
Mientras Ermesinda, de 73 años, se refrescaba los pies en la playa de 'El Sardinero', en Santander, su marido le contaba que esas aguas fueron las primeras que bañaron a los españoles a mediados del siglo XIX. La mujer, oriunda del municipio de Comillas, y de raíces aristocráticas, sorprendida con el hito histórico y geográfico, no tardó en querer indagar más. Así fue como llegó a conocer los primeros veranos frente al mar de sus antepasados cántabros y de otros españoles que durante siglos no pudieron gozar de los entonces 'baños de ola'.
La historia de los llamados 'baños de ola o de oleaje' se remonta a 1847. Quien dio paso a este nuevo fenómeno, al que sólo podía acceder la aristocracia de la época, fue la capital de Cantabria, Santander, con su playa 'El Sardinero', convirtiéndose en la precursora de lo que hoy son los veraneos en los arenales de la costa española.
Cantabria vivía por ese entonces unos años dorados de la mano de la familia real, y se plasmó en los periódicos y revistas de la época. Fue con esta nueva práctica de bañarse en el mar y disfrutar de las playas, una actividad simple -que por años fue prohibida por los temores hacia el mar que se originaron desde los antiguos romanos- que las luces mediáticas alumbraron a Santander como el nuevo epicentro de la moda y del verano.
De esta forma, 'El Sardinero' fue la primera playa de España a la que acudieron los madrileños nobles y los habitantes de las ciudades del interior, lógicamente los miembros de las clases pudientes que eran los que podían permitírselo. "Cuando empezó esta moda ni siquiera había ferrocarril. La gente acudía en verano en la diligencia", señalan los registros de la época que se almacenan en la Biblioteca Nacional de España (BNE).
La Reina Isabel II, la madre del veraneo español
Como toda tendencia, siempre hay un responsable. En esta historia, quien, junto con los nobles, dio el paso a la costumbre de los 'baños de ola' fue la Reina Isabel II, por el consejo de sus médicos, los cuales veían beneficios terapéuticos en el agua del mar que podían ayudar a la psoriasis que padecía la reina. Así, Isabel II comenzó a frecuentar las costas españolas, pero fue en Santander donde finalmente la moda arraigó.
El fenómeno de lo que ocurría en la playa 'El Sardinero' no tuvo vuelta atrás y continúa vigente hasta hoy. Y es que esta impetuosa costa española, nada tenía que envidiar a la elegante playa francesa de Biarritz y su carga cultural aristocrática, con la que se comparaba en la época.
Según una edición especial de la Revista de Santander (1930), en el verano de 1849, desde el 15 de mayo al 26 de agosto, unas tres mil personas, reservaron con dos meses de antelación los asientos de las diligencias desde Madrid para llegar a estas anheladas playas donde estaba instalada la caseta de la Reina Isabel II.
Expansión de los 'baños de ola' en la península
Los 'baños de ola' se extendieron por toda la costa cantábrica donde la playa de 'La Concha', en San Sebastián, acabó ganándole la partida a Santander y procedió a vivir también una época dorada. Más tarde, el fenómeno playero llegaría a Barcelona y las costas del Mediterráneo. En el Sur, fueron precoces en estos baños los habitantes del Puerto de Santa María y más tarde los de Huelva, ciudad que se publicitaba como la "población más sana de España" por realizar esta práctica en el mar y la playa de Torre Umbría como la "más hermosa de Europa", según el relato del periódico La Época en 1884.
Claro que no se podía competir con el norte de la península, porque el clima era menos caluroso y la gente no iba todavía a la playa a ponerse morena, explica la documentación de la BNE. Ya por 1899, con la aparición del ferrocarril, el éxodo madrileño en verano aumentó hacia las playas que dieron origen a la costumbre de bañarse en el mar.
El presente celebra los 'baños de ola'
Desde hace 28 años, en cada verano, Santander rinde homenaje a los llamados 'baños de ola'. Un reconocimiento histórico que rememora el origen del veraneo en España. Para ello, los santanderinos se acercan a la playa 'El Sardinero' y así los Jardines de Piquio se convierten en el epicentro de este evento, en el que durante cuatro días sus habitantes, ataviados con trajes de la época, se pasean por la costa de la capital cántabra para hacer un guiño de agradecimiento a aquellos antepasados que supieron dar el paso para aprovechar y descansar frente al mar, como lo hacen a día de hoy miles de españoles de cualquier clase social.