
Las bajas de afiliación a la Seguridad Social ligadas a la estacionalidad del empleo arrancaron la temporada estival con una cifra de 1,81 millones, la más elevada desde 2019. El dato es llamativo porque se produce tres años y medio después de una reforma laboral que pretendía reducir esta volatilidad. No obstante, el único cambio que ha generado la normativa es que ahora el 40% de estos trabajadores que dejan de trabajar, cotizar y cobrar un salario tienen, sobre el papel, un contrato fijo discontinuo. Se confirma que esta modalidad contractual ha servido para reducir a efectos estadísticos los estragos de la temporalidad en nuestro país. Pero no aporta una mejora real para millones de asalariados aún atrapados en una rotación desorbitada que muestra su peor cara en verano.