
La aparición de la Crida Nacional per la República del expresident Carles Puigdemont está representando un dilema difícil de resolver para el PDeCAT. El nuevo movimiento soberanista es la enésima transformación del espacio de la antigua CDC de Jordi Pujol, pero esta vez no se ha hecho con la aquiescencia del partido neoconvergente, sino de forma teledirigida por Puigdemont y con la idea de crear una formación a su medida que supere el actual PDeCAT, lastrado electoralmente por el peso de la corrupción de la vieja Convergència. El político gerundense es formalmente militante del Partido Demócrata, pero ya renunció a presidir la formación antes del congreso de julio, a pesar de la oferta que le lanzó la entonces coordinadora general del partido Marta Pascal.
Dicho congreso terminó con la defenestración de Pascal, que representaba la vía posibilista dentro del partido (fue la artífice del voto favorable del PDeCAT a la moción de censura del actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, contra Mariano Rajoy), y el ascenso de una nueva dirección afín a Puigdemont, con la elección de David Bonvehí como líder del partido.
No obstante, Bonvehí ha ido moderando sus entusiasmo por el movimiento de Puigdemont y, ante las reticencias de una parte del partido a disolverse dentro de la nueva formación, tuvo que salir al corte y declarar que "si la Crida es lo mismo que el PDeCAT, ya está el PDeCAT. No tiene sentido que haya dos partidos defendiendo lo mismo".
En este contexto, fue sonada su ausencia el sábado en la presentación de la ponencia política de la Crida. Tampoco acudieron Carles Campuzano y Ferran Bel, dos de los diputados demócratas en el Congreso considerados de la facción moderada. Otro punto de fricción es la indefinición ideológica de la Crida, que se proclama únicamente independentista, lo que descoloca la tradicional ubicación de los neoconvergentes en el centro derecha.