Las tornas han cambiado en la UE en poco más de una década. En 2012, los países del sur de Europa presentaban altos desequilibrios públicos y bajo crecimiento. Pero ahora ocurre lo contrario. Los llamados PIGS, salvo Italia, presumen de déficits controlados e impulso económico, especialmente en el caso España, mientras que los problemas se han trasladado a Alemania, Francia. La tradicional locomotora de la UE ha gripado tras el fin del gas barato ruso y, como mucho, aspira a cerrar el año con un alza del PIB del 0,1%. Además, las grietas en su Gobierno de coalición deja en el aire las cuentas de 2025.
Francia también presenta una alarmante debilidad legislativa y en el terreno económico tampoco le va mucho mejor que a los germanos. El alza del PIB en 2024 se quedará en un pobre 0,7% mientras que el país cerrará el año con un déficit del 6%, el peor dato desde la crisis de deuda. Francia y Alemania son por deméritos propios los nuevos enfermos de la UE, lo que debilita al eje París-Berlín, el motor tradicional de las todas las grandes decisiones de la UE. Esto supone un grave problema, ya que llega en un momento en el que la Unión debe hacer frente a la competencia de EEUU y China para no caer en la irrelevancia económica.
Un reto que según el informe de Mario Draghi obligará a invertir 800.00 millones anuales. Una cantidad desorbitada para el presupuesto de la UE, que solo se puede alcanzar con la emisión de deuda comunitaria. La debilidad de las dos primeras potencias económicas de la UE hace prácticamenbte inviable que puedan impulsar el llamado plan Draghi. Europa, por tanto, está desarmada y paralizada para retar al poderío asiático y estadounidense, lo que genera serias dudas sobre su capacidad de crecimiento en los próximos años.