
Hablar de franquicias en 2025 es hablar de una de las fórmulas de expansión empresarial más consolidadas y dinámicas del mercado. Solo en España, el sector cerró el último ejercicio con un aumento del 2,5% en facturación y un 4,8% en empleo generado, según datos de la Asociación Española de Franquicias (AEF). Pero el crecimiento por sí solo no es sinónimo de éxito. La clave está en saber crecer bien.
En un contexto de aceleración económica, digitalización y cambios constantes en los hábitos de consumo, franquiciar no puede ni debe entenderse como un simple proceso de "copiar y pegar" un modelo rentable. Construir una red escalable y sostenible implica preservar la identidad, los valores y la esencia de la marca, mientras se adapta el modelo de negocio a nuevos entornos, públicos y formatos.
Toda marca que decide franquiciar debe asumir una doble responsabilidad: garantizar la rentabilidad del modelo y proteger la coherencia de su propuesta. En la práctica, esto supone tomar decisiones difíciles en cuanto a estandarización de procesos, formación de equipos, control de calidad y selección de socios estratégicos. Pero también exige tener muy clara cuál es la razón de ser de la marca y cómo esta se traduce —con consistencia— en cada nuevo local.
Las enseñas que sobreviven a largo plazo no son necesariamente las que más rápido crecen, sino aquellas que saben equilibrar su crecimiento con la conservación de su ADN. La coherencia no se impone; se construye y se transmite. Y esto requiere liderazgo, visión y una cultura interna sólida.
En este sentido, franquiciar no es solo replicar un producto exitoso. Es reproducir una experiencia completa. Desde la arquitectura del espacio hasta la forma en la que se atiende al cliente, todo comunica. Y todo debe estar alineado con el posicionamiento de la marca.
Así, uno de los errores más comunes es pensar que basta con tener un buen producto para tener una buena franquicia. Sin embargo, lo que realmente construye una red sólida es la capacidad de trasladar un relato coherente y emocional en cada punto de contacto. El consumidor ya no busca solo consumir; quiere identificarse, compartir y repetir. Las marcas que consiguen que esa experiencia sea idéntica —o mejor— en un local franquiciado respecto a uno propio, son las que fidelizan.
Además, la digitalización ha transformado la forma de operar en el mundo de las franquicias. Sistemas de gestión centralizada, plataformas de fidelización, canales de venta omnicanal o análisis predictivo del comportamiento del consumidor son herramientas fundamentales hoy. Sin embargo, ningún software puede sustituir la importancia de las personas.
De esta forma, el papel del franquiciado, muchas veces infravalorado, es determinante. No es un mero ejecutor: es embajador de la marca, motor de innovación local y puente entre la estrategia y la realidad del mercado. Por eso, la selección del franquiciado adecuado —por cultura, compromiso y capacidades— es tan importante como la ubicación o la inversión inicial.
Por ello, escalar con sentido implica formar, acompañar y motivar a quienes están al frente del negocio. Requiere invertir tiempo y recursos en asegurar que todos reman en la misma dirección, compartiendo no solo objetivos, sino propósito.
En esta misma línea, el entorno postpandemia ha consolidado un consumidor más exigente, que busca conveniencia, sostenibilidad y conexión emocional con las marcas. Esto ha obligado a muchas redes de franquicias a redefinir sus formatos, dando paso a modelos híbridos: locales con take away, delivery optimizado o puntos de venta en ubicaciones no tradicionales.
Por otro lado, cada vez más consumidores —y franquiciados— valoran el compromiso medioambiental y social de las marcas por lo que incorporar criterios de sostenibilidad no puede ser una moda, sino una obligación. Desde el uso de proveedores locales hasta la reducción de residuos, pasando por el diseño de locales más eficientes energéticamente, el modelo de franquicia tiene un papel clave como motor de cambio.
El reto no está en parecer sostenible, sino en serlo, sin comprometer la viabilidad del negocio. Las marcas que logren integrar estos principios en su operativa diaria estarán mejor posicionadas para atraer tanto a consumidores como a futuros socios.
En definitiva, franquiciar es una de las decisiones estratégicas más complejas y relevantes para cualquier marca. Implica abrir las puertas del modelo de negocio a terceros, sin perder el control sobre la percepción, la calidad y la coherencia de la propuesta.
Los que llevamos años en este sector sabemos que no hay fórmulas mágicas. Pero también sabemos que existen ingredientes que marcan la diferencia: claridad estratégica, compromiso con la calidad, selección rigurosa de franquiciados, digitalización bien entendida y, sobre todo, una cultura de marca fuerte.
Franquiciar no es crecer. Es multiplicar. Haciéndolo bien, no solo escalamos un modelo de negocio: escalamos una idea, una forma de hacer las cosas y una conexión real con el consumidor.