Política

Sánchez e Iglesias, abocados a la austeridad y los recortes

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se abrazan tras firmar el acuerdo de coalición. Imagen: Reuters.

Las dos recesiones económicas que España sufrió a finales de la década de los 2000 y principios de la siguiente obligaron a un plan de ajuste que le tocó asumir al gobierno presidido por Mariano Rajoy, pero que había sido iniciado por su antecesor. Desde que en la primavera de 2010 Rodríguez Zapatero fue despertado súbitamente de su siesta por Obama y la UE, los españoles sufrieron en carne propia la dureza de unas medidas que recortaban temporalmente su plácido estado de bienestar pero que a la larga lograron salvar la economía española.

A Zapatero le tocó congelar las pensiones, bajar el sueldo a los funcionarios, eliminar el cheque bebé, frenar la financiación de su ley de dependencia y dejar en los huesos la ayuda al desarrollo, en lo que supuso el mayor recorte del gasto social de la democracia hasta ese momento. Todo ello lo anunció en la mañana del 12 de mayo que el ex presidente socialista no olvidará jamás. A Rajoy le tocó ajustar las cuentas públicas y volver a la estabilidad presupuestaria, quebradas por la imprevisión de su antecesor, y aplicar un plan de ajuste que le obligó a subir impuestos incumpliendo su promesa electoral, salvar a la banca pública, meter la tijera en todas las subvenciones públicas, y rebajar los presupuestos de ministerios sociales como sanidad y educación. Fue el mayor recorte de la historia hasta entonces. Todo ello comenzó en aquél dramático Consejo de Ministros del 30 de diciembre de 2011 que el ex presidente popular no olvidara jamás.

En aquella etapa de pobreza general, entre 2012 y 2014, surgieron nuevos actores políticos que hicieron su agosto y su popularidad con la crítica exaltada contra los recortes de Rajoy, sin los cuales España habría sido intervenida por las instituciones europeas, como Grecia o Portugal. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias nacieron políticamente en aquella España de la recesión. Tras dos paralelas y meteóricas carreras políticas, ambos se han visto compartiendo el gobierno en sus dos más altas magistraturas, presidencia y vicepresidencia, pero en el peor momento que nadie pudiera imaginar, mucho menos ellos que hace catorce semanas, sólo catorce, se vieron investidos con la púrpura del poder. Y ahora, con el mayor desastre económico de la historia de España, se van a ver reflejados en las figuras aquellos dos presidentes que emprendieron el doloroso camino de la austeridad, la filosofía económica a la que masacraron desde los platós de televisión y desde el púlpito de sus respectivos partidos.

Será interesante comprobar cómo administran PSOE y Podemos la quiebra del país augurada por el FMI: una caída del PIB del 8 por ciento sólo este año, una tasa de paro del 21 por ciento y un déficit público del 9,5 por ciento. Las cifras de Zapatero y Rajoy eran un juego de niños al lado de este panorama. Ante esta tesitura, el tándem gubernamental tiene dos opciones que en estos días deben mantenerles ocupados si es que son capaces de trabajar por una vez en esta crisis con un mínimo de previsión. La primera es pedir la ayuda de la UE lo que puede derivar en un rescate con consecuencias y condicionalidades aún por determinar, aunque no precisamente agradables, para ajustar la economía del país a una estabilidad que sólo puede llegar a través de la tan odiada austeridad. La segunda opción es acometer un programa de recortes. El pago de los ERTES, las prestaciones a autónomos sin ingresos, el ingreso mínimo vital, las pensiones, el subsidio para cinco millones de parados como mínimo, los salarios públicos, la sanidad, la educación y la dependencia sólo podrán acometerse si se recorta en algunas partidas, y eso situará a los dos partidos de la coalición delante del espejo.

La apuesta de Iglesias de un ingreso mínimo, que será necesario para hogares donde no entre un solo euro, se abre paso a codazos en gobierno. Su aplicación cubrirá el sueño de la rancia ideología del vicepresidente social: todos igual de pobres. Pero su gestación ya obedece al guión de un gobierno con "muchas voces pero una sola palabra": improvisaciones constantes, cambios de fecha, suspensión de conferencias de prensa anunciadas, plantes de ministros y de ministras pata negra contra las prisas de Iglesias... Los ingresos vía impuestos y cotizaciones se verán mermados, y menos ingresos con muchos más gastos es igual a ruina, si no se aplican principios de austeridad.

De modo que los dos dirigentes políticos que han labrado sus dos cortas pero fulgurantes carreras disparando sin piedad contra el ahorro y la estabilidad de las cuentas se verán obligados a echar mano de ambas cosas a no ser que quieran acabar como Zapatero, y mucho antes de lo que ellos dos soñaban aquella víspera de Reyes no tan lejana. Si no lo hacen, estarán en una huida hacia adelante en la que acabarán achicharrados. Si lo hacen, construirán un relato plagado de eufemismos y verdades oficiales, que convertirá cualquier crítica que reciban en los bulos de la ultraderecha denunciados ante la imparcial Fiscalía para hacer cuanto más ruido defensivo, mejor.

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