
Este martes, cuatro líderes se lo jugaban todo, especialmente Pedro Sánchez, Pablo Casado y Albert Rivera. Digamos que Pablo Iglesias quedaba aparte, porque ayer volvió a dejar claro que sus cartas van ligadas a las de Sánchez. La ocasión del debate de Atresmedia era única. El día anterior, el candidato de Ciudadanos había brillado con luz propia. Ayer, un Iglesias tranquilo, a veces como un cura, mesiánico y salvador, sacó la cara cuando pudo por el líder socialista, que se topó con la suerte de frente al disfrutar de la batalla insistente de Rivera frente al candidato popular. Excesivo estuvo Rivera en esas lides, sobre todo, error en el cálculo cuando la partida era otra.Lea aquí la crónica completa del debate.
Sin embargo, un despierto y preparado Casado resultó ganador. Y en justa medida, le siguió Rivera, aunque disperso y sin capacidad de rematar momentos cumbre, propiciados por él mismo, como la entrega a Sánchez de su tesis doctoral, afirmando que le daba un libro que no había leído y que era un fake. Entonces la cara del presidente Sánchez fue un poema, y su gesto descompuesto. Por cierto, instante mal recogido por la realización de Atresmedia, que no estuvo rápida.
Al rebufo de las circunstancias, Iglesias, actuó bien para sus parroquianos, aunque ayer abusó de sacerdocio. Se pasó. En ocasiones, parecía emular el tono de las parodias que José Mota hace de su personaje. En la cola, como el lunes, en TVE, Pedro Sánchez fue de lejos el peor de los portavoces políticos. Pero, hete aquí, que en Atresmedia salió beneficiado, o vivo y coleando, de la gresca de Cs frente al PP, pero también del formato de un debate que rayó con lo absolutamente soporífero. Así que, cabe preguntarse, si con estos dos encuentros políticos televisados y masajeados los indecisos lograron extraer alguna conclusión o, prefieren seguir abonados aún a la incertidumbre. De lo que no quedó duda es de por qué Sánchez huye como la carpanta del debate a dos. Vista la preparación que llevaba, hubiera dado igual quién hubiera sido su contrincante.
La lista y la tesis
Mucho se esperaba de este encuentro a cuatro, dirigido por el grupo Atresmedia. El debate resultó largo, tedioso, y poco edificante, salvo momentos como el papiro que Albert Rivera le sacó a Pedro Sánchez para recordarle que, para partidos corruptos, ahí está el PSOE, con una interminable lista de dirigentes salpicados, imputados, y muchos de ellos a punto de recibir el mapa a la cárcel, especialmente en Andalucía.
Tampoco pasó desapercibido el instante en el que el líder naranja entregó al inquilino de La Moncloa la tesis del doctor Sánchez, a la que no le caen más calificativos que aquellos que están relacionados con el grupo de palabras sinónimas a un plagio. Entonces, y en compensación, el presidente respondió a Rivera con el libro de Fernando Sánchez Dragó -al que ha entrevistado elEconomista-, Santiago Abascal. La España vertebrada. En fin, intercambio de regalos.
Pero poco más. La estrategia que Rivera había empleado el día anterior no sirvió con igual eficacia este día. La frescura del lunes frente a la obsesiva gresca contra las actuaciones de Pablo Casado, y el partido en el que éste ejercitaba su responsabilidad de Comunicación con Mariano Rajoy, desdibujaron las ásperas criticas que iba arrojando contra Pedro Sánchez, algo de lo que tardó en darse cuenta el hoy presidente del Gobierno, aunque a medida que iba transcurriendo el tiempo, esto le aportó más oxígeno para leer con toda la textualidad de la que era capaz, las fichas que previamente le había entregado antes del debate, Iván Redondo. Sin quererlo, y siendo el peor de los cuatro candidatos, Sánchez se había encontrado con un regalo inesperado.
La ocasión no fue desaprovechada por Pablo Casado, consciente de que el juego de Rivera iba de dar golpes a diestro y siniestro sin conformar un bloque, como sí hizo la izquierda
La ocasión fue mejor aprovechada por Pablo Casado, que en la anterior cita con TVE. Consciente de que el juego de Rivera, en parte, iba de dar golpes a diestro y siniestro sin conformar un bloque, como sí hizo la izquierda ayer, el presidente y candidato del Partido Popular sacó pecho y vapuleó a un Sánchez –enrocado en un discurso simple y victimísta de acusaciones permanentes a PP y a Ciudadanos, tildándoles sin cesar de mentirosos, sin dejar de meter sus cuñas sobre el respeto a las mujeres, a la justicia social, al fin de los recortes, a la paz mundial, y ponderar todo cuanto sonara progresista, ecológico, moderno y contemporáneo, en contra de lo rancio y sectario que para él supone un Gobierno como el de Andalucía–.
Ajeno a la retórica memorizada y repetida de Sánchez, Casado contrastó con los datos de la desaceleración económica que ya recogen los organismos controladores tanto nacionales como internacionales, le preguntó si a Pedralbes había ido de pic-nic, le cuestionó, al hablar de integridad, por las sociedades patrimoniales de algunos de sus ministros y, le coló el gol de la noticia que recoge la condena de 17 años por maltrato machista, que le cayó a Jesús Eguiguren, el socialista que hizo de intermediario entre el Partido Socialista y Arnaldo Otegi.
Sánchez, sin atreverse a negar los indultos a los políticos presos, volvió a su conocida retórica de 'no es no', mientras presumía de no haber pactado nunca con los separatistas. Reincidió en la corrupción para argumentar la moción de censura contra el Gobierno popular, obviando que separatistas y presuntos golpistas le habían llevado hasta Moncloa. Llegó a decir que por culpa de la derecha y de los independentistas, sus presupuestos sociales no habían llegado a buen término, eso sí, no sin antes arrogarse la subida de las pensiones que vienen de la mano de una prórroga presupuestaria de las Cuentas Públicas de Rajoy.
Entretanto, en su carrera particular, Iglesias seguía con su predicamento y con su programa, tirándole de la oreja a Sánchez cada vez que éste se quería poner una medalla por políticas que tenían la factura de Podemos, como la subida del FMI. De paso, y en más de una ocasión, llamó a Sánchez incoherente. Claro que, en su otra alma, le brindó dos o tres asistencias para salvarlo, como cuando le exculpó de hablar con filoterroristas como Otegi, o golpistas como Junqueras.
El atrezzo del plató y el formato favoreció más a Sánchez que el de TVE
Con la soltura y el buenrrollismo de Iglesias, ayer, de los cuatro, Pablo Casado fue el más contundente, y sin estridencias, el ganador del debate. Explicó su programa. Atacó cuando procedía. Contrarrestó con argumentos las incoherencias de Sánchez, restó épica a Rivera intentando apagar fuegos innecesarios si de verdad van a ser posibles aliados y, trató de colocar las piezas en un tablero en que el que de Ciudadanos, teniendo argumentos sólidos, se equivocó en unos cuanto movimientos que hubieran dado una imagen de unidad y de fortaleza contra un presidente del Gobierno sin más proyecto que unas fichas leídas y hasta mal entonadas, y escritas por alguien que poco conoce del acontecer de la política española, más allá que el del salvaje marketing.
El tema de Cataluña -uno de los más esperados, por las expectativas creadas el día anterior con aquella foto que Rivera mostró de Sánchez y Torra juntos en Pedralbes- quedó más diluido. Y la pregunta por los indultos se desvaneció por el atrezzo del plató y un formato que favoreció más a Sánchez, que ya venía con la lección aprendida, igual que un actor de reparto.
Así pues, ocasión desaprovechada por parte del bloque de centroderecha, y quien sabe si más incertidumbre. Mientras, la izquierda salió casi ilesa, cierto que con poco peso en sus explicaciones económicas, más allá de la pura demagogia. Pero eso, ¿qué más da? Los cuadros macroeconómicos aburren a las ovejas, y la mayoría de los votantes solo quiere oír cosas buenas. Y ayer, con tanto trajín de regalos, buena parte de los indecisos se acostaron sin una idea forjada. ¿O quizás sí?