Opinión

La formación: un eje estratégico de las empresas en un escenario en constante transformación

Formación de los trabajadores

Navegamos en un entorno laboral complejo, marcado por la inmediatez en la que se producen avances tecnológicos, cambios legislativos o transformaciones en los modelos de negocio. Un escenario que evidencia la necesidad de adaptarse al cambio, adquirir nuevos conocimientos o actualizar nuestras habilidades, en un proceso continuo de formación que debe acompañar a los profesionales a lo largo de toda su carrera.

En paralelo, vivimos con un ritmo de trabajo frenético, con una presión por alcanzar resultados inmediatos que, en muchos casos, relega la formación a un segundo plano. Dedicar tiempo al aprendizaje se percibe como un lujo, cuando en realidad es una necesidad inaplazable para garantizar la eficiencia y competitividad tanto del trabajador como de la empresa.

¿Otorgamos a la formación el valor que se merece? Según datos del Barómetro de la Asesoría 2024, tres de cada cuatro despachos profesionales ofrecen actualmente formación a sus empleados, pero solo cuatro de cada diez lo hacen de forma continua; unos datos que, además, suponen un retroceso respecto al año anterior. De la misma forma, según los últimos datos de la Fundación Estatal para la Formación en el Empleo (Fundae), entidad que gestiona los fondos destinados a impulsar la capacitación profesional en el ámbito laboral, poco más del 20% de las empresas españolas ofrecieron formación continua a sus empleados mediante programas bonificados en 2023. El informe señala, además, una clara diferencia según el tamaño de las compañías: las grandes organizaciones son las que más aprovechan este tipo de iniciativas, mientras que en las pequeñas el grado de participación es considerablemente menor, lo que evidencia un amplio margen de mejora.

En el ámbito empresarial, los cambios se suceden a gran velocidad. La digitalización ha transformado los procesos internos, las relaciones con los clientes y la manera en que se gestionan los datos o se toman decisiones. Si sumamos la constante actualización normativa en materia fiscal o laboral, o los nuevos retos en materia de sostenibilidad o ciberseguridad, coincidimos en afirmar que las empresas necesitan un conocimiento actualizado y específico. El tejido empresarial no solo debe aplicar los cambios, sino anticiparse a ellos y adaptarse realmente a los mismos, lo que exige contar con equipos formados, versátiles y preparados para asumir nuevos desafíos.

En este contexto, la formación debe ocupar un lugar central en la estrategia corporativa: no se trata de formar por formar, sino de fomentar una cultura del aprendizaje continuo que promueva la mejora y la actualización permanente de los equipos. Y, dentro de esta nueva mentalidad empresarial, la formación debe ocupar el tiempo necesario, como parte intrínseca de la actividad empresarial.

Formarse requiere tiempo, pero también visión y compromiso, tanto de las empresas como de los trabajadores. La capacitación continua implica asumir que dedicar horas a aprender no es un tiempo perdido, sino una inversión que se traduce en un beneficio personal y también en la mejora de la competitividad de los negocios. La formación debe responder a un propósito y debe estar alineado con objetivo concretos de desarrollo que, además, deben ser medibles para poder comprobar los avances.

La cultura del aprendizaje significa también que las empresas deben pasar de una visión reactiva (recurro a la formación solo porque tengo carencias puntuales y urgentes) a una proactiva, que permite anticiparse a los cambios y afrontar los retos de futuro con garantías.

El tejido empresarial debe repensar cómo, cuándo y para qué forma a los empleados e incorporar la formación como parte estructural de compañía. La formación sí ocupa lugar, y este lugar debe ser un pilar fundamental de las empresas: debe integrarse como un eje estratégico tan esencial como cualquier otro proceso de negocio. No podemos permitirnos el lujo de no seguir aprendiendo; invertir en el desarrollo de las personas no solo impulsa el crecimiento, es la condición necesaria para liderar el cambio.

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