Opinión

El asalto fiscal que viene

  • Sánchez ha subido 69 veces impuestos mientras 11 países de la UE rebajan la presión impositiva

Acorralado por la presunta corrupción generalizada de los casos Koldo -ahora caso PSOE tras los informes de la UCO- de su mujer y de su hermano, además de por la traición a las víctimas del terrorismo excarcelando a presos de ETA, el presidente del Gobierno que ya anunció a comienzo de curso su intención de subir los impuestos, se apunta a esa obsesión insana que tienen todos los totalitarismos por expoliar fiscalmente a los ciudadanos y nos amenaza con perpetrar otro asalto fiscal al común de los contribuyentes, las clases medias, los trabajadores y a unas empresas asfixiadas por la voracidad fiscal de un gobierno que, incapaz de crear riqueza y puestos de trabajo, se dedica a esquilmar los bolsillos de los ciudadanos.

Un asalto fiscal que se estima en 60.000 millones de euros de recaudación adicional y que, como casi todas las medidas y decisiones del sanchismo se basa en una gran mentira con la UE como chivo expiatorio. "Estamos cuatro puntos por debajo en presión fiscal, de hecho Europa exige al Gobierno una reforma fiscal que le permita ponerse al menos simétrico en relación con esta cuestión", fantaseaba la ministra de Hacienda María Jesús Montero, obviando deliberadamente que España es el tercer país que más ha subido los impuestos en la UE desde que Sánchez llegó al gobierno.

Hasta 69 veces ha incrementado Sánchez los impuestos en España que suponen hoy un 42,8% del PIB, mientras que has once estados miembros de la UE han rebajado la presión fiscal sobre sus ciudadanos.

Y si es cierto que estamos por debajo en presión fiscal, que recordemos es la cantidad de dinero en concepto de tributos que los ciudadanos pagan al Estado en comparación con el producto interior bruto (PIB), lo que tampoco cuentan la ministra y el "número uno" es que en España tenemos el mayor esfuerzo fiscal de la Unión Europea, que es el indicador que mide el porcentaje de impuestos que pagan los ciudadanos en relación con su renta per cápita. En concreto, nuestro esfuerzo fiscal es un 17,8%, superior a la media de nuestros socios de la UE.

Añadir a esto que el informe Panorama de la fiscalidad autonómica y foral 2024, elaborado por el Consejo General de Economistas de España, concluye que desde 2020 España ha visto como su marginal máximo de Impuesto sobre la Renta (IRPF) se ha situado en el 45%. O lo que es lo mismo, que un español medio dedica el 45% de sus ingresos a pagar impuestos, y en algunos casos puede superar el 50%, lo que expertos fiscales califican inequívocamente de confiscatorio

Y, para mayor escarnio, Sánchez amenaza esta subida fiscal cuando acabamos de conocer el desplome del salario más habitual en nuestro país: 14.589 euros brutos anuales que suponen 4.000 euros menos que en el año pasado

España es también el país europeo en el que más ha caído la renta per cápita en paridad de poder adquisitivo, con una renta per cápita que está un 14% por debajo de la media europea y el poder de compra de los españoles ha caído en 5,5 puntos entre 2019 y 2023. Desde que Sánchez llegó al gobierno, España ha pasado de tener un 92,8% del PIB en paridad de poder de compra sobre la media UE en 2017 a sólo 88,6% en la actualidad. Una pérdida que nos ha vuelto situar entre los países pobres de la Unión.

Y con esta situación económica y social lo más obsceno del asunto es que esta agresión fiscal no va a servir para mejorar los servicios públicos, la sanidad, la educación, el transporte o los caóticos trenes de Oscar Puente. Y ni siquiera para cumplir la senda fiscal de la UE, el 3% y del 60% sobre el PIB del déficit y de la deuda, que sería lo obligado. No, va a servir para pagar con nuestro dinero la independencia fiscal de Cataluña, el coste improductivo de un gobierno elefantiásico y sus 800 asesores enchufados a dedo, las subvenciones inútiles a colectivos para conseguir votos cautivos, y para pagar el peaje a los socios de la Frankestein para que Sánchez pueda seguir durmiendo en La Moncloa. Eso sí, sin gobernar.

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