
La OTAN quería cerrar un nuevo objetivo de gasto en defensa y lo ha conseguido: un 5% de aquí a 2035. Esa es la principal conclusión de la cumbre de La Haya que ha concluido este miércoles y que ha sido quizá la más compleja de la historia de la Alianza Atlántica. Con todo y pese a que todos los países han firmado el documento comprometiéndose a llevar a cabo este mayor desembolso en seguridad, Pedro Sánchez ha sacado a España de la foto. Ello debido a que tras estampar su rúbrica en el citado documento ha vuelto a asegurar que nuestro país solo gastará el 2,1% del PIB en defensa. España es el miembro de la Alianza que menos invierte en su ejército del grupo (1,38% del PIB). Un motivo que no le ha bastado a Sánchez para dar su brazo a torcer. Mantener este desafío a la OTAN presenta una lectura política y otra económica. Para empezar, Sánchez busca con ello desviar los focos de los casos de corrupción que atañen al PSOE.
Pero desde un punto de vista económico, negarse al incremento que pide la OTAN también evidencia que el Gobierno carece de capacidad alguna para realizar dicho aumento. Ello debido a la falta de presupuestos y las escasas opciones de sacar adelante nuevas cuentas públicas en lo que resta de legislatura, debido a la alarmante debilidad parlamentaria del Ejecutivo. Pero más allá de analizar los motivos que llevan a Sánchez a mantenerse firme en su posición, la realidad es que el desafío que ha lanzado a la OTAN puede tener un alto coste para nuestro país. Tanto es así que Donald Trump ya amenaza con duplicar los aranceles a España por limitar su gasto militar a solo el 2,1%. De consolidarse el aviso, las importaciones nacionales afrontarían gravámenes del 40%, lo que impactaría de lleno en nuestra economía.