
El segundo mandato de Donald Trump supone un cambio radical frente a lo que se ha venido experimentando en el mundo últimamente: la Agenda 2030 creada por Bill Gates, los Criterios ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible), los Criterios ESG (Enviromental, Social and Corporate Governance) y también todo lo que rodea a lo que se entiende por Cultura Woke, creada por el hijo sucesor de George Soros, Alexander Soros.
El presidente Trump dejará lado todo esto y priorizará la Economía y las estrategias necesarias para, como dice su lema, "hacer de nuevo una América grande". Por ello, todo lo que en Europa se ha considerado cuasi como sacrosanto y nos ha mediatizado estos pasados años, constriñendo nuestro devenir económico, social e incluso personal, cambiará disruptivamente durante su mandato.
Por ejemplo, el cambio en cuanto a los criterios ESG en el mundo financiero será radical, pues el último gran banco en abandonarlos ha sido J. P. Morgan Chase y dejarán de contar para otorgar financiación a las empresas. Además, fondos de inversión cotizados o ETFs (exchange traded fund) que sólo tenían en cartera activos con criterios ESG, han dejado de operar siguiendo ese objeto.
Además, Trump ya ha dejado claro también que el dólar digital o C.B.D.C. (central bank digital currency), no van a ser instaurarlo. Y sobre todo lo relacionado con lo que se viene entendiendo por Cultura Woke, la postura del Gobierno Trump será clara porque va a hacer todo lo que tenga a su alcance para eliminarla.
Ahora lo que está por ver es qué postura va a adoptar Europa en relación a todo esto. Porque, por citar algo en concreto, Alemania está utilizando carbón como lo hacía antaño. Y China no tiene intención de restringir sus emisiones de Co2 como tampoco la tiene India. Por lo que si en la única zona económica que se tiene en cuenta la polución va a ser Europa, es seguro que la limitación de las expectativas económicas va a redundar en una falta de capacidad de competividad y en una destrucción de riqueza indiscutible.
Ya hay estudios que señalan que en 10 años no habrá en el ranking de los diez países más grandes económicamente ninguno que sea europeo. Y eso, lógicamente, es algo que nos debería preocupar muchísimo.
En Europa, el retroceso económico podría ser de tal magnitud que es muy posible que nos borren del mapa como grandes potencias económicas. Sólo hay que ver que actualmente Alemania, Francia y Reino Unido tienen una situación económica lamentable. Y obviamente van a tener dificultades en el futuro para poder solventar, e incluso paliar, esa situación.
El cómo se ha llegado hasta estos extremos constituye, sin lugar a ningún género de duda, un interesante y necesario análisis que hay que realizar. Evidentemente resulta inabordable hacerlo en cuatro renglones, pero la gravedad de lo que puede venir, y no a largo plazo, no se puede medir con lo que ha venido siendo Europa desde siempre.