
BSH, la multinacional que engloba en nuestro país a marcas como Balay, Bosch y Siemens, facturó 1.715 millones de euros en 2022, casi un 10% más que el año anterior en un país en el que es motor industrial con cinco fábricas, nueve centros de I+D+i y 4.500 trabajadores.
¿Ha derivado el aumento de precios en una bajada del consumo en su sector?
En 2022 vivimos un año excepcionalmente bueno porque se dio una normalización postcovid y porque pudimos suministrar muchos de los pedidos embalsados de 2021, en el que se sufrió más la pandemia y la carestía de chips. El negocio está cayendo en 2023 en torno a un 15%, pero es lo normal en un mercado extremadamente maduro donde prácticamente todos los hogares cuentan con los básicos: lavadora, superficie para cocinar y frigorífico. Este año manejamos una expectativa de una caída de en torno al 10% en facturación, algo que está en sintonía con el mercado y nuestros competidores.
¿Esperan un rebote en 2024?
Esto es como el movimiento diastólico de un electrocardiograma, que sube y luego baja y se va recuperando poco a poco. Nuestro sector no entiende de crisis o de guerras; si hay que renovar un equipo, se renueva. El entorno económico para el año que viene sin embargo no es bueno. Un índice que usamos para anticipar comportamientos, como el consumo de cartón industrial y doméstico con el que se empaqueta y embala, está cayendo mucho, por lo que el año que viene podría ser de nuevo negativo.
¿Se sienten más seguros porque trabajan con algo que se considera casi un bien básico?
Parcialmente seguros. Uno puede fregar a mano si se le estropea el lavavajillas; tender la ropa si no funciona la secadora; o seguir cocinando sin la campana extractora o el horno. Pero una lavadora, una superficie para cocinar y un frigorífico, son básicos. Contamos con un consumo base mínimo que nos protege. Sin embargo, la realidad es que se está produciendo una caída del ticket medio de venta que se está dirigiendo hacia el ocio o, en el caso de España, a la compra de deuda pública donde los particulares han adquirido nada menos que 16.000 millones de euros.
¿Está relacionado este parón del consumo con algún otro factor?
En nuestro negocio hay dos palancas importantes como son la renovación, por capricho o necesidad, y la construcción. En España hay una necesidad de 300.000 hogares nuevos al año que generarían una demanda 1,8 millones de aparatos; pero estamos alrededor de las 100.000 nuevas viviendas y 300.000 aparatos. También sucede que los factores de coste de la construcción de una casa han subido una barbaridad y los impuestos asociados también lo han hecho proporción. Mientras, los sueldos en España, en lugar de crecer, están en nivel regresivo. Los salarios no están subiendo a la velocidad de los costes, con lo que la gente no puede comprar vivienda en sus lugares de residencia. Esto está ocurriendo también en Escandinavia, Inglaterra o Países Bajos, no solo en España. Esto tiene mala salida porque, o bajan los precios de las viviendas o suben los salarios.
Ustedes fabrican aquí la cuarta parte de las placas de inducción que se venden en todo el mundo. ¿Qué representa España para BSH?
En España tradicionalmente teníamos fábricas y mercado interior. Ahora, gracias a la innovación, hemos logrado que en nuestro país se encuentre la única fábrica de inducción de BSH en el mundo, que está en Montañana (Zaragoza). Pero este es solo uno de los hitos logrados. Ofrecemos a todo el mundo investigación y desarrollo en placas eléctricas; en producción de bombas de calor para secadoras; el desarrollo de un quemador de gas con una espita que se abre en diez posiciones de diferentes intensidades; hacemos desarrollo de elementos en lavadoras y predesarrollo de materiales para placas de inducción; lavavajillas compactos a vapor que se exportan a China …
¿Responde a la realidad a ese mantra de que en España no se innova o investiga suficiente?
España se ha convertido en un hub de I+D muy importante para el grupo porque tenemos un nivel muy alto de talento con un coste más razonable que otros países europeos. El sector privado está en España en un muy primer nivel de desarrollo, pero no nos lo creemos, aunque somos el décimo país que ha logrado poner un cohete en órbita de fabricación propia y de los pocos que podría construir un avión completamente solo. Fuera nos ven como un país donde merece la pena invertir. Mi empresa es un ejemplo claro de que estamos desarrollando cantidad de cosas con talento español que se exportan a todo el mundo.
¿Qué planes de inversión y desarrollo tienen en nuestro país?
En España no invertimos ningún año menos de 50 millones de euros. No es cifra lineal, ya que hace poco el grupo destinó unos 100 millones, el 20% de su inversión total, a nuestro país. Tras realizar estas fuertes inversiones en nuevos proyectos o cadenas de montaje, durante algunos años el desembolso es de mantenimiento, pero tenemos 350 ingenieros repartidos entre las fábricas y los centros de desarrollo que están permanentemente trabajando en proyectos de futuro. En una industria como la nuestra, la gran inversión llega a la hora de hacer realidad lo desarrollado.

¿Hacia dónde se encaminará la estructura laboral de su empresa con la creciente automatización de procesos?
Según pasen los años vamos a necesitar una fuerza laboral con un valor mayor que el que tradicionalmente aportaban en una actividad manual. Llegará de manera no traumática, en el sentido de no reponer la misma cantidad de gente que se va jubilando en el proceso de fabricación y usando más los robots asistidos para tareas más pesadas. Ahora mismo presentamos un nivel muy alto de robotización por lo que a medio plazo no tendremos un problema de excedente de mano de obra directa. A futuro, todo aquel que no tenga una mínima formación, por ejemplo, en control de ingenios telemáticos o informáticos, lo va a tener complicado en una industria que va hacia una robotización en sintonía con la potencial falta de mano de obra que tendremos en el futuro. La industria deberá orientarse hacia los trabajadores con valor añadido. Veo una tendencia creciente hacia la deslocalización de esas fábricas que en su día se globalizaron y que se reubicarán y se acercarán mucho hacia sus mercados por cuestiones de impacto medioambiental, costes logísticos o sociales. Lo de deslocalizar y llevar las fábricas donde los salarios son más baratos se va a acabar.
¿Y hacia dónde se encamina el electrodoméstico?
Hacia un electrodoméstico que facilite los procesos al consumidor, que hará muchas más cosas, con mejor resultado y mayor eficiencia. Además de sus funciones tradicionales de lavado o cocinado, serán elementos que reduzcan los consumos, cuiden el medioambiente y la salud. Ejemplos que ya existen son los hornos con cámara que usan la inteligencia artificial para reconocer el alimento que se introduce, como una pizza, y te permite elegir si la quieres más o menos dorada y que se haga automáticamente. Si la IA permite reconocer hoy 20 recetas, en el futuro lo hará con multitud. El consumidore se puede despreocupar de adquirir ese conocimiento que antes transmitían las abuelas. El horno ya es como la cabeza de una madre. Pasa lo mismo con los robots de cocina que fabricamos. Pesan los alimentos e incorporan las recetas de manera que el usuario, sin saber cocinar, puede hacer un arroz estupendo siguiendo instrucciones paso a paso.
A un paso en el que las personas perderemos esos conocimientos culinarios...
No, porque, al mismo tiempo se está dando un efecto social curioso. Antes, cocinar era algo tedioso y difícil que se relegaba a madres y abuelas. Pero hoy hay cantidad de gente joven que quiere ser cocinero, que van a escuelas y abren restaurantes o, simplemente, son "cocinillas". Hemos llegado a un punto en el que la cocina es una de las manifestaciones sociales más elevadas. Ya no consiste solo en alimentarte, sino en disfrutar y socializar.
Denos un ejemplo de dispositivo que mejore nuestra salud.
Los frigoríficos con la función Smart Hygiene System, desarrollada en España junto al equipo de sensores del área de predesarrollo global de BSH de Zaragoza y el área de frigoríficos de China. Sus sensores detectan en la primera fase de descomposición de los alimentos los elementos volátiles que nuestra nariz no percibe, pero que anticipan su degradación. Además de neutralizarlos, la nevera avisa al consumidor. En China ya se han vendido 100.000 unidades de esta gama que aún no se comercializa en Europa por nuestros altos estándares de seguridad alimentaria.
¿Qué necesidades presenta el cliente europeo en innovación?
En Occidente se está pensando en que el frigorífico detecte la entrada de un alimento mediante código de barras o QR para controlar datos como su fecha de caducidad y que pueda avisar cuando esta se esté acercando o falte alguno de los productos básicos de una compra predeterminada. Además de salud, estas innovaciones servirán para luchar contra el desperdicio alimentario, por ejemplo.
La sensórica ofrece una gran cantidad de beneficios que a través de la digitalización y la inteligencia artificial serán protagonistas en los electrodomésticos del futuro.
¿Llegarán a diseñar nuestros menús de la semana y a conectarse con los supermercados para las compras?
Ya se está trabajando en esta línea. Por ejemplo, con lavavajillas que mediante la información del QR del detergente líquido puede anticipar cuántos lavados puede hacer antes de avisar de la necesidad de reposición en función del tipo de programa que suela usar el cliente e incluso contactar con un proveedor para hacer un pedido. Van a ser ordenadores en los que se pueden introducir datos como el stock que vas a querer de cervezas, leche, mantequilla o huevos, y según vayan saliendo del frigorífico, irá avisando para programar una compra o reponerlo uno mismo. El control de entrada y salida de elementos es sencillo, lo complejo después es hacer que estos equipos se entiendan con otros actores como la red eléctrica, por ejemplo, para detectar el tramo horario con el kilovatio más barato donde programar la colada. Tenemos pilotos en este sentido con una app para determinados modelos de lavadora. Lo difícil es democratizar estos desarrollos tecnológicos, pero estoy convencido de que el proceso va a ir muy deprisa porque hay mejoras que serán exponenciales. La sensórica ofrece una gran cantidad de beneficios que a través de la digitalización y la inteligencia artificial serán protagonistas en los electrodomésticos del futuro. Tras la mejora medioambiental, nuestra industria tiene que dar el gran salto en digitalización.
Siete de cada 10 consumidores valoran la durabilidad por encima de cualquier otro factor. ¿Llegaremos a tener electrodomésticos que duren toda una vida?
Diría que sí, porque un electrodoméstico se compone de hardware y software. El primero presenta una serie de limitaciones físicas y estructurales determinadas por los materiales como gomas, plásticos, materiales hidráulicos, etc. Con el uso tienen un fin de vida útil marcado por el desgaste de los materiales, al igual que un coche o a un avión. En el futuro será posible fabricar equipos en los que el usuario pueda personalizar el software y descargarse diferentes aplicaciones o programas compatibles con el hardware. Por ahora estamos en la fase inicial de dosificación automática, de programaciones en función del peso y la suciedad, etc.
¿Entiende el consumidor la rentabilidad de invertir en mayor calidad?
Son procesos que llevan su tiempo. A la gente le costó entender que un electrodoméstico reducía consumos, pero hoy, si pueden, compran sus aparatos en función de las etiquetas energéticas. La pedagogía colectiva cuesta mucho y no es solo una labor de los colegios, los fabricantes o la distribución. El público tiene que ir entendiendo las ventajas. Los electrodomésticos consumen durante su vida útil más de la mitad de la factura eléctrica de los hogares y la reducción del consumo se está consolidando después de 20 años de trabajo.
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