, líneas de financiación y programas de investigación en colaboración con universidades y centros tecnológicos. La Consejería de Agricultura ya habla del pistacho como "el nuevo emblema agrícola" de la región, y se han puesto en marcha planes para profesionalizar aún más el sector y evitar burbujas especulativas. Todo ello queda recogido en el Plan Estratégico del Pistacho 2024-2028 en el que se anuncian ayudas, asesoramiento y la 'desviación' de fondos europeos para el campo para que vayan directamente hacia las nuevas plantaciones de pistacho.

No obstante, el boom también ha traído desafíos. El crecimiento descontrolado de plantaciones en algunas zonas sin planificación hídrica ha despertado preocupación. Expertos agrónomos advierten del riesgo de monocultivo y de la necesidad de diversificar, mantener buenas prácticas agrícolas y asegurar una cadena de valor equilibrada.

Aun así, el balance es netamente positivo. Castilla-La Mancha ha sabido reinventar su campo y aprovechar una ventana de oportunidad que podría convertirla en una potencia europea del pistacho. Como Texas con el crudo, la región ha encontrado en este fruto seco una fuente de riqueza verde que, bien gestionada, puede transformar su paisaje agrícola durante décadas.

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