Opinión

Ni siquiera 'Super-Mario' puede salvar la economía en decadencia de la UE

  • El continente se queda cada vez más atrás retirándose a una pobreza gentil con proteccionismo
  • La descentralización radical de Bruselas ofrece la misma fórmula gastada desde los 2000

Requerirá una mayor integración. Los poderes tendrán que ser transferidos de los Estados miembros a Bruselas. Y tendrá que haber nuevos y vastos subsidios públicos para inversiones que el sector privado no puede financiar por sí solo. El ex presidente del Banco Central Europeo y primer ministro italiano, Mario Draghi, publicó recientemente su importante informe sobre la restauración de la competitividad de la Unión Europea. Pero espera. En realidad, ni siquiera 'Super Mario', como se le conocía en los mercados financieros, puede rescatar a un sistema que falla. La UE desvela estrategias para reactivar su economía cada pocos años, y ninguna de ellas supone ninguna diferencia, porque la culpa es de la propia institución.

A lo largo de 400 páginas de lógica densamente argumentada, Draghi expuso los retos a los que se enfrenta la economía europea. Ha quedado por detrás de Estados Unidos, China y ahora también de India. El crecimiento es plano y, a menudo, negativo. Las deudas aumentan todo el tiempo y los generosos modelos de asistencia social son cada vez más inasequibles. "Por primera vez desde la Guerra Fría, debemos temer genuinamente por nuestra autopreservación", argumentó al presentar el informe. Si la UE no empieza a crecer de nuevo, entonces puede estar condenada.

Para ser justos, nadie podría discutir el análisis de Draghi, o su capacidad para argumentar a favor de cambios radicales. Como presidente del BCE, se le atribuye, con razón, el rescate del euro en 2012, evitando la desintegración de la moneda única, incluso se implicó en rescatar silenciosamente a los Estados miembros con dinero impreso con consecuencias a largo plazo que aún están por verse. Y como primer ministro de Italia, ayudó a restaurar las finanzas del país e hizo algunas reformas modestas para impulsar el crecimiento, incluso si han hecho poco para mejorar su estancamiento de dos décadas. Si alguien puede argumentar a favor de una reforma genuina, él puede.

Entonces, ¿cuál es el plan? El informe sostiene que las normas de competencia deben flexibilizarse en sectores como el de las telecomunicaciones para permitir la aparición de auténticos gigantes europeos; una mayor integración de los mercados de capitales, con poderes centralizados, para facilitar la captación de fondos para la inversión; una estrategia comercial renovada, que suena sospechosamente a proteccionismo, para asegurar la independencia del continente; y, lo que es más ambicioso de todo, una "estrategia industrial" de 800 millones de euros, financiada en gran parte con dinero prestado de Bruselas, para hacerse con una parte de algunos de los principales sectores tecnológicos en los que se está quedando muy por detrás de sus principales rivales.

Para los ciudadanos para quienes "más Europa" y "más deuda" son las respuestas a todos los problemas, el informe será sin duda aclamado como un plan magistral para restaurar el liderazgo de Europa en la economía mundial. El problema es que las estrategias para restaurar la competitividad del continente aparecen cada pocos años. La Estrategia de Lisboa, de la que Tony Blair fue uno de los principales artífices, se puso en marcha en el año 2000, con el objetivo de convertir a Europa en la economía más "dinámica y basada en el conocimiento" del mundo para 2010. Cuando llegó 2010, con pocas señales de que esto sucediera, lanzó Europa 2020, con la ambición de crear "un crecimiento sostenible, inteligente e inclusivo en toda la Unión Europea" para finales de la década. Ante la falta de avances, en 2019 tuvimos el Green New Deal de Europa, que fue muy similar a todos los demás planes, excepto que con más energía eólica añadida, seguido del 'Fondo de Recuperación del Coronavirus', con 750.000 millones de euros de gasto adicional, que, según el presidente de Francia, Macron, fue un 'punto de inflexión' para la economía europea. La lista sigue y sigue. Es casi como si las personas que escriben los informes no se hubieran dado cuenta de que internet hace que sea más fácil que nunca buscar todos los informes de las últimas dos décadas, y que simplemente cortar y pegar las mismas soluciones de hace cinco, diez o veinte años difícilmente va a impresionar a nadie.

La cruda realidad es que los problemas de la UE son demasiado profundos para ser solucionados desde arriba. El gasto público ya es demasiado alto, alcanzando un alarmante 58% del PIB en Francia y Bélgica, 55% en Italia y casi tanto en muchos otros estados miembros. El gasto social es demasiado generoso, ya que el continente representa el 54% del gasto social mundial, a pesar de que solo representa el 7% de la población mundial y el 15% de su producción colectiva. Y quizás sobre todo, la UE ha convertido el mercado único, originalmente diseñado para impulsar su competitividad, en un monstruo regulatorio que aplasta el crecimiento con regulaciones burocráticas que prohíben la innovación incluso antes de que se haya intentado, hacen casi imposible que los empresarios lancen nuevos productos y cierran cada vez más el continente al resto del mundo. Vemos más y más evidencia de eso con cada semana que pasa. La otrora poderosa industria automovilística, en la que hace sólo unos años Europa era líder mundial, está ahora de rodillas, con Volkswagen cerrando fábricas por primera vez en su historia, derribada por una norma verde que no tuvo en cuenta la competencia del resto del mundo. Y como Apple acaba de lanzar el iPhone 16 con Inteligencia Artificial incorporada, que es una de sus características clave, no estará disponible en Europa porque las reglas lo hacen demasiado difícil.

El informe de Draghi no aborda ninguna de esas cuestiones. En lugar de proponer una descentralización radical del poder, despojar a la maquinaria de Bruselas de su control sobre la industria y encontrar formas de reducir la carga fiscal sobre las pequeñas empresas y las empresas emergentes, ofrece la misma vieja fórmula gastada de más integración, más subsidios y más proteccionismo. Si eso iba a funcionar, habría funcionado en 2000, en 2010 y en 2019. En lugar de ello, el continente se queda cada vez más atrás del resto del mundo, retirándose a una pobreza gentil de la que no habrá fácil escapatoria. E incluso 'Super Mario' muestra pocos signos de entenderlo, y su informe se unirá a todos los demás planes de acción que han fracasado estrepitosamente.

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