
Mi antiguo maestro de ajedrez, cuando cursaba bachillerato, me decía lo siguiente: "un buen jugador piensa en la próxima jugada, los mejores jugadores piensan en las cinco jugadas siguientes". Trasladando este dicho al mundo empresarial, una Organización que quiere crecer piensa no solo en el corto plazo, sino en el medio y largo plazo. Y, la sostenibilidad, queridos lectores, trata de gestionar el corto plazo para enfrentarse al riesgo del medio-largo plazo dónde el equilibrio ambiental, social y económico será, si cabe, más incierto que en la actualidad.
Esta gestión reactiva de las organizaciones puede ser un motivo más del cambio de rumbo tomado en estos últimos meses, tras la emisión de las conclusiones del Informe Draghi, y el Paquete Ómnibus para el retraso y simplificación de la normativa en sostenibilidad justificando una carga burocrática. Pudiendo suponer, en el caso de la CSRD, la reducción del alcance en un 80%. Pero ¿es realmente una carga burocrática o es una falta de acción proactiva? Desde 2019, con el compromiso del Pacto Verde Europeo, y el primer borrador de la CSRD en 2021, las Organizaciones han tenido casi 5 años para prepararse. Y aquí me pregunto ¿Es este muy poco tiempo para adaptarse a la normativa, o quizá hemos esperado a hacer los deberes en el último momento? Muy posiblemente haya un poco de ambos, quizá hemos querido correr demasiado, pero claramente aquellas organizaciones que en los últimos años han trabajado proactivamente en la gestión de la sostenibilidad y el cambio climático están mucho mejor preparadas ante los desafíos de los próximos años.
En medio de esa incertidumbre política y normativa, España mantiene su compromiso: el pasado 12 de junio entró en vigor el Real 214/2025, que sustituye a la normativa existente desde 2014, actualizando los criterios para el registro, requiriendo la elaboración y publicación de un Plan de Reducción, y fomentando la transparencia de las organizaciones en relación con su estrategia climática. En concreto:
1. Obliga a las empresas que elaboran su Estado de información No Financiera (en el futuro Informe de Sostenibilidad), a calcular su huella de carbono bajo un estándar de cálculo reconocido, como GHG Protocol; e implementar su Plan de reducción de emisiones a 5 años, definiendo metas cuantitativas y alineado con el Acuerdo de París y los Objetivos Europeos de neutralidad climática 2050. Además, se deberá informar públicamente de estos en su EINF o Informe de sostenibilidad.
2. Mantiene la voluntariedad de la inscripción de la Huella de Carbono en el Registro Nacional, y a su verificación bajo norma ISAE 3410 (y otras normas aceptadas por la OECC).
3. Establece criterios adicionales para los proyectos de compensación, como la adicionalidad legal y económica, o el cumplimiento del Principio de No Causar Daño Significativo (DNSH) desarrollado en el Reglamento de Taxonomía Europea.
Todo ello, llevará a las Organizaciones a replantear su gestión en cuanto al cambio climático. En concreto, sobre cómo desarrollar e implantar su Plan de reducción a partir el cual, de una forma bastante directa, la administración establece la obligación de avanzar en la identificación de las mayores fuentes de emisión, calcular una línea base, y retratarse al establecer la obligación de incorporar una meta cuantitativa. Pero, si queremos ser un mejor jugador de ajedrez, no debemos quedarnos solo en el mero cumplimiento normativo. ¿Qué más nos aporta una gestión proactiva del cambio climático? Por un lado, mejora de posicionamiento, y competitividad en un mercado cada vez más exigente y con una creciente demanda de información en cambio climático por parte de los clientes, y la administración pública.
Por otro lado, existe un creciente interés por parte de fondos e inversores, que continúan enfocándose en compañías cada vez más sostenibles y resilientes. Spainsif informa que el 70% de las entidades que emiten bonos consideran el ODS 13 (Acción por el clima) en sus procesos de selección de activos. Asimismo, en el Informe de Ofiso se observa que el 90% de los bonos verdes emitidos en España tienen un componente asociado al Cambio Climático. Por último, pero no menos importante, la gestión de la sostenibilidad refuerza la percepción externa e interna de la empresa, mejorando la atracción y fidelización de empleados y clientes. Y a todo ello no debemos olvidar, que la gestión proactiva ayuda a la identificación de riesgos y oportunidades, una mejora de la eficiencia de los procesos, y a una reducción de costes en el medio-largo plazo asociado a inversiones y acciones de eficiencia energética y uso de fuentes alternativas.
En conclusión, la gestión y control de la sostenibilidad de manera efectiva, fiable y proactiva genera una mayor resiliencia, posicionamiento y acceso de capital en un contexto incierto y cambiante. Ahora, solo tenemos que decidir que tipo de jugador queremos ser.