
Decía uno de los más directos colaboradores del reelegido presidente norteamericano que a Trump no hay que tomarle al pie de la letra pero hay que tomarle en serio. Y entre las muchas cosas serias que dijo durante su discurso de toma de posesión probablemente una de las más concluyentes y significativas fue algo que no dijo, su silencio sobre Europa. Ni una sola mención a una Unión Europea, hoy carente de líderes y liderazgo, con la que, a tenor de su omisión, dio a entender que para él no cuenta como actor protagonista en su planteamiento de nuevo orden mundial.
Una trilogía hegemónica en el mundo, a su entender, en la que junto al papel preponderante de EEUU, están Rusia y sus satélites y China, este último como gran potencia económica emergente. No es de extrañar, pues, que uno de sus primeros pasos en los prolegómenos de su acceso a la Presidencia haya sido hablar con el líder del gigante asiático, Xi Jimping, para anunciar que trabajarán juntos por un mundo más pacífico y seguro.
Significativo también que por primera vez en su historia el régimen comunista de Pekín haya enviado al vicepresidente Han Zheng a la investidura de Trump. Tanto como lo es la ausencia de la presidenta de la UE, Ursula von der Leyen, y de los principales mandatarios europeos, mientras que si estaba entre los invitados Georgia Meloni, la primera ministra italiana y adalid del discurso antimigratorio en Europa. Presencia en Washington que se interpreta como un intento de la italiana por convertirse en 'puente' entre una Europa muy dividida y el nuevo Estados Unidos que Trump alumbra.
De hecho, los expertos en la política norteamericana estiman que EEUU presionará más para elevar el gasto militar y alertan de que la Administración republicana buscará fraccionar el bloque comunitario, además de que Trump hizo de los aranceles contra Europa una de sus principales promesas electorales y su agenda proteccionista supone una seria amenaza para las economías europeas muy afectadas por las crisis de Alemania y Francia, por la debilidad de la industria, unos costes energéticos que siguen elevados, profundos desequilibrios fiscales y una crisis política a nivel interno.
En el caso de España las exportaciones a EEUU suponen en torno a un 5% de todas nuestras ventas en el exterior y los sectores más amenazados son los de maquinaria mecánica, de oficina e informática, maquinaria eléctrica y equipos electrónicos, minerales y metales, y productos químicos. Todos ellos combinan bajos niveles arancelarios iniciales con una mayor exposición relativa al mercado estadounidense, lo que amplifica el impacto de cualquier incremento arancelario.
Con todo el principal riesgo para nuestro país puede estar, mas que en la economía que también, en el terreno de la geopolítica y las relaciones internacionales. España en la era Sánchez se ha convertido en un país irrelevante en la política internacional y Estados Unidos nos ha sustituido por Marruecos como su aliado estratégico y preferente en el Mediterráneo. Un Marruecos cuyo rearme en los últimos años avanza a un ritmo cada vez mayor respaldado por Estados Unidos y por Israel y que afecta indirectamente a España y a las reivindicaciones alauitas sobre Ceuta, Melilla y Canarias, con el añadido de que nuestro gobierno tiene prácticamente rotas las relaciones con Argentina e Israel los otros dos grandes aliados de Trump y con Sánchez alardeando de abanderado del antitrumpismo internacional.
En este escenario y si nuestro presidente negándose a aumentar el gasto en defensa y sigue jugando a pseudoprogre en contra de los intereses de España no es difícil aventurar que lo vamos a pagar nosotros. Al tiempo.