Opinión

Terremoto en la gran patronal tras la bronca con Garamendi: "Cepyme soy yo"

Antonio Garamendi y Gerardo Cuerva tensan la cuerda en la CEOE para regocijo de Yolanda Díaz. PV
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Uno de los asuntos que más consume a las organizaciones son las guerras internas. El presidente de la patronal, Antonio Garamendi, revalidó hace ya casi tres años su cargo al frente de la patronal CEOE frente a una candidata desconocida, Virginia Guinda, respaldada por Foment. En 2026 se enfrenta a su reelección, que debería ser un paseo triunfal, salvo que se complique la vida, entretanto.

Antes de esa cita clave, estará la renovación de Cepyme, la hermana menor de la CEOE, que presupuestariamente depende de ésta. Tradicionalmente, las dos organizaciones gemelas han mantenido su unidad de acción y votan en el mismo sentido y defienden los mismos intereses en el diálogo social, que mantienen con sindicatos y Gobierno. Así ha sido en esta legislatura, en asuntos clave como la reducción de la jornada laboral, que la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, llevará esta semana al consejo de ministros. Pero la procesión va por dentro.

La relación entre el presidente de Cepyme, Gerardo Cuerva, y Garamendi, se ha mantenido con altibajos desde las elecciones de 2022. Cuerva tuvo presiones desde diferentes bandos para presentar una candidatura que rivalizara con Garamendi, aunque finalmente no lo hizo. El propio Garamendi se enfrentó en las urnas al anterior presidente de la patronal, Juan Rosell, cuando presidía Cepyme. Así que no hubiera sido la primera vez. Aunque en esta ocasión, Cuerva se echó atrás en el último momento, por "lealtad institucional" y para "no romper la unidad de los empresarios". De poco ha servido.

El martes, 21 de enero, Garamendi convocó a Cuerva a una reunión en la que le anunció que iba a presentar un candidato para sustituirlo en Cepyme. La reunión se esperaba larga, pero duró menos de una hora entre reproches mutuos. Garamendi fue escueto. Nada más entrar por la puerta, le dijo que había "perdido la confianza". Cuerva se quedó helado. Le pidió explicaciones, le recordó que lo había apoyado en votaciones como su polémica subida de sueldo o la ampliación de su mandato y pidió públicamente a su rival, Gerardo Pérez, expresidente de Anfac que renunciara a su candidatura.

Garamendi le acusó de ningunearlo con el manifiesto por la libertad de empresa. Cuerva lo negó.

Garamendi no soltaba palabra más allá de la pérdida de confianza, pero ante la insistencia, estalló. Le reprochó la presentación del manifiesto por la libertad de empresa en mayo pasado, en el que las pymes alzaron la voz contra "la intervención" y "la sobrerregulación" del Gobierno, sin consultarlo. "Cepyme soy yo" -le dijo, muy enfadado-, en referencia a que es una organización única presidida por él. Cuerva negó las acusaciones. Le explicó, otra vez, que el texto fue estudiado, elaborado y aprobado en varios comités ejecutivos, donde se sientan altos cargos de CEOE. Incluso se envió una copia del texto definitivo a su secretario general, José Alberto González-Ruiz. El acto público contó con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Ayuso, y con el propio Garamendi, que mantuvo su habitual discreción.

Ante el tono encrespado de la conversación, Garamendi, buscó una salida pactada: "Ahí tienes el área de internacional para que hagas lo que quieras", le ofreció. Luego su Gabinete aclaró que se trataba de la vicepresidencia para asuntos con Iberoamérica. Pero éste la rechazó de inmediato. Entre otras cosas porque ya ejercicio ese cargo en el pasado y es vicepresidente de CEAL.

En el trasfondo de la discusión está el debate sobre si Cepyme debería ser una organización independiente de CEOE. Ambas defienden intereses comunes, pero las preocupaciones entre las pequeñas y las grandes empresas difieren en muchos aspectos.

Las grandes corporaciones actúan, en su mayoría, en sectores regulados por el Gobierno, lo que las hace dependientes de las políticas oficiales, y obliga a sus representantes a ser muy cautos en sus manifestaciones públicas. Las pequeñas, por el contrario, tienen un margen de maniobra más amplio.

La discusión no es nueva. Tras varios años de negociaciones con Rosell, dos meses después de la llegada de Garamendi, su junta directiva aprobó la incorporación de la Asociación de Trabajadores Autónomos, (ATA) y acabó de un plumazo con la Confederación Española de Autónomos (CEAT), que representaba a los trabajadores por cuenta propia en el seno de CEOE. Su presidente, Pedro Barato, fue compensado con la comisión de Seguridad Social.

La asociación de autónomos, con el 61,4% de representatividad en el sector, se incorporó como independiente. Su presidente, Lorenzo Amor, está en la ejecutiva de CEOE, que a su vez tiene representación en ATA, pero sus cuentas son independientes de las de la gran patronal. Amor es una de las personas presuntamente tocado para presidir Cepyme, aunque él lo niega y asegura que su puesto está en ATA, donde se ha dado 20 días para decidir si se presenta en marzo para un nuevo mandato.

Cuerva salió de la reunión convencido de que no iba a aceptar ningún arreglo. "Esta vez está determinado a plantarle cara, no como la pasada", asegura su círculo más cercano. La noticia del candidato alternativo, de nombre aún desconocido, no sorprendió en Cepyme, donde se conocía desde hacía meses. De hecho, en noviembre ya se barajó la posibilidad de adelantar las elecciones para desbaratar los planes de CEOE.

La renovación de Cepyme debe producirse en torno a marzo-abril de 2025, por lo que la convocatoria puede ser en cualquier momento, aunque el largo proceso de rehabilitación de Cuerva, tras una tediosa operación de rodilla, podría demorarlo unos meses.

Si Garamendi pierde o si vence por la mínima, podría comprometer su reelección en CEOE

Como en política, los tiempos, en este caso son esenciales, porque en octubre del 2026, poco más de un año después, es el presidente de la CEOE quien tiene que renovar su cargo. ¿Qué pasaría si no logra imponer su candidato? O si gana, pero con un margen estrecho de votos, podría afectar a su propia reelección. El desafío es arriesgado. "Gerardo Cuerva es un hombre reconocido entre los empresarios, un peso pesado, no como pasó con Guinda", señalan en el sector.

En Cepyme consideran, naturalmente, que tienen posibilidades de vencer porque los votos de sus socios están muy repartidos, cuatro por provincia, excepto Madrid que cuento con ocho. Pero CEOE tiene un as en la manga, un comodín insalvable: el control presupuestario de Cepyme. Ello otorga un enorme poder a su presidente para influir en la decisión. Sobre todo, teniendo en cuenta que los compromisarios pueden delegar su voto en uno de los candidatos, no se requiere que lo depositen personalmente. "Quien controla la caja del dinero parte con ventaja. La presión para lograr la mayor cesta de votos va a ser tremenda", señalan.

Las espadas están en alto. Ambos candidatos han empezado a tantear el terreno para medir sus apoyos. De hecho, la Junta Directiva y el Comité Ejecutivo de CEOE celebrados al día siguiente de la polémica cita, ni siquiera trató el asunto. La víspera algunos miembros fueron sondeados sobre su posición para votar una reprobación al presidente de Cepyme, que finalmente no se produjo. Nadie sabe si iba en serio o no obtuvo suficiente consenso. Sea como fuere, se interpreta como que no está claro el vencedor.

En esa misma fecha, el Comité Ejecutivo de Cepyme sondeó el apoyo a su presidente en presencia de éste, a propuesta de uno de los miembros. Sólo el representante de la organización de jóvenes empresarios, CEAJE, presidida por Fermín Albaladejo, levanto la voz a favor de Garamendi.

En las organizaciones territoriales, como la catalana Foment, se tiene claro que lo mejor sería un acuerdo. La relación entre los dos líderes empresariales es cordial, pese a las tensiones. Nadie está interesado en dar muestra de debilidad o de división ante un Gobierno empeñado en atacar a los empresarios. Desde principios de año, ha subido el SMI, las cotizaciones y está a punto de aprobar un recorte de la jornada laboral.

Lo peor puede estar por llegar. Sánchez podría desempolvar el proyecto de Ley sobre la Representatividad, ahora olvidado, para hacer un hueco en el diálogo social a otras organizaciones como Pimec, la patronal de las pymes catalanas. Si eso ocurre, Foment estaría obligado a continuación a abandonar la CEOE para exigir su cuota de representación. La gran patronal saltaría por los aires.

Cuerva asegura que está abierto al diálogo, pero no quiere irse, mientras que Garamendi está encastillado en que se vaya. Habrá que alcanzar un consenso.

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