
El sector ganadero europeo pierde nuevo en la guerra comercial. Las tasas que Bruselas impone a la importación de vehículos chinos tendrán como represalia de Pekín un gravamen del 62,5% para la carne de porcino de la UE –porcentaje que baja al 20% en el caso de España, gracias a la eficaz negociación de las cárnicas de nuestro país–. El ámbito que sale ganando vuelve a ser la industria automovilística alemana. Lo mismo ocurrió en el acuerdo entre Bruselas y EEUU, en el que el sector agrícola y ganadero fue la moneda de cambio para que Washington baje los aranceles a los vehículos europeos. En ambos escenarios, queda claro que la prioridad de Bruselas pasa por blindar a estas últimos, aunque el coste de esa sobreprotección recaiga íntegro sobre el Sur de Europa.