
Las dificultades económicas, políticas y financieras que atraviesan Alemania y Francia, dos de las principales economías de Europa, empiezan a alarmar a los servicios de estudios, analistas y empresarios españoles. Una DANA económica, ajena a las preocupaciones de un Gobierno más ocupado en los problemas judiciales que afectan al entorno familiar y político del Presidente y por enviar a los ministros a hacer oposición a las autonomías del PP que de atender las labores propias de sus Ministerios y resolver los problemas de los ciudadanos, que es para lo que les pagamos y de lo que a la vista de los resultados da la impresión que ni se ocupan ni les interesan.
Y preocupan Francia, Alemania y en general los vaivenes de la UE, con el añadido de las amenazas proteccionistas de la segunda era Trump en EE UU, porque recordemos que las exportaciones de bienes y servicios se han convertido en el principal motor de crecimiento de la economía española desde La pandemia.
Con un crecimiento espectacular a partir de 2008, las exportaciones aportan hoy el 39% del Producto Interior Bruto (PIB) nacional, lo que nos sitúa por delante de economías tradicionalmente más volcadas al exterior como Italia y Francia. Mientras que el turismo representa aproximadamente el 11,6% del PIB de España, dato que resalta la relevancia de esta industria en la economía nacional.
El problema surge cuando vemos que por mercados de destino, las exportaciones dirigidas a la Unión Europea representaron el 61,5% del total y crecieron un 9,1%. Se alcanzaron cifras récord del mes en 14 destinos comunitarios, entre ellos, los cuatro principales mercados de exportación de España: Francia, Alemania, Italia y Portugal. En concreto Francia con un 15,2%, Alemania con el 10,3%, aportan en conjunto más del 25% del total de muestras ventas en el exterior. Estos países son, además, los dos principales emisores de turistas hacia España después de Reino Unido con 11,5 millones de visitantes en el caso de Francia y en torno a 10,7 millones procedentes de Alemania.
Pues bien, el estancamiento político y fiscal de Francia ha atrapado a su economía en un bajo crecimiento, lo que aumenta la presión sobre el primer ministro, François Bayrou, para que elabore rápidamente un presupuesto para 2025. De hecho la agencia de estadísticas del país galo prevé que la segunda mayor economía de la zona del euro se expanda sólo un 0,2% al trimestre en el primer semestre del próximo ejercicio con una demanda interna débil y una desaceleración en el apoyo de las exportaciones. Eso, además de que con un déficit del 6,2% del PIB, Francia ya tiene el peor desequilibrio presupuestario de la zona del euro.
En la misma línea el miembro más grande de la Unión será también el que obtenga peores resultados económicos este año. La economía alemana cerró 2024 con una contracción del Producto Interno Bruto (PIB) del 0,2%, marcando así el segundo año consecutivo de recesión, mientras que las previsiones de la Comisión Europea, estiman que Alemania, en vísperas de unas elecciones que pueden ser cruciales crecerá sólo un 0,7% en 2025, con el reto de reformar el freno de la deuda y mientras que los analistas alertan del riesgo de la temida estanflación, es decir, estancamiento o recesión económica con inflación.
Añadir a ello la situación del Reino Unido el primer emisor de turistas hacia España con la libra en caída libre y la deuda escalando. Situación agravada por el aviso de los turoperadores advirtiendo de que los británicos están cambiando España por otros destinos del Mediterráneo como Egipto y Túnez. Éxodo que puede ser más grave si se concreta la propuesta de Sánchez de intervenir la compra de viviendas de ciudadanos extracomunitarios incrementando la carga fiscal del precio de compra con hasta el 100% del valor, teniendo en cuenta que los británicos son los extranjeros que más compran viviendas en España.
Y frente a estos nubarrones, el gobierno reacciona poniendo palos en las ruedas con medidas como la subida desproporcionada del SMI, el incremento de las cotizaciones sociales y la disminución de la jornada laboral que deterioran la competitividad de nuestros bienes y servicios. Es lo que ocurre cuando el fanatismo ideológico se antepone a la lógica y el realismo de la economía.