
Olas de calor, lluvias torrenciales, inundaciones, sequías… Son fenómenos cada vez menos anecdóticos, que desgraciadamente copan la actualidad. La DANA que golpeó Valencia el pasado 29 de octubre, provocando 224 fallecidos e innumerables destrozos materiales, es una de las últimas evidencias de cómo los fenómenos meteorológicos extremos están generando ya graves consecuencias sociales. Según la evidencia científica, detrás de estos eventos está el cambio climático, lo que exige hacer un análisis en profundidad que nos ayude a comprender el impacto que tienen las emisiones de gases de efecto invernadero y el uso intensivo de combustibles fósiles en el clima del planeta y en nuestras vidas cotidianas. Sin duda, lo que no se nombra no se puede cambiar.
Esta es una de las razones fundamentales por la que, en colaboración con la Fundación Naturgy y la Cruz Roja, hemos querido estudiar cuáles son las amenazas físicas del cambio climático en nuestro país. La alteración de las variables climáticas en España en los últimos tiempos no es algo anecdótico. La temperatura media en España ha aumentado alrededor de 1,7 grados desde la época industrial, el verano actual dura prácticamente cinco semanas más que a comienzos de la década de los ochenta y las noches tórridas se han multiplicado por 10 desde 1984 en las 10 capitales españolas más pobladas. Además, en los últimos cuarenta años se han duplicado el número de días en los que el país sufría una ola de calor, y los territorios con clima semiáridos han aumentado en 30.000 kilómetros cuadrados, el equivalente a la superficie de Galicia o Cataluña y de países como Bélgica o Albania.
A futuro, los riesgos a los que nos enfrentamos son también muy numerosos. Sin una acción coordinada a nivel global será difícil frenar el calentamiento global y las emisiones de gases de efecto invernadero, lo que reducirá a medio y largo plazo la disponibilidad del agua y su calidad, provocando la pérdida de ecosistemas costeros o poniendo en peligro la agricultura, por citar algunos de los impactos más inmediatos. Pero no solo habrá consecuencias para el planeta, sino que también se verá afectada nuestra salud, aumentando el riesgo de exposición a enfermedades respiratorias, cardiovasculares e infecciosas. También aumentará el riesgo de inundaciones en el medio urbano, puede haber problemas de operatividad en los puertos y aeropuertos y alteraciones en la demanda y la producción de energía, por citar algunos de los riesgos más llamativos.
Sin ánimo de agotar el debate, muy conscientes de la incertidumbre inherente a este análisis, hemos intentado, en la medida de lo posible, aislar los efectos que las amenazas físicas del cambio climático pueden tener sobre algunas de las principales variables que sirven para medir el bienestar de una sociedad como la española. Partiendo de esta base, hemos podido concluir que 4,4 millones de migrantes climáticos llegarán a nuestro país durante el siglo XXI y que en 2100 se pueden haber registrado más de 200.000 defunciones como consecuencia del cambio climático. Asimismo, por culpa de las olas de calor el Producto Interior Bruto (PIB) podría reducirse entre un 2% y un 4% para los años 2040 y 2050. Otra consecuencia preocupante es que, en apenas 25 años, más de 29,4 millones de españoles (el 31% de la población) se pueden ver afectados, de una u otra forma, por la escasez de agua, que se incrementará en más de un mes por año con respecto a la situación actual. Asimismo, la producción de maíz en España podría colapsar en 2050 por la ausencia de una irrigación adecuada, lo que tendrá consecuencias inmediatas en la inflación alimentaria.
Por el contrario, algunas variables como la demografía podrían beneficiarse del cambio climático. Es el caso de la llegada de migrantes climáticos en edad de trabajar, que podría paliar las consecuencias de la ralentización en el crecimiento de la población y del envejecimiento. Sin embargo, aunque en economía siempre hay externalidades positivas inesperadas como las mencionadas, el mayor problema sin duda el impacto que se producirá en la desigualdad. La tasa de carencia material severa, que en 2023 alcanzó su punto máximo afectando al 8,9% de la población, es, según nuestro análisis el indicador en el que los eventos climáticos extremos tendrán un impacto más significativo y probable. De hecho, la población en riesgo de pobreza podría incrementarse entre un 1,3% y un 2,8% de cara a 2050, la renta media nacional podría reducirse un 17,8% y la inflación alimentaria podría dispararse entre 1,79 y 3,78 puntos por año, según nuestros cálculos.
Todos estos datos no deben servir para abrumarnos ni para generar desánimo, sino para movernos a la acción. Los Estados, la sociedad civil y las empresas tenemos en nuestra mano tomarnos en serio este problema y ponernos a actuar con confianza y determinación. Recientemente hemos podido ver ejemplos esperanzadores de cómo el uso de la Inteligencia Artificial y de otras tecnologías se están demostrando como una herramienta muy eficaz para hacer compatible la transición necesaria hacia una economía sostenible y la rentabilidad de nuestras empresas. Está en nuestra mano seguir trabajando para que el cambio climático no dañe de gravedad a la sociedad española en los próximos años, amenazando aspectos como su demografía, la igualdad, la salud, la economía y, en última instancia, el bienestar de la población. Como dijo una vez Nelson Mandela, "todo parece imposible hasta que se hace".