Hace poco más de un mes, la campaña oleícola daba el pistoletazo de salida con la mirada puesta en una única variable: el precio. Tras encadenar, por primera vez en la historia, dos campañas extraordinariamente cortas el sector mantenía las esperanzas en tener un año donde producción y precio tuvieran un equilibrio en la balanza. Tras más de cuarenta días de campaña y cerrado el cupo de los 'aceites singulares' (mal llamados verdes) nos encontramos ante una nueva descompensación entre producción y precio, y es que con un ritmo de salidas aceptable y con una producción de casi 36.000 toneladas en el mes de octubre (solo un 3% de lo que se estima se producirá) el precio ha sufrido en origen un desplome tan esperado como difícil de entender.
Hasta aquí la zona de grises y todo lo que ya sabemos. Pero existen unas zonas de esperanza que se siguen produciendo, y cada día más, año tras año. La consolidación absoluta de la recolección temprana, un respaldo absoluto del eslabón más importante de la cadena, el consumidor, que elige la calidad, la valora y además está dispuesta a pagarla. Esta pequeña franja del mix de Aceites Vírgenes Extra cada vez está más consolidada, y por si fuera poco cuenta con una mínima fluctuación de precios. Algo que le otorga una característica única: la estabilidad en el tiempo.
Esta confianza del consumidor tiene como parte más positiva que los propios consumidores cada vez son más 'expertos' y por tanto exigen y demandan mejores Vírgenes Extra en los lineales. La cata cada vez es más importante a la hora de elegir qué producto llega a nuestra casa. La pasión por los 'aceites tempranos' es además un momento donde toda marca que se precia gana en poder de comunicación, en conexión con un cliente que ansía y espera esas fotos en las redes sociales de los caños verdes por las verticales de toda España.
Es cada vez más habitual encontrar a consumidores hablar sobre variedades, zonas de producción, calidades, denominaciones de origen, certificaciones de calidad, amargos o picantes. Esta tendencia se viene produciendo ante una concienciación cada vez más clara en la producción: la apuesta ya no solo por la calidad sino por la excelencia hace posible ese interés. Leyendo un poco más profundo esto ya no es un debate, ni una quimera: la calidad en general (y la calidad sostenible en particular) es una revolución que ha venido para quedarse, y el que no se suba será como el que no creía en la telefonía móvil.
La mayor sensibilidad del consumidor en reconocimientos a la calidad, con comunicaciones mucho más directas y veraces, sumado al interés por visitar las almazaras para conocer de primera mano 'la verdad' de un sector que tiene mucho de verdad, hace que el consumidor tenga una 'altura de miras' mucho más desarrolada que los propios productores. El mensaje que nos mandan es claro, nos lo han mandado incluso cuando los precios eran noticia por medio mundo: el cliente quiere calidad y no hay otro camino.
Y es que el sector se lo tiene que creer. Como productores no nos debemos dejar engañar. Las mentiras tienen las patas muy cortas y el Virgen Extra es un producto de verdad, y debemos de enseñarlo, con nuestras puntas de lanzas, los aceites de Cosecha Temprana, y después con vírgenes extra que emocionen y hagan vibrar uno de los mejores patrimonios que tenemos, que es nuestra gastronomía además de nuestra salud.
Haríamos bien desde las almazaras, cooperativas y privadas, en no caer en la autocomplacencia y en la tan destructiva autocompasión del "nosotros no podemos hacer nada". Sí que se puede: hay que llegar a toda persona que quiera disfrutar de un producto único, más si cabe cuando se nos está pidiendo a voces. Usando aquella retahíla de Luis Aragonés que decía "ganar, ganar, ganar y volver a ganar" los consumidores lo tienen claro: "Calidad, calidad, calidad y más calidad". Vamos a empezar a creérnoslo de verdad.