Opinión

Competitividad y sostenibilidad como ejes del futuro

  • Desmantelar la industria europea es posible si no hay respuesta firme y coordinada
  • La reindustrialización de Europa no es una opción, sino una necesidad imperiosa

El reciente informe sobre la competitividad de la Unión Europea, liderado por Mario Draghi, no solo llega en el momento justo, sino que también hace un diagnóstico preciso y muy certero a la hora de señalar los desafíos más urgentes que enfrenta la economía del continente. Entre los principales, destaca la necesidad de poner nuevamente en el centro del debate la competitividad industrial europea. Un tema que, pese a las voces que defienden la reindustrialización, parece haber quedado relegado en los últimos años. Mientras los ojos del mundo se fijaban en la transición energética, la digitalización y la recuperación post-pandemia, el sector industrial europeo, que ha sido el motor de la economía durante décadas, ha sufrido una evidente erosión.

El texto alerta sobre una tendencia que, de no revertirse, puede culminar en la desaparición de gran parte de la industria en Europa. En un mundo cada vez más competitivo, la combinación de descarbonización y competitividad debe abordarse de manera conjunta, pues ambas son claves para asegurar el futuro industrial de Europa. Sin una respuesta firme y coordinada, la UE se enfrentará a un desmantelamiento industrial en beneficio de otras regiones que han sabido posicionarse estratégicamente para captar inversiones y mantener su dinamismo económico, como Estados Unidos o China.

En este sentido, el informe subraya un punto crucial: no hay tiempo que perder. Europa necesita reaccionar con rapidez y, sobre todo, de manera decidida. Las respuestas tímidas o parciales no servirán para detener la caída de la industria. Será necesaria una inversión masiva y sostenida en el tiempo, tanto desde el sector público como el privado, para poner a Europa en pie de igualdad con las grandes potencias. Draghi estima que esta inversión debería situarse en torno a los 800.000 millones de euros anuales, una cifra que pudiera parecer elevada, pero que es necesaria para realizar la transformación que se requiere.

Sin embargo, la cantidad destinada a esta inversión no es lo único que importa. Europa debe aprender de experiencias recientes, como los fondos Next Generation, y asegurarse de que estos recursos se gestionen de manera ágil y eficiente. Aquí es donde el papel de los gobiernos será fundamental. La burocracia ha sido históricamente uno de los principales obstáculos para el desarrollo económico en el continente y, si no logramos simplificar los procedimientos y hacer que estos fondos lleguen a los sectores que más los necesitan, habremos perdido una oportunidad de oro.

Otro de los grandes mensajes del informe es la importancia de la innovación y el aumento de la productividad, elementos fundamentales para mantener la competitividad a largo plazo. Sectores como los fabricantes de pasta, papel y cartón han demostrado ser conscientes de esta necesidad desde hace muchos años, apostando por la innovación para mejorar la eficiencia, responder a las nuevas necesidades de la sociedad y avanzar en la sostenibilidad de su proceso productivo. A modo de ejemplo, el sector papelero europeo, y el español de forma equivalente, ha logrado reducir sus emisiones de CO2 en un 45% desde 1990.

Pero la descarbonización no trata solo de proteger el medio ambiente, sino también de asegurar la independencia energética. Y, como también señala Draghi, deberemos hacerlo sin menoscabo de nuestra competitividad. El sector papelero cuenta para ello con herramientas como la cogeneración de alta eficiencia, pieza clave que puede ayudar a la industria a seguir siendo competitiva y, al mismo tiempo, sostenible. Sin embargo, para ello, es necesario aplicar los principios de la neutralidad tecnológica a la hora de desarrollar las políticas energéticas europeas.

Si bien el informe de Draghi establece un marco sólido, el gran desafío ahora es convertir estas recomendaciones en políticas concretas. Las recientes propuestas de la Comisión Europea, con la reestructuración de su colegio de comisarios y las misiones asignadas, parecen recoger parte de las reflexiones del informe, pero la verdadera prueba será la implementación de estas políticas. No basta con diseñar grandes estrategias, éstas deben ser ejecutadas de manera eficiente para lograr un impacto real en los sectores productivos.

A nivel nacional, el reto será aún mayor. Las políticas diseñadas en Europa deben traducirse en medidas con impacto tangible en los Estados Miembros. La simplificación administrativa es un área crítica. Draghi lo menciona explícitamente y, desde el sector del papel, se ha venido señalando en reiteradas ocasiones: sin una reducción significativa de la burocracia, las empresas europeas seguirán en desventaja frente a sus competidores globales.

Además, el informe hace una advertencia clara: la crisis energética reciente ha demostrado los riesgos de dejar que los Estados Miembro actúen de manera descoordinada en el apoyo a sus empresas. La falta de armonización en las ayudas estatales puede crear distorsiones en el mercado único, debilitando aún más a la industria europea. En este sentido, la futura vicepresidenta ejecutiva y comisaria de Competencia, Teresa Ribera, tendrá un papel crucial. Su experiencia al frente del MITERD durante los momentos más críticos de la crisis energética será una valiosa herramienta para abordar este desafío.

El informe recoge también buena parte de las demandas que el sector del papel viene trasladando en lo relativo a industria, competitividad y acceso a energía a precios competitivos. La industria papelera es intensiva en el uso de energía y su supervivencia depende en gran medida de políticas que garanticen su acceso a recursos a un coste razonable. A este respecto, no solo se reconoce la importancia de estos sectores, sino que propone medidas específicas para apoyarlos en la transición hacia un modelo más sostenible. Además, la economía circular, piedra angular del sector del papel, es señalada como una de las claves para asegurar la competitividad y la independencia de Europa.

En definitiva, la reindustrialización de Europa no es una opción, sino una necesidad imperiosa. El informe de Draghi pone sobre la mesa las claves para que Europa vuelva a ser una potencia industrial, pero solo será posible si se actúa con contundencia y rapidez. Invertir en bioeconomía, innovación y competitividad permitirá construir una Europa más fuerte, más autónoma y mejor preparada para enfrentar los retos del futuro. El tiempo apremia y la oportunidad es única. No podemos permitirnos dejarla escapar.

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