
Pasado mañana, Angela Merkel mantendrá los primeros encuentros por separado con el Partido Liberal (FDP) y Los Verdes. Tanteará la posibilidad de formar gobierno en una coalición inédita. El viernes seguirá la primera reunión a tres bandas.
Previamente había conseguido un importante acuerdo sobre política migratoria entre su formación cristianodemócrata (CDU) y su partido hermano bávaro socialcristiano (CSU). Ha sido una larga disputa sobre un límite a la entrada de refugiados al país después de que en 2015 llegaran casi 900.000 solicitantes de asilo. Sin fijar un límite máximo fijo se prevé marcar una serie de medidas para que no entren más de 200.000 refugiados al año. Se coincide en que lo ocurrido en 2015 "no puede repetirse".
Este acuerdo era necesario para entablar conversaciones. Parecía un escollo poco menos que insalvable ya que la CSU era firme partidaria de fijar un límite anual a la llegada de refugiados. Una postura que no comparten ni la propia CDU, ni los liberales ni Los Verdes. Es la razón por la que Merkel matizó esa cesión dejando claro que no se cambia el derecho personal al asilo y se incluye una cláusula que prevé excepciones en caso de crisis económicas y políticas.
No se espera que se constituya el nuevo ejecutivo hasta comienzos de 2018. En 2013, el proceso duró 86 días y la conversaciones eran tan solo entre dos partes. Incluso a nivel regional la llamada "coalición Jamaica" llamada así por los colores de las formaciones que la compondrían solo se ha registrado en dos ocasiones. En el Land o estado federado del Sarre entre 2009-2012, y en Schleswig-Holstein, que tras el resultado de mayo se vio abocado a un pacto similar.
Será la primera vez que un ejecutivo así ocupe el poder en la Alemania de posguerra. Pero ese tripartito constituye la única fórmula que daría a Merkel una mayoría estable en el Bundestag. El debilitado partido socialdemócrata ha descartado reeditar la gran coalición manifestando su intención de pasar a la oposición. Andrea Nahles es la nueva jefa del grupo parlamentario del SPD. Junto a su jefe, Martin Schulz, su objetivo es restablecer el espíritu de lucha y redefinir el desdibujado perfil de la formación tras años como socio menor de Merkel. Desde su punto de vista esa renovada agresividad es un paso necesario para no acabar cayendo en la insignificancia.
Las negociaciones se presentan muy complejas por las marcadas diferencias programáticas entre los dos socios menores: liberales y verdes. El líder del FDP, Christian Lindner, ha reconocido que es "difícil de concebir" una alianza así.
Hay graves desencuentros en el ámbito económico. Los liberales rozan el euroescepticismo en lo referido a avanzar en la integración financiera. Los ecologistas, declarados proeuropeos, aplauden las propuestas del presidente francés, Emmanuel Macron. El FDP recela de las iniciativas que puedan suponer un mayor riesgo para los contribuyentes alemanes y es contrario a cualquier proyecto que suponga mancomunar las deudas en el bloque como los eurobonos. Rechaza también las reformas de las pensiones y la seguridad social que propugnan los ecologistas.
Por añadidura, los partidos alemanes tienen que empezar a ser conscientes de que en esta elección ha aparecido una nueva grieta en el electorado germano. Un estudio de la Fundación Bertelsmann revela que la división en los votantes ya no es entre izquierda y derecha. Más bien, es entre defensores y adversarios de la modernización. Más de un 65 por ciento de las personas que apoyaron la populista Alternativa para Alemania (AfD) son escépticos de la modernización. Por otra parte, los 94 miembros de la AfD que llegaron por primera vez al Bundestag - de 709 escaños - parecen compartir la tendencia autodestructiva de otros partidos populistas europeos. Su copresidenta Frauke Petry, asociada al ala más moderada del AfD, no se unirá al grupo parlamentario.
Una de las conclusiones a las que llega el estudio, publicado hace escasos días es que los partidos conservadores perdieron votantes sobre todo en la clase media acomodada. Gran parte de estos votos se los llevó la AfD, que se ha convertido en el mayor competidor de la CDU y la CSU. Así un serio aviso lo constituye la pérdida por parte del otro partido grande, los socialdemócratas, de su electorado tradicional (la clase obrera así como la media baja).