
El eje franco-alemán, el motor tradicional de todas las grandes decisiones que la UE tomó desde su nacimiento, atraviesa su peor momento justo cuando la Unión se enfrenta a un "desafío existencial" frente a sus grandes rivales –Estados Unidos y China–, en palabras del expresidente del BCE, Mario Draghi.
El propio Draghi cuenta con una clara hoja de ruta para afrontar ese reto. No obstante, en las instituciones europeas ya reconocen oficiosamente que ni siquiera un experto en rescatar el proyecto comunitario como el expresidente del BCE logrará objetivos tan ambiciosos como movilizar 800.000 millones en inversiones, si París y Berlín siguen sumidos en su actual debilidad.
Tan abultada cifra procede de un cálculo elaborado por la Comisión Europea y el propio BCE, como precisaba Draghi en un evento organizado por el Instituto Bruegel esta semana. El también exprimer ministro italiano insistió en que es poco viable obtener tal partida del presupuesto europeo, ya que supondría multiplicarlo por cinco, o de los presupuestos nacionales, porque comprometería la sostenibilidad fiscal.
Es por ello que la opción de una nueva emisión masiva de deuda conjunta, dando continuidad a la fórmula aplicada en el Plan de Recuperación posterior a la pandemia, se erige como la única salida viable, si no fuera porque dos piezas clave de ese plan, París y Berlín, tienen ahora sus propios problemas de los que ocuparse.

La tradicional alergia alemana a todo lo que sugiera emisiones de deuda europea mancomunada es ahora más difícil de vencer que nunca, por la división interna que socava la coalición alemana de Gobierno. El propio ministro de Finanzas alemán, Christian Lindner, se permitió tomar la iniciativa –sin esperar al canciller Scholz– tras conocerse el informe Draghi. "Alemania no está de acuerdo con ello", dijo el ministro germano. "Nuestro problema no es la falta de subvenciones, sino la burocracia y la planificación económica. Más deuda pública cuesta intereses, pero no crea necesariamente más crecimiento", aseveró.
Y es precisamente el crecimiento otro de los grandes problemas de la hasta ahora indiscutida locomotora europea. Alemania, que ya arrastra el apelativo de "hombre enfermo de Europa", cerró el pasado ejercicio con una contracción del PIB del 0,3%. Si bien las estimaciones de Bruselas apuntaban a un ligero repunte del 0,1% para este ejercicio, los principales institutos económicos germanos apuntan que su PIB podría volver a retroceder en 2024, un 0,1%. En todo caso, lo que dejan atrás es la perspectiva de un rebote.
Francia, por su parte, no está en condiciones de cubrir el vacío que Alemania deja en el puente de mando de la Unión, e insuflar vida a la ambiciosa iniciativa inversora del plan Draghi, aunque el presidente Macron es un ferviente partidario del Plan Marshall diseñado por el político italiano.
La coyuntura gala deja entrever, por lo pronto, la inestabilidad de un Gobierno en minoría y la escalada de una deuda que arroja preocupación sobre el control presupuestario. Entre abril y junio, su deuda aumentó al 112% del PIB, según informó la oficina de estadística gala. Esta misma semana, el bono francés a 10 años se marcó, brevemente, como una inversión más arriesgada que el bono español. El bono español cotizó más barato que el francés por primera vez desde 2008. Esto significa que el París tiene que pagar una cantidad cada vez mayor para refinanciar su deuda.
Expedientes abiertos
Además, Francia, junto con Italia, son dos de los países a los que la Comisión Europea ha incluido en procedimiento por déficit excesivo el pasado junio. El déficit de Francia apunta a alcanzar el 6% del PIB para cierre de año y el Ejecutivo de Barnier ha trazado un plan en el que pospone alcanzar el objetivo del 3% del déficit que exige la UE a 2029, en lugar de 2027, como se preveía inicialmente. Su plan incluye recortes del gasto y subidas de impuestos para los ricos y las grandes empresas.
Desde el punto de vista puramente técnico, los bonos franceses y alemanes son las referencias ineludibles que marcarían el rendimiento en el mercado de los futuros eurobonos, explica a elEconomista.es la propia Comisión Europea. Aunque en la teoría los eurobonos se mutualizan entre todos los países de la UE, gran parte de la garantía tendría que ofrecerla Alemania, más aún que Francia, ya que el Bund alemán es uno de los títulos de renta fija más fiables del mundo, junto con la deuda estadounidense. Con esta fórmula, Berlín se convierte en avalista involuntario de economías mucho más débiles al ejecutar una emisión de deuda conjunta.
Una mayor oposición
Apenas hay alternativas para respaldar el plan Draghi si Alemania y Francia no lo secundan. No es ningún secreto que hay otros países muy reacios a movilizar recursos en una cuantía tan elevada como demanda el exbanquero central.
La voz cantante entre las llamadas economías frugales la lleva Países Bajos, que lleva meses rechazando de plano que esa vía pueda ser una realidad. Sin embargo, el sur de Europa, entre ellos España, valora esta opción con buenos ojos.
El expresidente del BCE apuntaba esta semana que esos 800.000 millones de euros "es una cifra conservadora", ya que no incluye partidas como la adaptación o la protección climática, ni tampoco para la formación para las profesiones futuras. En todo caso, la financiación tendrá que provenir en partidas similares del sector público y privado, en un equilibrio 50% y 50%, delineaba Draghi.
La brecha de inversión entre la UE y EEUU es uno de los elementos sobre los que llama la atención en italiano en su informe. La enorme cuantía de subsidios de la ley de la Reducción de la Inflación estadounidense se ha quedado sin un homólogo desde la UE, que requiere de incentivos y subsidios para impulsar su competitividad frente a Washington y Pekín. Además, es necesario fomentar que las inversiones se queden en suelo europeo. También, evitar la fuga de empresas que, en busca de capital y mecanismos para escalar su negocio, tomen la decisión de mudarse al otro lado del charco. Una coyuntura a la que no ayuda la fragmentación del mercado único o las diferentes regulaciones nacionales.